Lynn Loud Jr., capitana de su equipo de fútbol, es forzada a tomar clases de ballet, lo que la lleva a convivir con Giselle Westwood, su compañera en la escuela, una sofisticada bailarina, que es prejuzgada y molestada por Lynn. Aunque al principi...
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Narra Giselle
La mañana siguiente llegó con una luz tenue que se filtraba a través de las cortinas, pero para mí, no había brillo en el nuevo día. Me desperté con los ojos hinchados y la mente llena de confusión. La discusión con Lynn seguía fresca en mi memoria, cada palabra resonando como un eco incesante.
Me levanté lentamente, la sensación de pesadez aún presente en mi pecho. Decidí que necesitaba distraerme, así que me preparé para el día. Mientras me vestía, mi mente divagaba hacia la idea de enfrentar a Lynn nuevamente. A pesar de lo doloroso que había sido nuestra conversación, sentía que no podía dejar que las cosas quedaran así.
Al llegar a la escuela, mi corazón latía con fuerza. El bullicio de los estudiantes me rodeaba, pero todo se sentía lejano. Cuando entré en la sala, mi mirada buscó a Lynn, deseando encontrarla, pero ella no estaba. Mi corazón se hundió un poco más.
Las horas transcurrieron lentamente, y aunque intenté concentrarme en mis clases, no podía evitar mirar el reloj constantemente. La última clase del día llegó y el profesor empezó a hablar, pero sus palabras eran solo ruido de fondo. Todo lo que podía pensar era en lo que había sucedido y en cómo podría solucionarlo.
Finalmente, cuando el timbre sonó, un rayo de esperanza iluminó mi mente: tal vez Lynn estaba en su práctica de fútbol. Corrí hacia el campo, mis pasos resonando en el pasillo, y al llegar, vi a al equipo entrenando. Pero entre ellos, no estaba Lynn. La desesperación me invadió.
Decidí esperar un momento, sentada en una banca, observando cómo el sol comenzaba a descender en el horizonte. La brisa fresca acariciaba mi rostro, pero no lograba calmar el tumulto en mi interior. Entonces, escuché el sonido familiar de una voz que me hizo girar la cabeza.
Era Margo, acercándose con una sonrisa en su rostro.—¡Hola, Gigi! ¿Todo bien? Te ves... diferente, ¿por que de asombrosa a depresiva?—dijo, notando mi semblante preocupado.
—No estoy bien—admití, sintiendo que era el momento de desahogarme.—Tuve una pelea con Lynn. No sé qué hacer.
La expresión de Margo cambió de una sonrisa a una mirada comprensiva. Se sentó a mi lado y me animó a seguir.—¿De qué se trató?.
—Simplemente... no puedo entender por qué se siente tan distante. Estuvimos bien, pero ahora parece que hay un abismo entre nosotras—le conté, sintiendo que las lágrimas amenazaban con salir nuevamente.
Margo asintió—A veces, las palabras pueden hacer mucho daño, especialmente cuando estamos heridos. Pero eso no significa que no haya solución. ¿Has considerado hablar con ella de nuevo?.
—Lo sé, pero tengo miedo de que no quiera hablar conmigo—respondí, sintiéndome atrapada en un ciclo de dudas.
—El miedo no puede ser un obstáculo—, dijo Margo, su voz firme.—Si realmente te importa, debes intentar. A veces, solo necesitamos dar un paso al frente para aclarar las cosas.
