Habían pasado ya varios días desde la última vez que me vi con Hedda y su mejor amiga. Era normal; las materias de la universidad nos presionan mucho, y cada uno entiende esa parte del otro. Trataba de concentrarme en lo mío y sacar buenas calificaciones.
Saliendo de clases, logré ver a Hedda con sus compañeros de curso: Susan, Kristen, Joss, Joshi y Ailani. Todos juntos, riendo y conversando. Me acerqué a ella desprevenido, ya que fingía no haberme visto. No pude evitar sonreír mientras le hablaba.
—¿Y mis abrazos pendientes por estos días que no nos hemos visto? —pregunté, con una sonrisa en el rostro.
Hedda me miró de reojo, como si lo hubiera olvidado por completo, aunque ambos sabíamos que no era así.
—Ya te debo un montón —respondió, fingiendo contar mentalmente.
—Obvio, y vengo a cobrarlos —dije, cruzándome de brazos como si estuviera esperando algo de gran valor.
—¿Cuántos son? —preguntó, alzando una ceja.
—Como diez... o más —respondí con tono serio, aunque no pude evitar sonreír.
—¡Ay, son muchos! —exclamó, llevándose una mano a la cabeza—. Tengo una idea.
—¿Cuál? —pregunté, curioso.
—Un súper abrazo de diez minutos. Así descontamos todo de una vez.
—Acepto —respondí sin dudar, extendiendo los brazos, listo para el "súper abrazo".
—¿Ahorita? —preguntó, mirando alrededor con cierta timidez.
—¿Y entonces cuándo? Por mí está bien ahorita, no tengo miedo que me vean abrazarte. Te abrazaré hasta que entiendas que lo que quiero contigo tiene que ver con las cosas que nunca pretenden tener un final —dije, dejándole claro lo que realmente sentía, sin filtros.
Hedda soltó una risa, divertida pero también sorprendida por mis palabras.
—¿Así de egocéntrico, señor esquizofrénico? —bromeó, alzando una ceja.
—Es que tengo una mala costumbre... de dar un océano entero en vez de simples gotas de agua a esas personas que considero especiales —dije, con una sonrisa que escondía más de lo que mostraba.
—¿Y cómo sabes si yo lo merezco? —preguntó, retándome, aunque su mirada era más cálida que desconfiada.
—No estamos obligados a ser la misma persona con todos. Existen personas que merecen conocer nuestro lado más bonito... y otras no, querida Hedda.
Ella me miró, impresionada, y luego soltó una risita.
—¡Wow, un poeta!
—Siempre lo soy, solo que lo oculto para no asustarte y que salgas corriendo como el primer día —dije, recordando cómo fue nuestra primera interacción.
Se rió de nuevo, y el momento se sintió más ligero, más cómodo.
—Bueno, aun sigo esperando ese abrazo —dije finalmente, inclinando un poco la cabeza hacia ella.
Y entonces, sin más excusas, Hedda me rodeó con sus brazos, dándome el abrazo que había estado esperando.
Habíamos estado así, abrazados, durante once minutos.
—Creo que ya se pasó de los diez minutos —dijo Hedda, aún sin soltarme del todo.
—Por mí no hay problema si quieres que dure más —respondí, sonriendo, mientras la mantenía cerca.
Justo en ese momento llegó Ailani, quien había estado dando vueltas alrededor, esperando pacientemente a que nos soltáramos.
—¿Ya terminaron su abrazo? —preguntó, levantando una ceja con una sonrisa traviesa.
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Un collar de pétalo
RomantizmPara Nayel Carrasco, en su nueva etapa universitaria, suponía enfocarse en él y enfrentarse solo por primera vez en su vida a un mundo de foráneos. Recientemente, había terminado su relación con quién prácticamente compartía su vida. A partir de ese...