Sabrina.
Al llegar a Londres, el cansancio me pesaba en los huesos, pero Sam y yo nos desmoronamos sobre la cama en cuanto entramos a casa. Apenas unas horas de sueño antes de que el ritmo del día nos exigiera nuevamente. La mansión se sumió en el silencio mientras cerraba los ojos, pero no podía detener la mente que seguía rondando en los eventos de las últimas horas. Dormí lo justo para enfrentar lo que venía.
Después de una ducha rápida, me vestí y me preparé para ir a la central. Los días en Cambridge, y luego Bulgaria, habían sido intensos, pero ahora estaba de vuelta a la rutina. Bajé por las escaleras de mármol, sintiendo la energía renovada que venía con el movimiento. Sam también se estaba preparando, ocupada con su propio trabajo en el hospital. Era un día más, en el que ambas volvíamos a las fachadas que la sociedad nos demandaba.
El auto negro me llevó hasta la central, y tan pronto como llegué, fui directamente a la oficina de mi hermano. La secretaria, como siempre, me sonrió al verme. Después de todos estos años, conocía bien la rutina.
-La señorita Sabrina está aquí para verlo, señor -anunció la secretaria tras el intercomunicador.
-Hazla pasar -respondió Bratt desde su despacho.
Entré y lo saludé con un beso en la mejilla. La familiaridad entre nosotros siempre fue cálida, aunque nuestro día a día estuviera lleno de secretos que él jamás podría imaginar.
-¿Cómo estuvo tu viaje de trabajo? -me preguntó Bratt, sentándose tras su escritorio, mientras su mirada estaba llena de interés.
Sabía que para él, mis viajes eran simplemente asuntos profesionales relacionados con mis "negocios legales", la imagen que mantenía cuidadosamente para protegerlo de la verdad. Para él, yo era solo su hermana, médica brillante y empresaria exitosa, alejada de las sombras en las que realmente me movía.
- fue genial -respondí con una sonrisa serena, eludiendo cualquier detalle que no encajara en esa narrativa-. Ya sabes cómo es , lleno de cultura y contratos millonarios. Cerré un par de acuerdos que nos darán más visibilidad.
Nos sentamos en los sillones de su oficina y tomamos café mientras conversábamos sobre cosas triviales. El tiempo pasó rápido y antes de que me diera cuenta, era hora de marcharme. Bratt se despidió con una sonrisa, sin saber que, mientras hablaba sobre trivialidades, yo pensaba en los negocios que realmente manejaba, en la violencia que tejía mi día a día.
Después de salir de su oficina, me dirigí a la sección del hospital. Allí me esperaban horas de trabajo médico, el papel que siempre había sabido interpretar a la perfección. Me puse mi bata y fui a revisar los informes de los pacientes antes de dirigirme al quirófano. Un soldado había llegado herido en una misión y necesitaba cirugía de urgencia. Estaba acostumbrada a estas situaciones, donde la vida pendía de un hilo y mis manos eran las responsables de decidir el desenlace.
La operación duró varias horas, pero al final fue un éxito. Cuando salí del quirófano, el aire frío me golpeó el rostro. Caminé por el pasillo hasta la sala de espera, donde la esposa del soldado me aguardaba con el rostro lleno de preocupación.
-Su esposo está fuera de peligro -le dije con calma, colocándole una mano en el hombro-. Va a necesitar tiempo para recuperarse, pero estará bien.
La mujer rompió en sollozos, de alivio más que de tristeza, y agradeció entre lágrimas. A lo lejos, pude ver a Sam ocupada en otro procedimiento, igualmente dedicada a mantener las apariencias, como siempre.
A pesar de todo, nuestro mundo era dual: la realidad que mostraba la luz del día y las sombras que se arrastraban tras la caída del sol.
Mientras camino por los pasillos de la central, disfrutando del silencio que me rodea después de la cirugía. En busca de Bratt, decido invitarlo a comer con Sam y conmigo. Siento que ya es hora de desconectar un poco del trabajo, al menos por un par de horas.
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The Blonde goddess
FanficAmbas mujeres con aparecía de angeles no eran mas que dos seres infernales.