CAPITULO 17 - UN RAMO DE CONFESIONES

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Salíamos de la universidad juntos, Melvin, Yarely y yo, bajando por las escaleras principales. Habíamos decidido caminar los tres porque hoy coincidimos en la salida.

Mientras charlábamos, un grupo de chicas se acercó a mí, interrumpiendo la conversación. Una de ellas se adelantó y me miró directamente a los ojos.

—Una amiga quiere conocerte —dijo con una sonrisa, claramente animada por la misión.

—Nah, no quiero —respondí sin pensarlo demasiado, casi de inmediato.

—¿En serio? —insistió—. Mi amiga es linda.

—Sí, pero no gracias —le contesté, manteniéndome firme.

Las chicas se fueron rápidamente hacia su amiga, lanzándome una última mirada antes de desaparecer en la multitud. Yarely me observaba en silencio, hasta que finalmente rompió la tensión.

—Es linda... ¿Por qué solo con ella? —preguntó, refiriéndose claramente a Hedda.

Suspiré antes de contestar, sintiendo el peso de la pregunta.

—Porque ella sí me hizo sentir algo por alguien —dije, sin apartar la vista del camino.

Melvin, que hasta entonces no había dicho nada, soltó una carcajada y luego me miró con una ceja levantada.

—Pero si tú eres un egocéntrico frío y sin sentimientos. ¿Qué diferencia hay con esa chica que te quería conocer?

Me encogí de hombros.

—Simplemente, no es ella —dije.

Continuamos caminando hasta llegar a mi departamento. Melvin se despidió, ya que iba a pasar el día en el departamento de Yarely. Les había contado mi plan de hoy con Hedda y Ailani, y ambos decidieron darme espacio.

—Nos vemos más tarde, disfruten de su almuerzo —dijo Melvin, dándome una palmada en la espalda antes de seguir su camino.

Me despedí de ellos y entré en mi departamento. De inmediato comencé a preparar todo para cuando llegaran Hedda y Ailani. Las horas pasaron volando mientras terminaba los últimos detalles. Justo cuando estaba revisando los platos, recibí una llamada de Ailani.

—Ya estamos bajando hacia tu departamento —me dijo.

Apenas escuché eso, me arreglé un poco más y me puse a preparar la mesa. No pasaron muchos minutos antes de que tocaran la puerta. Al abrir, allí estaban, Hedda y Ailani, listas para el almuerzo.

—Pasen, ya está todo listo —les dije, invitándolas a la mesa.

Hedda me observó con una mirada curiosa mientras tomaba asiento.

—¿Y ese look tan arreglado? —preguntó con una sonrisa sarcástica.

—Siempre tengo que verme bien —respondí con egocentrismo.

—Lo tuyo ya sobrepasa lo esquizofrénico, ¿eh? —dijo en tono de broma, mientras Ailani la seguía con una risita.

—Bueno, prefiero pensar que es amor propio en su máxima expresión —respondí, siguiendo la broma.

Con la atmósfera relajada, comencé a servir los platos. Para hoy había preparado una sopa de queso como entrada, acompañada de un segundo sencillo, pero delicioso.

Mientras disfrutaban lo que les había preparado, pedí permiso para ausentarme un momento. Me dirigí a mi cuarto y regresé con un ramo de rosas mezclado con dulces. Al entrar de nuevo a la sala, Hedda estaba distraída, absorta en su herbario, pero Ailani fue la primera en notar lo que traía en mis manos. Al acercarme, Hedda levantó la mirada y, en cuanto vio el ramo, se sonrojó al instante. Si antes sus mejillas se ruborizaban con lo que decía, ahora su rostro estaba tan rojo que terminó tapándose la cara con las manos, claramente abrumada.

Me acerqué a ella y le extendí el ramo con una sonrisa.

—No necesito ser tu novio para demostrarte lo mucho que te quiero. Solo vi estas flores y pensé en ti. Quiero que sepas que no necesito un título para hacerte sentir especial —dije, suavizando el tono para que entendiera que lo decía de corazón.

Hedda tomó el ramo con delicadeza, aún ruborizada.

—Te voy a querer tan bonito que, si alguna vez tuviste un primer amor, lo olvidarás por completo. Y si no lo tuviste, estoy seguro de que jamás me olvidarás.

Lo sé porque lo siento...

Se porque lo digo...

—Sabes, acabas de cumplir uno de mis deseos.

Con unos ojos llenos de pequeñas lágrimas, Hedda me miró y, entre emocionada y sorprendida respiró profundo.

—Sabes, acabas de cumplir uno de mis deseos.

—¿Cuál? —pregunté, intrigado.

—Que me regalaras flores. Nunca nadie lo había hecho antes... —dijo, con una sonrisa tímida pero llena de significado.

Después de ese momento tan especial, noté que Hedda aún sostenía el ramo con cariño, sus dedos rozando suavemente los pétalos. Decidí aprovechar la oportunidad para capturarla desprevenida. Sin hacer mucho ruido, saqué mi teléfono e intenté tomarle una foto mientras admiraba sus primeras flores. Pero, justo cuando iba a presionar el botón, ella se dio cuenta.

—¡Eh! —exclamó, rápidamente poniendo las manos sobre su rostro para ocultarse—. ¡Esquizofrénico! —dijo en tono de broma, riendo mientras intentaba cubrirse.

—¿Esquizofrénico? ¿Por qué siempre me dices eso? —le pregunté, riendo también.

—Porque apareces de la nada con esas ideas raras —respondió, aún riendo, pero dejando asomar sus ojos entre los dedos—. ¿Por qué quieres tantas fotos?

—Quiero capturar el momento, Hedda. Es tu primer ramo de flores... algo para recordar —le expliqué, sonriendo de lado mientras bajaba el teléfono.

—¿De verdad? —dijo, bajando un poco las manos, pero aún con una sonrisa tímida—. No sé, es que me siento rara... pero bien —añadió.

—Vas a agradecer tener estas fotos algún día —le dije, guiñándole un ojo.

Ella dejó caer las manos al fin, sus mejillas todavía ligeramente rosadas, y aunque seguía intentando ocultar su vergüenza, accedió con un suspiro.

—¿Ya tomaste tu foto? —preguntó Hedda, con una mezcla de curiosidad y vergüenza en su voz.

—Sí, ya está. Quedaste perfecta, como siempre —le respondí, sonriendo.

De repente, vi cómo Hedda arrancaba con delicadeza uno de los pétalos de las rosas. La miré, un poco intrigado.

—¿Qué haces? —pregunté con suavidad.

—Es para disecar este momento especial en mi herbario —dijo, mientras colocaba el pétalo con cuidado entre las páginas. Luego me miró con una pequeña sonrisa—. Quiero guardar un pedacito de esto para siempre.

Me sorprendió su gesto y, sin decir más, me pasó el herbario junto con un bolígrafo.

—Quiero que firmes aquí y pongas la fecha de hoy —me pidió.

Firmé donde me indicó y anoté la fecha mientras ella observaba. El ambiente se sentía más íntimo, más cercano.

—Hoy también es un día especial —dijo Hedda mirándome a los ojos, su voz baja pero llena de sinceridad.

La miré un segundo antes de responder, eligiendo mis palabras con el corazón.

—Loes... porque hoy me has regalado algo más valioso que cualquier palabra ogesto. Me dejaste entrar un poco más en tu vida, y en tu mundo. Y por eso, estedía será inolvidable para mí. Quiero que sepas que cada pequeño momento contigose queda grabado en mi corazón, porque tú haces que todo sea especial.

Un collar de pétaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora