CAPITULO 10 - EL PORTADOR DE BOLSAS

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—Ring, ring, ring —sonó el celular, despertándome de un sueño profundo.

—Hola -contesté, medio dormido.

—¡¡¡NAYEELLL!!! ¡Soy Kristen!

—Mierda, mujer, recién me estoy levantando. No me grites, que me va a dar un paro cardíaco.

—Disculpa, es que queríamos ver si íbamos a casa de Susan a pasar la tarde y de paso comer algo. —Se rió del otro lado del celular.

—Ya, pero yo cocino.

Kristen demoró en contestar

—¿En serio? —preguntó, un poco sorprendida.

—Sí, quiero cocinarles.

—Nayel, no te lo recomiendo. Kristen no come comidas de otras personas. -Se escuchó otra voz en la línea. Era Susan. -La última vez que le cociné, dijo que no le gustaba.

—Bueno, será un reto. ¡Estoy listo para el desafío! Si no le gusta, ¡me comeré mi propio desastre culinario!

—¿Seguro, Nayel? -dijo Kristen. -No me pesará la lengua en decirte que está malo.

—¡Me he preparado para este día, supongo! Estoy listo para la batalla.

—Okey, ven. Estamos en casa de Susan —dijo Kristen, y colgué, sintiendo que mi día se iba a poner interesante.

Entré al departamento de Susan con los ingredientes en mano: Tallarines, pollo, queso y un poco de hierbita fresca. Mi plan era simple: sorprenderlas con un plato delicioso y, con suerte, ganarme un poco más de su aprecio, especialmente porque son amigas de Hedda.

—¡Hola, chicas! —dije al entrar.

—¡Por fin, ya era hora! Pensé que ibas a olvidarte de nosotras. —Susan me saludó desde la cocina, mientras se secaba las manos.

Kristen estaba sentada junto a la ventana, mirando distraída.

—Más te vale que sea algo bueno, Nayel —dijo sin levantar la vista del celular.

—¡Por favor, no presiones tanto al chef! —bromeé. Luego vi a Joshi tirada en el cuarto de Susan, riéndose de algo que veía en su teléfono.

Me puse manos a la obra. Preparé los tallarines con el pollo, sazonando cada ingrediente con cuidado. A medida que el aroma llenaba el departamento, sentí que tal vez estaba logrando algo bueno.

Al final, el plato quedó mejor de lo que esperaba, así que lo decoré con mucha dedicación, como si estuviera sirviendo en un restaurante de cinco estrellas.

—¡Listo! —llamé a Susan desde la cocina—. ¡A comer!

Como no había mesa, nos sentamos en el suelo. Coloqué los platos frente a cada una, con el mayor cuidado posible. Susan sacó un jugo de naranja de su refrigerador y sirvió vasos para todas.

—Se ve delicioso -dijo Susan al observar su plato. Le dio un bocado y, de inmediato, sonrió—. ¡Está buenísimo, Nayel!

Joshi tomó un bocado también y, al instante, hizo un sonido de aprobación, con los ojos bien abiertos.

—¡Wow! —exclamó con la boca llena—. ¡Qué rico!

Todas las miradas se dirigieron a Kristen. El suspenso era palpable mientras ella levantaba su cuchara lentamente, la llevó a la boca y se tomó su tiempo en saborear. Pasaron unos segundos que se sintieron como minutos. Bebió un poco de jugo y, finalmente, me miró.

—Primer plato de otra persona que me gusta... —dijo con calma, mientras una pequeña sonrisa se formaba en sus labios—. Está riquísimo, Nayel.

—¡Lo logré! —exclamé, aliviado, levantando los brazos en señal de victoria—. Sabía que este día llegaría.

Un collar de pétaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora