Comenzaba una nueva semana, y mientras me preparaba para salir, no podía evitar pensar en la visita de Hedda y sus amigas al departamento. La incomodidad de la situación aún me rondaba en la cabeza. Sentía un leve malestar por haberla tratado con cierta distancia, pero sabía que era lo mejor para no dar falsas esperanzas.
Tomé mi bicicleta y salí rumbo a la universidad, con el viento de la mañana despejando un poco mis pensamientos.
Al llegar a la universidad, me encontré con Melvin justo en la entrada.
—¡Ey, Nayel! —saludó Melvin con una sonrisa—. ¿Cómo estuvo el fin de semana? ¿Algo interesante?
Me encogí de hombros, bajando de la bicicleta y caminando a su lado.
—Lo de siempre, ya sabes. Hice unos deberes... Ah, y Hedda vino al departamento con sus amigas —dije, sin mucha emoción.
Melvin arqueó una ceja, claramente interesado.
—¿Hedda? ¿La chica del cabello corto? ¿Y tú la invitaste?
Suspiré, ajustando mi mochila en el hombro.
—No exactamente. Ella quería hablar y... bueno, le dije que podía venir al departamento. Pero no esperaba que trajera a todo su grupo de amigas.
—¿Qué? ¿Las chicas te invaden el departamento y tú ni te lo esperas? Vaya suerte la tuya, Nayel. —Melvin soltó una carcajada.
—No es suerte. Intenté no darles mucha atención. Sabes cómo soy, no quiero que Hedda se haga ideas. —Rodé los ojos, algo incómodo.
Melvin me miró con una mezcla de incredulidad y burla.
—¿En serio? A veces creo que eres demasiado frío, hermano. Si te gusta, solo dilo.
—Es que no es eso... —dije, rascándome la cabeza—. No quiero lastimarla. Es tímida y yo... No sé si estoy en un buen momento para algo así.
—Deja de pensar tanto, Nayel. —Melvin me dio un golpecito en el hombro. —Tal vez no sea tan complicado como crees.
Entramos al campus mientras continuábamos hablando, y aunque me tranquilizaba charlar con Melvin, mis pensamientos aún estaban en lo ocurrido.
¿Realmente estaba evitando lo inevitable?
A medida que caminábamos por el campus, el bullicio habitual de la universidad nos rodeaba. Grupos de estudiantes hablando, risas aquí y allá, y la sensación del inicio de una nueva semana. Me ajusté el uniforme y mientras empujaba mi bicicleta al lado de Melvin, tratando de despejar la mente de lo que había pasado.
—Bueno, dejando a Hedda a un lado —continuó Melvin—, ¿cómo va lo de los exámenes? Este semestre ha estado algo pesado.
—Sí, bastante —dije, mirando hacia el frente sin mucha expresión—. Apenas he tenido tiempo de hacer otra cosa. Estuve trabajando hasta tarde el domingo.
Melvin asintió, pero su mirada indicaba que aún no había terminado de sacarme el tema de Hedda de la cabeza.
—Pero volviendo a lo que realmente importa... —dijo, con una sonrisa burlona—. No puedes negar que ella te interesa un poco, ¿verdad?
Me detuve un segundo, mirando el suelo mientras ajustaba la correa de la mochila. No quería admitir nada, ni siquiera a mí mismo.
—No es que me interesé —respondí, casi en automático—. Es solo que... No quiero que se malinterpreten las cosas. Prefiero mantener mi distancia. Además, no la conozco lo suficiente.
Melvin soltó una risa baja, casi como si ya hubiera escuchado esto antes.
—Siempre tan racional, Nayel. ¿Sabes qué? Si piensas tanto, nunca vas a saber si algo puede funcionar o no.
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Un collar de pétalo
RomancePara Nayel Carrasco, en su nueva etapa universitaria, suponía enfocarse en él y enfrentarse solo por primera vez en su vida a un mundo de foráneos. Recientemente, había terminado su relación con quién prácticamente compartía su vida. A partir de ese...