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Cuarentena

Harry, Hermione y Ron fueron los primeros en llegar a la enfermería, yo estaba llena de brotes un poco grotescos por todo el cuerpo. Un malestar general me mantenía débil y lo único que cruzaba por mi cabeza era salir del castillo a un lugar en donde pudiera estar tranquila y recuperarme de la "falsa enfermedad" para que mi bebé se sintiera mejor.

—Alessa, señorita Alessa— dijo Igor Karkarov entrando dramáticamente en la enfermería hablando con ese extraño acento suyo. Los chicos lo miraron con la boca abierta.

—Señor Karkarov—dije fingiendo voz de enferma.

—Igor, le he pedido que me llame Igor—dijo tomando mi mano, empujando literalmente a Harry de mi lado.

—Si...Igor—dije incomoda mientras los chicos contenían la risa— ¿y...que hace aquí?

—Me entere de su enfermedad, así que me tome la molestia de prepararle algo que la hará sentir mucho mejor, Dumbledore dice que deberá dejar el colegio y realmente no me gustaría que eso pasara.

— ¿Dejaras el colegio? —pregunto Harry de pronto.

—Me temo que sí y la señora pomfrey insiste en que no tome nada que ella no haya revisado antes. Gracias por sus buenas intenciones, Igor—dije fingiendo amabilidad.

Dumbledore llego poco después con la enfermera de la escuela y me ayudaron juntos a ponerme de pie, vi en los ojos de Harry la desesperación. Era claro que no quería que dejara el colegio, pero le prometí volver al año siguiente, no lo dejaría solo, le dije que le enviaría cartas cada vez que pudiera y que él podría escribirme a la casa de los Weasley que era en donde me quedaría un tiempo.

Igor Karkarov fue el primero en escribirme, me enviaba recetas de pociones para que me sintiera mejor y por decencia e insistencia de Molly debía responderle agradeciendo sus buenos deseos hacia mí. Harry escribía seguido, me contaba todo al pie de la letra, lo que aprendía en clases y lo que vivía diariamente al haberse convertido en campeón de Hogwarts.

Hacia mi sexto mes de embarazo aun sin saber nada sobre Sirius, Molly dijo que debían llevarme a un lugar nuevo en donde estaría más segura de ojos curiosos que pasaran por la madriguera, así que ingeniosamente encantaron al espíritu del ático para que luciera como yo y le provocaron pústulas en la piel horrorosas para quienes estuvieran interesados en visitarme no se molestaran en acercarse lo suficiente para descubrir que en realidad no era yo.

Esa misma noche llegamos a la casa que años atrás había pertenecido a la familia Black y que se había convertido en el cuartel de la orden del fénix.

Molly preparaba mis comidas, el señor Weasley mantenía la casa ordenada, al menos el primer piso por que todo era un desastre, Remus me visitaba con frecuencia, pero Sirius parecía no querer aparecer.

— ¿Cómo no quieres que me preocupe? Mírame—le dije Remus—estoy panzona, no puedo ir a los controles normales de un embarazo en San Mungo, no sé si es niño o niña, el padre de este bebé no aparece, no me escribe y Harry pronto enfrentara su última prueba y no tengo buenos presentimientos al respecto.

—Lessy—me dijo Remus acariciándome la cabeza—todo estará bien, sé que Sirius tiene sus razones para no aparecer y Harry seguramente lo hará bien. Confía en él.

—Confió en él, pero no en los demás.

—Ya...tranquila, mejor piensa en como llamaras a esa pequeña masita de amor—dijo en tono burlón.

—Pensaba en James si fuera niño, pero no estoy segura y Lily me parecería un poco cliché—reí—así que pensaría en Camille o Emily.

—Son preciosos—dijo colocando su mano en mi vientre, un pequeño piecito le dio en la mano—creo que no le agrada que toque a su mamá—sonrió.

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