capitulo 23

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Sabrina.

Estaba recostada en su cama, su camisa blanca colgando de mis hombros. Su olor estaba impregnado en la tela, una mezcla de humo y perfume que lo hacía inconfundible. Mientras él bebía whisky y fumaba uno de esos puros que tanto le gustaban, yo me entretenía con las frutillas bañadas en chocolate. La mezcla dulce y amarga resultaba perfecta para la ocasión. Todo era tan... cómodo. Demasiado cómodo, diría.

Me giré hacia él, observando su rostro concentrado en el fuego de la chimenea, los ojos oscuros fijos en sus pensamientos. Solté una pequeña risa antes de decir, con una broma teñida de provocación:

-Ahora que eres mío, te llamaré Toni.

Él me lanzó una mirada afilada, una ceja levantada en clara desaprobación.

-No. Toni no suena digno de un líder -respondió, con su voz firme y arrogante. Cada palabra pesaba como si fuera una orden.

Hice un pequeño puchero, fingiendo estar molesta. Él ignoraba mi berrinche, sabía que esa era la manera de entrar en su cabeza. El poder que tenía sobre Antoni no estaba en lo que decía, sino en lo que podía hacerle sentir sin que se diera cuenta.

Me acerqué a él, dejando que mis dedos recorrieran su brazo, hasta llegar a su cuello, mientras mantenía una expresión inocente. Mi boca se curvó en una sonrisa juguetona cuando me subí a su regazo, acomodándome como si ese fuera mi lugar natural.

-Vamos, Toni... -mi voz era apenas un susurro, mis labios rozando su oído-. Te queda bien. No hace falta que seas tan serio todo el tiempo...

Apagó su puro en el cenicero cercano, su mandíbula tensa mientras trataba de mantener su postura. Pero yo conocía esa mirada. Sabía que él también disfrutaba de este juego, aunque lo negara. Me incliné más, rozando su cuello con mis labios, mientras mis manos bajaban por su pecho. La camisa que llevaba puesta me quedaba grande, pero eso no parecía importarle.

Finalmente, dejó escapar un suspiro. Había ganado. Siempre ganaba.

-Está bien... -aceptó, con cierta reticencia, su tono aún serio pero con una chispa de rendición-. Pero solo cuando estemos solos.

Sonreí victoriosa, y le mordí suavemente el cuello dejando un pequeñita marca, un gesto que sabía que le gustaba.

-Sabía que aceptarías, Toni.

Mientras me acomodaba mejor en su regazo, decidí que era el momento de tocar el tema que venía rondando en mi cabeza desde hacía un tiempo. No podía evitarlo, siempre era precavida, planeaba todo con antelación. Lo que fuera necesario para mantener el control. Y este asunto... era algo que no podía pasar por alto.

-No podemos seguir así -dije en un tono suave, pero firme-. Si vamos a continuar cogiendo, necesito que te cuides.

Antoni me miró desde su asiento, esa mezcla de molestia y sorpresa apenas evidente en sus ojos. Dio una calada más a su puro antes de contestar.

-No me pondré un condón -su respuesta fue tajante, como si no admitiera discusión-. Tú eres mi excepción, diosa.

Fruncí el ceño. Sabía que para Antoni el poder radicaba en la posesión, en el control absoluto de todo lo que lo rodeaba. Pero había cosas que él no entendía.

-Podría quedar embarazada -le solté, cruzando los brazos sobre mi pecho mientras mantenía mi mirada fija en la suya.

Sonrió, como si la idea le pareciera lo mejor que podría ocurrir.

-Eso sería maravilloso, Sabrina -replicó sin titubear, su tono reflejaba más una verdad que una posibilidad.

Negué con la cabeza, sintiendo cómo la tensión entre ambos crecía.

The Blonde goddessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora