CAPÍTULO 8 - ALGO DECENTE

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El sonido del despertador me sacó del sueño con brusquedad. Era otro día, y la luz que se filtraba por las cortinas me indicaba que el sol ya estaba alto. Me levanté lentamente, recordando cómo había terminado hace unos días con Hedda, esa caminata hasta el mirador y aquella flor de bugambilia en su cabello que aún parecía flotar en mi mente.

El reloj marcaba las 9:00 AM. Melvin aún no me había escrito, posiblemente vaya viajando a su casa con su prima y Garfy maullaba pidiendo su desayuno, como siempre lo hacía. Mientras le servía, me puse a pensar en todo lo que había ocurrido. ¿Cómo había pasado tan rápido todo?, me pregunté mientras me preparaba un café.

Era un fin de semana, no tenía planes específicos para el día, pero la sensación de expectativa aún colgaba en el aire. Habían pasado varios días desde que Hedda y yo fuimos al mirador, y desde entonces no habíamos hablado mucho. La flor, las escaleras, el atardecer... todo eso parecía un sueño lejano ahora.

Decidí salir a dar una vuelta en bicicleta, tal vez eso me ayudaría a despejar la cabeza.

Al regresar a casa con las compras, guardé todo en su lugar y me dirigí a la cocina para prepararme algo rápido. Apenas entré, vi a Kelvin y Ronnie ya en la cocina, aparentemente ocupados con algo.

—¡Ey, Tragaleche! ¿Qué tal? —dijo Kelvin, mirándome de reojo mientras cortaba algunas verduras.

—Bien, aquí sobreviviendo el fin de semana. ¿Ustedes qué hacen? —respondí, mientras abría la nevera buscando algo.

—Estamos preparando un festín —dijo Ronnie con una sonrisa orgullosa—. Hoy decidimos que íbamos a cocinar algo decente. Ya estamos cansados de comida rápida.

—¿"Algo decente"? —bromeé, levantando una ceja—. ¿No será otro de esos experimentos culinarios de Kelvin? La última vez casi incendiaste la cocina, ¿recuerdas?

Kelvin soltó una carcajada, levantando las manos en señal de rendición.

—¡Eso fue hace siglos! Ahora estoy reformado —dijo con una sonrisa—. Además, León está supervisando, así que estamos a salvo.

—No te preocupes, Nayel. Esta vez todo está bajo control... más o menos. —asintió, Ronnie. Con una expresión seria, pero con una chispa divertida en los ojos.

—No sé si sentirme aliviado o asustado —dije, riendo mientras sacaba algunos ingredientes para hacerme un sándwich.

—Si te quedas, te damos una probada de nuestro "manjar". Solo te advierto que no aceptamos reclamaciones después.

—Trato hecho —respondí, mientras comenzaba a preparar mi sándwich—. Pero solo si no tengo que ir al hospital después de probarlo.

Kelvin y Ronnie se rieron, y continuamos charlando mientras cada uno seguía con lo suyo.

Poco después, escuché la puerta abrirse y supe de inmediato quién era. León, el que siempre salvaba nuestras cenas de las travesuras culinarias de Kelvin y Ronnie, había llegado. Lo bueno de León es que realmente sabía de cocina, lo que aliviaba a todos cuando los demás decidían experimentar.

León es alto, de piel canela y tiene una amabilidad natural que lo hace destacar. Es el tipo de persona que siempre está dispuesto a ayudar y, en este caso, vino a controlar lo que estaban haciendo Kelvin y Ronnie en la cocina. Con él ahí, las posibilidades de que algo explotara o se quemara se reducían bastante.

—Ya veo que los genios de la cocina están en acción —dijo León, sonriendo mientras se acercaba a revisar lo que hacían.

—¡León! Justo a tiempo para evitar un desastre —bromeé, levantando mi sándwich—. ¿Qué tal?

Un collar de pétaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora