Capítulo 14

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Arthur.

No podía dejar de sentirme incómodo por lo que pasó anoche. ¿Cómo es posible que Lía haya entrado en mi habitación así, sin más? Es una inmiscuyosa, y lo peor es que no tiene freno en la lengua. Me soltó, con una risa maliciosa, que había visto mi trasero... Me sentí avergonzado. Pero lo que de verdad me inquietó fue cuando la acerqué a mi cuerpo, sin pensarlo. Mi pene todavía estaba rígido, y una chispa extraña recorrió mi cuerpo. ¿Qué me estaba pasando? Era una locura siquiera imaginarme desnudándola, tomándola en ese momento.

Anoche no pude pegar un ojo. Su cuerpo, vibrando cerca del mío, no se me iba de la cabeza. Incluso soñé con ella. En mi sueño, estábamos desnudos, yo encima de ella, tocando su piel mientras nuestros gemidos se entremezclaban. Me desperté sudando, lleno de confusión. —No quiero sentir esto por Lía.—Desde que la conozco me ha parecido irritante, molesta, alguien con quien no tendría nada en común, mucho menos atracción.

Esta mañana, hice todo lo posible por evitarla, pero no había forma. Nos íbamos a encontrar tarde o temprano. Así que salí apresurado, tratando de escapar de la vergüenza que me abrumaba. ¿Qué me estaba ocurriendo? —Lía no me atrae, no quiero estar cerca de ella. Es molesta— Cada vez que la veo, siento una mezcla de molestia y rechazo, pero lo de anoche... me confundió.

Solté el aire contenido y subo a mi limusina, encendí la música, mirando la carretera mientras seguía pensando. Miguel, me miró de reojo. Lo miré de vuelta, y cuando vio mi expresión, rápidamente apartó la vista. Al llegar a la empresa, bajé del auto, y como de costumbre, todos estaban ahí, listos para recibirme. Menos mi hermano, claro. —A él siempre le molesta verme bien.—No entiendo qué pasa con él, pero nunca pierde oportunidad en querer sentirse mejor que yo.

Cuando entré, lo vi de inmediato. Ahí estaba, mi hermano, y a su lado... Stephenie White. Apreté los puños, sintiendo una chispa de rabia. ¿Qué hacía ella aquí? Stephenie tiene su propia empresa, dedicada a vender calzado, relojes, carteras de lujo, algo totalmente distinto a lo que hacemos nosotros. Nosotros preparamos móviles de alta gama, cámaras, electrodomésticos... Nada que ver con lo suyo.

Ella se acercó con esa confianza que siempre ha tenido. Me dio un beso en la mejilla, y con una sonrisa, soltó:

—¡Qué gusto verte, Arthur!— Respondio y yo  con frialdad, desvie la mirada. —Nos conocemos bien — Le dijo a Enzo y el me quedó mirando—Y querido también conozco a tu gemelo— aclaro mirando a Enzo. Claro, siempre tienen algo entre manos que a mí no me compete. Por esa razón él, la trajo aquí para asociarnos.

—Vaya Stephenie. No sabia que tambien conocías a mi hermano— Menciono mi hermano esta  vez, Stephenie sonrió encogiendose de hombros.

—Bien por ahora estoy muy ocupado— añadí, entrando a mi oficina sin darles más atención.

Me senté detrás de mi escritorio, revisando los papeles de la empresa.

Contratos, informes de ventas, proyectos en curso... Todo lo que mantiene una empresa en marcha. Las ventas estaban bien, pero había que cerrar acuerdos importantes con nuestros proveedores de tecnología. Sin embargo, mientras pasaba de documento en documento, me sentía inquieto. Sonó el teléfono. Era mamá. Hablamos un rato, luego papá también llamó. Nada fuera de lo normal, pero me sentía distraído. Aburrido. Tomé una revista que estaba en mi escritorio, pero no podía concentrarme en lo que leía.

De repente, la imagen de Lía volvió a mi cabeza. —Maldita sea— dije en voz baja. Me levanté bruscamente, intentando sacarla de mis pensamientos. Llamé a Nancy, mi asistente. —Prepara la sala de reuniones—le ordene con tono serio. —Voy a hablar con mi hermano y la invitada.

—Si señor.

****

Miré a mi hermano y supe que estaba decidido. Yo ya sabía, desde el momento en que mencionó a Stephenie White, que no habría vuelta atrás. Stephenie, una mujer de negocios a la que conocía desde hacía años, había dejado una huella en el mundo empresarial. Sin embargo, mi desconfianza hacia ella era evidente, aunque mi hermano no lo entendiera. Y él, tan obstinado como siempre, no quería escuchar razones. Y lo peor es que la pasamos bien íntimamente, pero tenerla aquí cerca, eso no quería.

—Bueno, quiero que aclaremos esto, hermano. Aunque tú no quieras aceptar, ya decidí asociarme con Stephenie White —declaro con ese tono de suficiencia que solía emplear cuando ya había tomado una decisión.

Lo observé fijamente, con los brazos cruzados, tratando de no dejar salir las palabras que bullían en mi interior. No quería decir algo de lo que luego me arrepentiría, pero me costaba contenerme.

—Haz lo que quieras —le respondí, tratando de mantener la calma—. De todos modos, tus acciones estarán fusionadas con las de ella, no las mías.

Él frunció el ceño, claramente molesto por mi respuesta.

—Pero, ¿por qué, Arthur? ¿Por qué te molestas? Mi empresa es una de las mejores del país. Esto nos beneficiará a todos —Mencionó Stephenie.

Sabía que estaba buscando mi aprobación, pero no podía dársela. No era solo una cuestión de negocios, sino de principios. Fusionar mi empresa, una que había construido desde cero, con la de Stephenie, significaba perder mi identidad, mis valores. No estaba dispuesto a comprometerme de esa manera.

—No es eso. Lo que pasa es que yo no puedo unirme a una empresa que no tiene nada que ver con la tecnología. Mi empresa es diferente, no quiero mezclarla con algo que no tiene relación con lo que hago. Entiendo que a ti te pueda ayudar a crecer, y lo respeto. Pero mis acciones no estarán involucradas —respondí, manteniendo la firmeza en mi voz.

—Estás siendo muy terco, Arthur. Esto es lo mejor para todos —replicó mi hermano, evidentemente frustrado.

—Si tú lo dices… Tú y Stephenie pueden fusionarse, pero yo no me sumaré a esa decisión. He tomado una decisión firme.

Él me miró con una mezcla de incredulidad y rabia, pero no me importaba. Estaba acostumbrado a que las cosas no fueran como él quería, y esto no sería diferente. Nadie me iba a forzar a algo que no consideraba correcto.

Me levanté de la silla y me dirigí hacia la puerta, consciente de que la conversación estaba lejos de ser resuelta. Sentí su mirada clavada en mi espalda mientras me alejaba, pero me negué a darle más explicaciones. Sabía que él no lo entendería, no ahora.

Cuando estaba a punto de entrar en mi despacho sentí una mano en mi hombro. Era Stephenie.

—¿Por qué estás molesto, Arthur? —preguntó, con esa mirada penetrante que solía usar cuando quería manipular una situación—. ¿Estás celoso?

Me detuve y la miré con una mezcla de incredulidad y exasperación.

—¿Celoso? —dije con un tono que dejaba claro lo absurdo de su comentario—. Stephenie, lo nuestro fue una simple aventura. No tiene nada que ver con celos ni con lo que estás proponiendo. No quiero fusionar mi empresa con la tuya porque no tiene sentido desde el punto de vista estratégico, nada más.

Ella frunció el ceño, claramente frustrada.

—Lo siento mucho, pero ya he quedado con tu hermano. Esto es lo mejor para todos. —Intentaba convencerme, pero sus palabras no tenían efecto en mí.

—Haz lo que quieras.

—Siento que haces esto porque sientes celos, porque conozco a tu hermano—Solté una risa irónica.

—Ya te dije, mis acciones no estarán involucradas. Yo soy un hombre ocupado y celos, eso ni por la madre de mi hija lo senti.

Stephenie bufó, claramente molesta por mi rechazo, y regresó a la sala donde mi hermano la esperaba. Sabía que ella no estaba acostumbrada a que le dijeran que no, pero hoy no era su día.

Caminé hacia mi oficina y no pude evitar reírme. Celoso… ¿de Stephenie? Ni siquiera sentí celos cuando eramos jovenes y me gustaba, y eso que la vi con otros hombres. No había nada en nuestra relación que pudiera despertar ese tipo de emociones en mí. Todo lo nuestro había sido pasajero, sin mayor importancia. Ni Siquiera mi ex esposa, me hizo sentir celos.

Ahora tenía cosas más importantes de las que ocuparme, en vez de perder el tiempo.

La niñera de las hijas del CEO: Arthur Zaens. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora