Capitulo 14. ♟️

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Aemond.

Cada palabra que se cruzaba en la mesa del Rey parecía desvanecerse en el aire antes de llegar a mis oídos

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Cada palabra que se cruzaba en la mesa del Rey parecía desvanecerse en el aire antes de llegar a mis oídos. El murmullo de los consejeros, las risas, las decisiones de estado, todo era insignificante. Solo una cosa ocupaba mi mente, solo una visión atrapaba mi atención, ella.

La observo desde la distancia, rodeada de los Stark, como si no hubiera un mar de diferencias entre nosotros. Cregan y Edmund parecen monopolizar su atención, y Rhayshera, ella les sonríe de una manera que nunca me ha sonreído a mí. La risa que escapa de sus labios, tan suave y sincera, me perfora el pecho con una ira que apenas logró contener.

¿Por qué se muestra tan animada en su compañía? Quizás lo entienda con Edmund pero no con Cregan. El dragón en mí ruge con furia, pero en el exterior mantengo mi postura estoica. Mis dedos tamborilean contra la mesa, el único signo externo de mi impaciencia, de mi desesperación. Quiero que venga a mi lado, que se aleje de ellos, que me mire con la misma calidez con la que ahora les mira a ellos.

Cada risa que comparte con ellos es una afrenta, una puñalada más en mi orgullo. Sé que no debería sentir esto, que los celos son impropios de un Targaryen, pero no puedo evitarlo. Ella es mía, aunque aún no haya llegado el día en que lo jure ante los dioses y los hombres pero si en su cama.

Sin embargo está ahí, encantada con su compañía, sin una sola mirada para mí. ¿Lo hace a propósito? ¿Sabe lo que provoca en mí? No lo sé. Y esa incertidumbre me devora.

Me niego a dejar que los Stark me la arrebaten, me niego a permitir que esos lobos se acerquen más. Pero por ahora, debo guardar la compostura, ocultar mis ganas de matarlos. La paciencia es una virtud que los Targaryen han aprendido a dominar, pero en este momento, es la virtud más difícil de mantener.

—Cuando ella sea tu esposa deberás cortar de raíz esa amistad con sus perros —murmura Otto a mi lado.

—¿Y porqué no ahora? —pregunto. El sonido de las copas chocando y las risas se mezclan con el crepitar de las velas, llenando el salón con una falsa sensación de calidez. Mientras, yo sigo atrapado en mi tormenta interior. Mis ojos no pueden apartarse de ella, ni un instante. Veo cómo inclina ligeramente la cabeza hacia Cregan, cómo sus labios se curvan en esa sonrisa que me tiene cautivo. Es como si cada gesto suyo estuviera diseñado para torturarme, para recordarme lo que todos desean arrebatarme.

—Porque con ellos no podrás decir que los mató un caballo.

—Pero si que desaparecieron dentro del estómago de Vhagar —sugiero. Me esfuerzo por mantener una fachada tranquila, por no dar señales de la ira que hierve en mi interior. Pero cuanto más los observo, más difícil se me hace contenerme. La simple idea de que ella pueda estar disfrutando de la compañía de esos perros más que la mía es como un veneno que se extiende por mis venas.

—Ella los buscaría y serías tú quien termine siendo cena de Dragón.

La noche transcurre y ella permanece en la mesa de los Stark aún cuando mi padre ha pedido que se siente a su lado.

Deseos Crueles || Aemond Targaryen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora