Capitulo 22

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Lía.

Al dejar a las niñas tranquilas, me di una ducha rápida. El agua caliente me relajaba, pero mi mente no dejaba de divagar. ¿Qué me estaba pasando con este hombre? No era normal sentir algo por alguien como él. Arthur Zaens era arrogante, odioso, con un temperamento terrible. Todo en él me debería repeler, pero en lugar de eso... me atraía, y no podía sacarlo de mi cabeza. Era un Putillo, un Zorro como la letra del inicio de su apellido. “Esto es una locura”, me repetía a mí misma. No tenía sentido. Era mi jefe, y yo no podía ni debía sentir nada por él.

Terminé de ducharme, me puse un suéter cómodo porque hacía frío afuera y salí de mi habitación con el propósito de ver cómo se encontraba. Caminé por el pasillo silencioso, y al llegar frente a su puerta, dudé. ¿Qué estaba haciendo? Quise dar media vuelta, pero antes de que pudiera decidir, escuché su voz desde adentro.

—Puedes pasar, se que eres tú.

Mi corazón dio un salto. Respiré hondo y abrí la puerta.

—Soy yo, señor, Lía. Solo quería saber cómo se encuentra.

Arthur me miró fijamente. —Cierra la puerta, se que eres tu, la única que anda dando vueltas en él  pasillo como los fantasmas —Comento sarcastico con esa voz profunda que me desconcertaba. Obedecí y me acerqué a la cama, intentando disimular mi nerviosismo. En tan poco tiempo ya me conoce.

—¿Cómo se siente? —pregunté mientras me sentaba en el borde de la cama.

—Mejor, gracias. ¿Y las gemelas?

—Les di algo de comer, las dejé limpias y se quedaron dormidas.

Asintió, pero había algo en su mirada que me hacía sentir incómoda. No sabía si ya sospechaba algunas cosas, pero estaba claro que su mente no estaba en paz. Seguramente era inteligente y sabia que alguien había provocado el accidente de esta mañana.

—Gracias —murmuró, volviendo la vista hacia la ventana.

Después de un largo silencio, me animé a preguntar.
—¿Cuándo nos iremos, señor?

—Quizás la próxima semana.

Me quedé helada. —¿Tanto tiempo? Pensé que nos iríamos mañana...

—Necesito resolver algunas cosas primero —respondió, casi distraído. Quise discutir, pero sabía que no valía la pena. Es mi jefe y él tenía la última palabra. Sin embargo, mi mente seguía preocupada.

—Escuché que su hermano quiere hacer una fiesta mañana —dije, buscando algún tema para cambiar la tensión en el aire.

—Así es.

—¿Usted irá?

Se rió de forma extraña y no dijo nada. Su silencio me incomodaba, así que me atreví a opinar:

—Tal vez debería ir... Su hermano parece disfrutar verlo mal. Discúlpeme si me meto en lo que no me importa.

—Tranquila, Lía. Sé muy bien la clase de persona que es Enzo. Tienes buen ojo. La envidia que me tiene es evidente, no solo él, también mis primos. En esta familia, no confío en nadie, has tu lo mismo.

—Esta bien pero...¿ Ni en sus padres confía? —pregunté, sorprendida.

—Ellos están recorriendo el mundo en su barco, viviendo la vida sin preocupaciones.

—Eso suena como el sueño de muchos —comenté, sin poder contener una sonrisa sarcástica.

—A veces eres demasiado honesta, Lía.

La niñera de las hijas del CEO: Arthur Zaens. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora