Mia siempre soñó con ser actriz, pero jamás imaginó que una fiesta en Hollywood Hills cambiaría su vida. Lo que comenzó como una noche cualquiera, ayudando a su mejor amiga, termina cuando se cruza con Nicholas Alexander Chavez, un famoso actor atra...
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Abrí los ojos despacio, sintiendo el peso de la mañana caer sobre mí. Estaba en una cama enorme y desconocida, envuelta en sábanas de una suavidad lujosa. No era mi cama, ni mi pequeño departamento. De repente, recordé dónde estaba.
La fiesta. Nicholas. Lo llevé a su casa. ¿Cómo terminé aquí?
Miré alrededor del cuarto moderno y minimalista, con enormes ventanales que dejaban entrar la luz de la mañana. Respiré hondo, tratando de centrarme. No podía creerlo, pero ahí estaba, en la casa de Nicholas Alexander Chávez. Aún me parecía surrealista.
Busqué mi bolso en el suelo, cuando mi teléfono vibró. Un mensaje de Emma.
"¿Dónde te metiste anoche? ¡Me dejaste sola! ¿Qué pasó?"
Suspiré, imaginándome su voz histérica a través del texto. Decidí llamarla en lugar de contestarle por mensaje. El teléfono apenas dio un par de tonos antes de que su voz me alcanzara al otro lado.
—¡Mia! ¡¿Dónde demonios estás?! Estuve toda la noche buscándote.
—Tranquila, Em —le dije susurrando, tratando de sonar calmada—. Estoy bien. Solo... surgió algo.
—¿"Algo"? —preguntó, incrédula—. ¡Me dejaste sola en esa mansión, entre desconocidos borrachos! ¡Y ahora me sales con "surgió algo"? ¿Qué diablos pasó?
Miré hacia la puerta del cuarto, asegurándome de que no había movimiento antes de seguir hablando.
—Encontré a Nicholas Alexander Chávez, Emma. Estaba hecho un desastre. Lo llevé a su casa. Y ahora estoy aquí, en su departamento.
Hubo un silencio en la línea. Luego, una carcajada explosiva de Emma.
—¡¿Qué?! ¿Me estás tomando el pelo? —preguntó, casi ahogándose de la risa—. ¿Nicholas Alexander Chávez? El mismo de la serie esa de "Monstruos"? ¿Te lo encontraste y... qué, lo llevaste a su casa como si fuera un perrito perdido?
—Te lo digo en serio, Emma —respondí, sin poder evitar sonreír ante su incredulidad—. Lo encontré en un rincón, malísimo. Apenas podía hablar. Al principio me negué, pero luego... no sé. Se veía tan mal, no podía dejarlo así.
