Capitulo 32

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Arthur

Estaba a punto de explotar de rabia. ¿Cómo es posible que aparezca de repente y diga todo eso? La miré con desagrado, conteniendo el impulso de alzar la voz, pero me contuve, luego dirigí mi vista hacia mi hermano.

—Al parcer todo es planeado por ti, Enzo sin embargo ya estan claros. Pronto me casare.

—Estas mal hermano. No se de hablas, acabo de encontrarme con Nadia.

—Arthur soy tu esposa.—Menciono Nadia firme. A esta mujer le dejare las cosas claras.

—Para empezar, tú y yo no tenemos absolutamente nada. Nos dejamos hace años, así que busca tu camino y haz lo que más te parezca. Ya te dije que busques a tu abogado. Tú y yo estamos divorciados hace mucho. Ni siquiera mis hijas llevan tu apellido. ¿Y ahora vienes aquí con esto?

—Mira qué casualidad —dijo ella, con una sonrisa cínica—. Me encontré con mi cuñado y quería preguntarle por mis hijas y por ti, y que me busque un buen abogado. Si tú supieras todo lo que he sufrido, no te lo imaginas.

—Pues que yo sepa, no te veo nada sufrida. De hecho, te veo bastante bien —contesté sin ocultar mi sarcasmo.

Nadia miro a Lia de mal modo.

—Tu eres una cinica, quien eres, porque estas aqui con mi marido. ¿Sabes quien soy?—Niego a punto de decirle sus verdades pero Lia se adelanto.

—Y usted, señora, no me interesa conocerla. Conocí a Arthur como un hombre soltero, así que no se acerque a mí con ese cuento de que es su esposo, porque para mí es un hombre muy divorciado —respondió Lía con una frialdad que me sorprendió. Me apretó la mano con seguridad y luego agregó—: Y ahora soy su novia.

Sonreí, feliz de ver a Lía defendiendo nuestra relación sin dudar, y le devolví el gesto tomándola de la mano.

—Cariño, vámonos —le dije, con una mezcla de alivio y orgullo.

Ella sonrió y, mientras nos alejábamos, mi ex lanzó su última carta.

—¿Así que eres un imbécil, Arthur? ¿Le vas a engatusar como a todas las demás?

No quise responder. La dejé de pie ahí, sin mirarla, y cuando el camarero se acercó con nuestra comida, le puse algo de dinero en la mano.

—Muchas gracias, pero pueden quedarse con la comida.

El camarero asintió, algo desconcertado, y yo apreté la mano de Lía para salir del restaurante.

—No puedo creerlo —dijo Lía cuando ya estábamos afuera—. ¿Ella es la madre de tus hijas?

—Es mi exesposa, Lía, y créeme, no es lo que estás pensando. Las cosas entre nosotros terminaron hace mucho. Ella y yo no vamos a volver. Jamás.

—¿Entonces qué hacía con tu hermano? No entiendo.

—Seguramente lo llamó. No escuchaste cómo insistía en querer regresar conmigo. Pero no lo va a conseguir. No voy a darle ninguna oportunidad.

Lía suspiró, tratando de calmarse.

—Es una mujer… complicada. ¿Quieres que vayamos a algún lugar tranquilo?

—Donde tú quieras.

Nos subimos al coche, y mientras conducía, ella soltó de repente:

—¿Te gustaría que fuéramos a un hotel?

La miré, sorprendido. Su espontaneidad me arrancó una sonrisa.

—Claro, amor. Podemos pasar la noche ahí.

Nos dirigimos a uno de los mejores hoteles de la ciudad. Al llegar, pedí una habitación con cena y vino, y en pocos minutos nos entregaron las llaves. Subimos en el elevador, y al llegar al piso, marqué la contraseña para abrir la puerta.

La niñera de las hijas del CEO: Arthur Zaens. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora