—Oye, Melvin, necesito que me hagas un favor. Voy a salir un poco antes de la universidad porque invité a Hedda a comer en el dolarazo —le dije mientras guardaba mis cosas—. Puedes decirle a la profesora que tuve... no sé, un inconveniente doméstico o algo así, ¿ya?
—¿Inconveniente doméstico? —Melvin levantó una ceja, entre curioso y burlón—. Seguro que va a pensar que se te quemó la casa o algo así.
—Sí, algo así. Se me quema la paciencia si no llego a tiempo. Tú sabes cómo es —Sonreí, tratando de no darle tantas vueltas—. Solo cubre mi espalda, ¿sí? No seas mal amigo.
—Está bien, te cubro, pero me debes una —Melvin se rió y asintió. —Que te vaya bien en tu cita doméstica.
Salí del aula directo a la entrada de la facultad, donde Hedda ya me esperaba. Al verla, me quedé en silencio por un segundo. Llevaba un buzo rojo que resaltaba de una manera sorprendente. Se veía... hermosa.
—¡Wow! Ese buzo rojo te queda genial —le dije mientras me acercaba.
—Gracias, ¿y tú? ¿Es que siempre tienes que ser tan exagerado? —respondió con una sonrisa, ladeando la cabeza.
—No es exageración, solo es la verdad —bromeé mientras caminábamos juntos—. Oye, ¿alguna vez te han dicho que tienes un aire a... no sé, alguien importante?
—¿Alguien importante? —se rió y me lanzó una mirada curiosa—. ¿Qué estás diciendo?
—No sé, tal vez a una actriz, o a una esquizofrénica... —dije, soltando una risa provocativa.
—¿Esquizofrénica? —respondió, riéndose también—. ¿Y tú? ¿Te describiste? Porque a veces me pregunto si tienes doble personalidad.
Me reí a carcajadas mientras hacía un ademán al mirarla.
—¡No puedes con tu ego, Nayel!
—Lista para ir a mi lugar de comida favorito —dije con una sonrisa, tratando de darle un toque emocionante a la invitación.
—Claro, señor esquizofrénico —respondió con una pequeña risa, mientras se ajustaba su bolso.
—Pues prepárate —dije señalando mi bicicleta—. Compré los cachos para llevar pasajero, y son solo para ti.
—Me da un poco de miedo, la verdad...
—¡Venga ya! Estoy sacrificando mi bicicleta para llevarte, no me dejes colgado —insistí.
Al final, tras un poco de insistencia, terminó accediendo. Subió, y así empecé a pedalear, yo luchando por mantener el equilibrio mientras ella reía con nerviosismo.
—¿Seguro que puedes? —preguntó, su voz cargada de dudas y una pizca de broma.
—¡Segurísimo! —respondí, tratando de sonar confiado. —Tú no te preocupes por mí. Aunque, la verdad, me estaba costando más de lo que esperaba.
Pedaleé lo mejor que pude, sintiendo sus risas a mi espalda y tratando de no mostrar lo mucho que me estaba esforzando. Pero al final, tras un pequeño trayecto, llegamos a nuestro destino.
—¡Taran! Hemos llegado —dije, bajando de la bicicleta con una mezcla de orgullo y alivio.
Hedda se bajó con una sonrisa amplia.
—¿Ves? Sobrevivimos —dije, riendo suavemente.
—¡Tienes más fuerza de lo que parece, Nayel!
Nos sentamos en una mesa al aire libre, con una vista tranquila del lugar. Pedimos la comida, y mientras esperábamos la comida, me incliné un poco hacia ella, curioso por saber más.
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Un collar de pétalo
RomancePara Nayel Carrasco, en su nueva etapa universitaria, suponía enfocarse en él y enfrentarse solo por primera vez en su vida a un mundo de foráneos. Recientemente, había terminado su relación con quién prácticamente compartía su vida. A partir de ese...