20. Rumores

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El hanyo Inuyasha estaba una vez más frente a aquel árbol que se había vuelto como una vaga esperanza ante la posibilidad de volver a encontrarse con Kagome, sinceramente lo que hubiera pasado con Kikyo, no era de su absoluto interés, no después de haber perdido al amor de su vida.

La noche fría y estrellada, acobijaban al joven hanyo que seguía esperando pacientemente en ese sitio. Tenía mucho que no salía a realizar trabajos para los humanos, sólo se dedicó a cuidar aquella vieja aldea, en la cual, la había conocido.

Aún recordaba como ella le había dicho que sus sentimientos habían cambiado. Esa vez ya no había lágrimas en sus ojos, no había algo que reflejara su esperanza “ya no te amo Inuyasha” esa maldita frase se repetía una y otra y otra vez desde lo profundo de su memoria.
¿Por qué había sido tan imbécil? Sin duda era una maldita bestia.

-Te perdí por no ser lo suficientemente valiente, Kagome.

Se dijo más para si mismo que para alguien más, pero el problema fue que otra persona estaba ahí y escuchó las míseras palabras que el hanyo había mencionado.

-Yo siempre te dije que tu corazón estaba confundido, decidiste por Kikyo y sólo te diste cuenta de la verdad que albergaba tu alma cuando Kagome se fue Inuyasha, ahora no está Kikyo y tampoco Kagome.

-No necesito que me lo recuerdes Miroku- dijo de mala gana- no necesito que me recuerdes mi desgracia.

-Lo entiendo, pero debes de saberlo. ¿Seguirás aquí?

-Es mi ritual diario ¿no? Esperar hasta que ella alguna noche aparezca.

Miroku solo sonrió. Admiraba la tenacidad de Inuyasha en mantener una falsa esperanza, pero lo cierto era que Kagome no volvería.

Por algo se había alejado de su torpe e indeciso amigo. Eso había sido un golpe duro, la desaparición de su vieja amiga. Sango también lo había resentido. Todos fueron víctimas de alguna manera de Inuyasha, pero no él, Miroku sabía perfectamente que el corazón confundido de Inuyasha, tarde o temprano terminaría de destruir aquello por lo que siempre había anhelado todo su vida: un amor verdadero.

Y no, a diferencia de muchos, el no pensaba que la culpa era de la sacerdotisa Kikyo porque ella también era una victima más de la desidia de su amigo y aunque a él no le gustara reconocerlo, era el culpable de ese conflicto con las dos mujeres que habían sido lo más preciado en su vida: La mujer del pasado, la mujer del futuro, las mujeres que seguían siendo su presente, pero que se habían quedado atrás junto al tiempo.

-Inuyasha, se que desde la desaparición de Kagome tomaste la responsabilidad de cuidar esta aldea, pero de verdad, esta vez yo no puedo enfrentarme a lo que viene.

-¿De que hablas?

-Naraku apareció de nuevo.

El hanyo volteó de inmediato ante el monje. Estaba asombrado, Después de tantos años ese maldito infeliz aparecía, y si lo hacía era por algo malo y que de seguro traería sufrimiento y desgracia.

-¿Cómo lo sabes?

-Han aparecido muchos demonios con su aura, además en el último trabajo que realicé en la aldea del este, mencionaron que el demonio Naraku anda rondando las tierras del norte.

-Creí que estaba muerto, pensé que Kikyo se lo había llevado al infierno.

-Pues no es así. Tendremos que averiguar para poder tomar una acción. Necesitaremos toda la ayuda posible y lo sabes.

-¡Ese Infeliz!- gritó- ¡Me desharé de él!

-Debemos de idear una estrategia, no podemos irnos deliberadamente sin tener un conocimiento previo de si son o no verdaderos los rumores de que está al norte.

En mi eternidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora