Lynn Loud Jr., capitana de su equipo de fútbol, es forzada a tomar clases de ballet, lo que la lleva a convivir con Giselle Westwood, su compañera en la escuela, una sofisticada bailarina, que es prejuzgada y molestada por Lynn. Aunque al principi...
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Narra Lynn
Caminaba junto a Lia por el pasillo, sintiendo la tensión colgando en el aire como una nube de tormenta que nadie se molesta en disipar. No podía evitar pensar en lo que había pasado entre ella y Giselle en el pasillo, la confrontación, las miradas de odio disfrazadas de indiferencia. Así que me armé de valor y solté la pregunta antes de arrepentirme.
—Entonces… ¿cómo estás con lo de Giselle?
La reacción de Lia fue inmediata. Me miró con una cara de "Me importa un carajo", soltó una risa seca y despectiva, como si le hubiera contado el chiste más malo del universo.
—¿Con eso? Estoy bien, Lynn, ¿qué esperabas? Créeme, Giselle no me asusta para nada. Esa chica está loca, y si no fuera porque es mi prima, ya habría hecho algo al respecto. En fin, me importa una mierda lo que haga. Es una perra.
Fruncí el ceño un poco. Vale, Giselle podía ser muchas cosas, pero tampoco era un monstruo. Y algo en mí probablemente el buen karma que intentaba cosechar me hizo decir:
—Vamos, Lia, no es tan mala. Digo, sí, Giselle pudo haberse portado… intensa, pero es una buena chica. Y además, son familia, ¿no crees que deberían llevarse mejor?
—¿Por qué la defiendes tanto, Lynn?
Sentí un cosquilleo incómodo en la nuca y traté de darme una respuesta, pero mi cerebro parecía haber sido hackeado por una tortuga. Antes de poder articular una palabra, Lia rodó los ojos y me interrumpió.
—¿Sabes qué? Olvídalo —dijo, suspirando con una mezcla de frustración y diversión.
Y antes de que me diera cuenta, había pasado sus brazos alrededor de mi cuello, como si fuéramos una pareja en una comedia romántica barata. Me tensé, intentando disimular lo incómoda que me sentía, mientras mi cerebro me gritaba que aquello estaba cruzando todas las líneas imaginables de “lo que es normal entre amigas”.
—Lo que importa es que estamos juntas, Lynn. Nosotras, no Giselle —murmuró, inclinándose un poco más cerca de lo que era saludable para mi ritmo cardíaco.
Forcé una sonrisa, que probablemente se veía más como una mueca.
—Claro… juntas, sí. Como… las gomitas y el azúcar. Pegajosas… pero no por elección.
Ella ni siquiera se rió de mi patético intento de humor. En cambio, continuó.
—¿Sabes? Hemos estado tanto tiempo así que creo que deberíamos dar otro paso. —La miré, completamente descolocada, mientras su rostro se acercaba peligrosamente al mío. Mi cerebro, otra vez, gritaba en modo pánico: “¡CUIDADO! ¡ALERTA DE PROXIMIDAD!”
Sus labios estaban a centímetros de los míos cuando…
—¡Lynn! ¡Nos sacamos una A en el proyecto! —Giselle, con su voz melodiosa y brillante, apareció de la nada como un rayo, corriendo hacia nosotras.
