28. Cara cara

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El ambiente en ese momento se había vuelto tenso, el híbrido tenía frente a él a la mujer que alguna vez amó y que abandonó a su suerte porque se había dado en cuenta que a quien verdaderamente había amado era a la joven del futuro, a Kagome.

Pero estando ahí estaba desorientado, ¿Por qué Kikyo olía tan parecido a Kagome? ¿Qué es lo que estaba pasando? La sacerdotisa lo miraba, resentida, con odio, como si fuera a matarlo y, por más descabellado que sonara, aceptaría la muerte porque era la única forma de expiar, por decir de alguna manera, sus pecados.

-¿Qué no dirás nada Inuyasha?

-¿Por qué tu aroma es tan parecido al de Kagome?

Kikyo dejó ver aquel mechón que se había colgado en el cabello, recordando que antes de partir de Kawaakari ella y Kagome habían intercambiado aquel aceite que ocultaba su aroma original y por supuesto una parte de su cabello por pura precaución, había sido una buena idea.

-Por esto quizás, es cabello de Kagome, por eso la confusión de tu nariz- sonrió.

-¿Cómo…?- el híbrido estaba confundido- ¿Dónde está Kagome? ¿Qué le hiciste?- dijo Inuyasha tomando una pose más a la defensiva y desempuñando su espada.

-¿Qué le hice? ¡¿Te atreves a preguntar que le hice a Kagome?! ¡Tú eres un maldito que no tiene derecho de preguntar absolutamente nada! No soy tú para hacerle daño a las personas que amo.

-¿Amar? ¡Tu siempre odiaste a Kagome! No me hagas perder la paciencia Kikyo y dime en donde está.

-¿Quieres saber dónde está? Bien te lo diré, pero antes deberás escuchar una triste y trágica historia Inuyasha.

-Habla.

En ese momento había llegado Miroku que no estaba sorprendido por la situación, desde que intuyó que había un cadáver imaginó que fuera Kikyo, la pulga Myoga descansaba en su hombro, aparentemente confundido porque esperaba ver a la señora Kagome, no a la joven Kikyo, así se lo había dicho su señoría.

-Cuando dejaste a Kagome ella estaba preñada, lamentable y como bien sabes, ella perdió ese producto por la tristeza. Hubo un joven llamado Kichiro Asano que desde que la vio en la aldea de mi hermana Kaede, se enamoró de ella, y quizás te preguntes cómo se todo esto- dijo con parsimonia- es porque generalmente Kaede me mandaba correspondencia.

Inuyasha escuchaba atentamente en medio del bosque, con un frío que empezaba a calar los huesos. Miroku seguía escuchando y analizando la escena, sabía que si Inuyasha daba un paso en falso, Kikyo lo condenaría con una flecha.

-Yo estaba confundida porque cómo era posible que la mujer que tanto decía amarte permitía que alguien más pudiera entrar en su corazón, pero no era más que envidia de mi parte porque ella si podía ser amada por otra persona y por ti, porque siempre supe que la querías a ella y yo me aferré a ti en una forma de chantaje y de obligación.

>Cuando me dejaste a merced de Naraku- su voz se volvió más pesada- apenas y pude escapar de él, abusó de mí de muchas maneras, profano mi cuerpo, corrompió aún más mi alma y tú no estuviste ahí ni siquiera para darme una mano aunque sea por solidaridad, porque claro, tú habías decidido irte y yo no te iba a obligar más. Como pude escapé y me recuperé, al tiempo me encontré con Kagome, ella ya tenía un avanzado estado de gestación.

-¿Estaba embarazada?- preguntó anonadado Inuyasha.

-¿Recuerdas que te mencioné a Kichiro? Pues la tomó como su esposa, se casó con ella en una ceremonia y la hizo señora de las tierras que estás pisando. Yo pensé que ese hijo era tuyo, pero ella me aseguró que jamás se le ocurriría volver a ti. Por extraño que parezca, ella no te odiaba ni te tenía rencor. Ahí me di cuenta que de verdad ella era una de tus víctimas, así como yo también lo fui. Ella estaba siendo feliz.

En mi eternidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora