CAPITULO 6 - EL PRIMER CONTACTO

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Después del encuentro con Hedda, traté de seguir mi rutina normal, aunque no podía evitar sentir una intriga constante. Vivir con Melvin era lo mismo de siempre, pero en el fondo de mi mente, estaba la esperanza de que la chica del cabello corto consiguiera mi número de su amiga y me escribiera. La ansiedad comenzaba a aparecer.

—Oye, ¿por qué has estado mirando tu teléfono cada cinco minutos? —preguntó Melvin, mientras se servía un poco más de café—. No eres de los que se clavan tanto en el móvil.

Lo miré, tratando de parecer despreocupado.

—No es nada —respondí, encogiéndome de hombros.

Melvin arqueó una ceja.

—Ya, claro... no es nada. —Su tono sarcástico era inconfundible—. Es por la chica, ¿verdad? ¿Cómo se llamaba? ¿Hedda?

No pude evitar sonreír, aunque rápidamente aparté la mirada. Sabía que Melvin no dejaría el tema.

—Sí, es por ella... pero no es como si tuviera su número ni nada. Le di el mío a una de sus amigas y... estoy esperando a ver si me escribe —dije, sintiendo cómo me invadía una ligera ansiedad.

Melvin soltó una pequeña carcajada.

—O sea, estás esperando que una desconocida te escriba, basándote en la buena voluntad de otra desconocida que ni sabes si le dio tu número. Genial plan, hermano. —dijo con su típico tono sarcástico.

Me encogí de hombros. Sabía que la situación era ridícula, pero ¿qué otra opción tenía?

—No conozco a sus amigas, no puedo simplemente preguntar. Además, no quiero parecer desesperado. Es mejor esperar, ¿no?

Melvin sonrió y negó con la cabeza.

—Hombre, estás haciendo esto más difícil de lo que es. Tal vez ni le dieron tu número, y aquí estás, jugando a Sherlock Holmes con tu propio teléfono. No sé, Nayel, tal vez deberías simplemente relajarte y dejar que las cosas pasen.

Lo miré, queriendo seguir su consejo, pero esa intriga seguía ahí, picoteando mi mente.

—Lo sé... pero no puedo evitarlo. Estoy lleno de intriga. ¿Y si...?

—¡No hay "y si"! —me interrumpió Melvin, sonriendo y poniendo su mano en mi hombro—. Solo no te quemes la cabeza. Si pasa, pasa, y si no, pues... ni modo.

Me reí suavemente, aunque por dentro seguía cuestionándome. Al final del día, no sabía si la amiga de Hedda le había dado mi número, y esa incertidumbre me estaba consumiendo. Pero tal vez Melvin tenía razón, quizás solo debía dejarlo fluir... aunque algo me decía que esa chica no iba a salir tan fácil de mi cabeza.

Melvin se levantó de la mesa después de nuestra conversación, estirándose y agarrando su mochila.

—Bueno, me voy con mi prima —dijo, ajustándose la mochila en el hombro—. Nos vemos allá.

—Vale, nos vemos en la universidad —respondí, viendo cómo salía.

Me quedé un momento más, terminando el café. Cuando terminé, tomé mi bicicleta y comencé a pedalear hacia la universidad. El aire fresco me despejaba la mente un poco, pero la incertidumbre seguía ahí, agazapada en el fondo de mis pensamientos.

Al llegar a la universidad, vi a Melvin con su prima charlando en la entrada, ambos riendo como si no tuvieran ninguna preocupación. Yo me bajé de la bicicleta, la aparqué y me dirigí hacia las aulas.

Era otro día normal. O al menos, eso parecía.

Mientras caminaba hacia mi clase, vi a Xiomara y Ruby más adelante. Intenté mantener la mirada en el piso, como hacía últimamente, pero Xiomara me vio y, como siempre, no perdió la oportunidad.

Un collar de pétaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora