Capitulo 34

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Arthur.

Ese día llegué temprano a la empresa con mi padre, sin haber avisado a nadie. Al entrar, Nancy, mi asistente, me saludó con una sonrisa que me pareció extraña; usualmente no tenía oportunidad de verme llegar de esa manera. Caminamos directamente al despacho de Enzo, pero justo antes de entrar, le pedí a la secretaria que guardara silencio. Quería sorprender a mi hermano. Lo que nunca imaginé fue lo que encontraría al abrir esa puerta.

Lo primero que vi fue a Enzo sobre el escritorio, desarreglado, y junto a él estaba Nadia, mi ex esposa acomodándose rápidamente. Me quedé petrificado, igual que mi padre, quien rompió el silencio con un grito furioso.

—¡¿Qué es esta estupidez?!—. La cara de Enzo se puso pálida, y mientras intentaba abrocharse los pantalones, vi cómo Nadia, completamente avergonzada, bajaba del escritorio. Me tomó un segundo entenderlo todo, y cuando lo hice, sentí ganas de reir.

—¡¿Cómo es posible que te estés acostando con la que fue la mujer de tu hermano?!—, gritó mi padre, mirándolo con una furia que nunca había visto en él. Yo apenas negaba, a decir verdad eso no me afecta para nada.

Enzo intentó justificarse, como si sus palabras pudieran arreglar el desastre. Pero mi padre no se dejó engañar.

—Siempre te he dado todo. Les he dado lo mismo a ambos. ¡¿Y así me pagas, traicionando a tu propio hermano?!.

Enzo, con los puños apretados, respondió, casi con desprecio

—Arthur siempre tuvo lo mejor. Siempre fue el preferido— Escuchar esas palabras me llenó de rabia, pero me esforcé en mantener la calma. No podía permitir que Enzo me sacara de mis casillas.

—Enzo, todo lo que tienes, lo tienes por ti mismo. No soy responsable de tus decisiones— le dije, controlando la voz.
—Tus acciones han hablado por ti, y lo que acabas de hacer es simplemente imperdonable.

Mi padre se cruzó de brazos y lo miró con desdén. —No solo le has faltado al respeto a tu hermano, sino que también lo has estado robando. Has intentado destruir lo que él construyó. A partir de hoy, ya no tienes lugar en esta empresa ni en esta familia.

Vi a Enzo apretar aún más los puños y supe que su orgullo herido lo estaba consumiendo. —¿Así es como vas a humillarme, Arthur?— murmuró con una mezcla de odio y rencor. —Todo lo que he hecho, lo hice porque ustedes siempre me hicieron a un lado.

Lo miré, incrédulo.

—Humillarte es lo último que quiero hacer, Enzo. Tus actos hablan por sí mismos. No me queda más remedio que proteger a mi familia. No puedes seguir en esta empresa—Declare furioso.—Aqui estan todas las pruebas, de tus fechorias, las malveraciones con Stephanie, pagaste a otros peones para que mi caballo se descontrolara y lo peor fue que mandaste a aflojar los rines de mi auto y a romper los cables para que sufriera ese accidente. Crees que mereces perdon.

—Yo no hice eso. Estas inventando.

—Como fuiste posible de hacerle eso a tu propio hermano.—Espeto mi padre y luego dirigio su mirada hacia Nadia. —Y tu largate de aqui, eres una zorra, que se aprovecho, robaste una fortuna, joyas, mereces la carcel. —Nadia palidecio.

—Lo siento mucho, por favor no me heche presa. Enzo me manipulo.

—Nadie basta ya.—Grito Enzo.

—Largate de aqui, ni siquiera se te ocurra acercarte a mis hijas o te refundire en la carcel.—declare hacia ella.

—Por Favor perdoname Arthur.

—Fuera de aqui, ahora. —Nadia asintio y salio rapidamente del despacho.

—Que desepción—Expreso mi padre.

—Enzo largate de aqui ahora.—Le dije conteniendo mi ira. —Di gracias que no iras a la carcel por todo lo que haz echo.

Enzo salió furioso, lanzándome una mirada llena de resentimiento. Me dolía, pero sabía que no había marcha atrás. Tenía que hacer lo correcto, aunque eso significara alejarme de mi propio hermano.

Un año después

Ha pasado un año desde aquel día. La vida ha cambiado mucho para mí, y, honestamente, creo que para bien. Enzo desapareció de mi vida, y Nadia se fue al extranjero, lejos de todo, temiendo ir a la carcel.  Ahora estoy comprometido con Lía, y las cosas entre nosotros no podrían ir mejor. Cada día a su lado me hace más feliz y me recuerda lo afortunado que soy.

Esta tarde estaba en el jardín con mis hijas, viendo cómo jugaban con el perrito que les había regalado.

— Mira, papi, ¡este perrito es tan lindo!—, dijo Ayla, sonriendo de oreja a oreja mientras el cachorro movía la cola, emocionado.

Sonreí y le acaricié la cabeza.

—Es normal que te encariñes con él, cariño. Ahora es parte de la familia...

—Pero hace mucho popo— Menciono Leyla con hastio.

—Hermana esto es normal hasta nosotros lo hacemos— Niego riendo. Las dos empezaban a reír a carcajadas, luego se fueron  jugar con el cachorrito.

Justo en ese momento vi a Lía acercarse, y no pude evitar que mi corazón latiera un poco más rápido. Se veía cansada, pero radiante. Mis hijas corrieron a abrazarla y yo la recibí con una sonrisa.

—Hola, cariño. ¿Cómo te fue?— le pregunté, mientras le daba un beso en la frente.

—Muy bien. ¡Tengo una gran noticia! Me han dado un contrato para publicar mi primer libro—, respondió, con una emoción que hacía que sus ojos brillaran.

—¿En serio? ¿Cómo se llama?—, le pregunté, sin poder evitar sonreír también.

—La niñera del CEO—, contestó, con una sonrisa traviesa. Al instante entendí de qué iba la historia y solté una carcajada.

—¿Así que vas a publicar nuestra historia?—, le dije, aún riendo.

—Sí, pero no te preocupes—, respondió ella, riendo conmigo. —Cambiaré los nombres. No pondré ni el tuyo ni el mío, y mucho menos el de nuestras hijas. Pero nuestra historia es algo que quiero compartir con el mundo. Conocer cómo  llegue hasta aquí, ha sido la mejor parte de mi vida, y creo que otros pueden aprender de eso.

La abracé, rodeándola con mis brazos y sintiendo una paz infinita. —Te amo, Lía. Gracias por llegar a mi vida, a las de mi hija, y hacerla mejor cada día

Ella apoyó su cabeza en mi pecho, y sentí que nada más importaba en ese momento.

—Yo también te amo, Arthur. Amo a tus hijas y a esta familia que estamos formando.

En ese instante, supe que, pase lo que pase, lucharía siempre por proteger a las personas que amaba. Después de todo lo que había pasado, entendí que la verdadera felicidad está en las pequeñas cosas y en las personas que te acompañan sin importar nada.

La niñera de las hijas del CEO: Arthur Zaens. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora