Lynn Loud Jr., capitana de su equipo de fútbol, es forzada a tomar clases de ballet, lo que la lleva a convivir con Giselle Westwood, su compañera en la escuela, una sofisticada bailarina, que es prejuzgada y molestada por Lynn. Aunque al principi...
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Narra Giselle
Al llegar al estudio de danza, sentía que finalmente la calma se había asentado después del incómodo encuentro con Lia. Hoy, como otros días, tenía que ayudar a madame Claire con la clase, aunque sinceramente no tenía muchas ganas. Sabía que Lynn probablemente estaría ahí, y aunque no estábamos peleadas, nuestra conexión se sentía como una construcción vacía; un romance que nunca llegó a ninguna parte.
Observé a todas las chicas en el salón, preparándose para la práctica, pero Lynn no estaba entre ellas. Sentí un leve nudo de confusión en el estómago. ¿Estará enferma? ¿O tal vez simplemente llegará tarde? Dejé que la duda se disipara, concentrándome en ayudar a madame Claire. Pasaron las horas, y una vez que la clase concluyó y las chicas se fueron, me percaté de que Lynn jamás había aparecido.
Justo antes de irme, decidí aclarar mis dudas.
—Disculpe, madame Claire —dije, acercándome a ella, un tanto insegura.
Madame Claire levantó la vista de su libreta y me sonrió con amabilidad.
—¿Qué sucede, linda?
—¿Sabe por qué Lynn no vino hoy? ¿Se encuentra bien? —pregunté con curiosidad y un toque de preocupación.
Madame Claire suspiró suavemente.
—Lynn ya no asistirá, cariño. —Su respuesta me tomó por sorpresa—. Su entrenadora solo le pidió que estuviera aquí por dos meses para complementar su entrenamiento, y ya los cumplió.
La noticia me golpeó más fuerte de lo que imaginaba. Una parte de mí se sintió triste; no podía evitarlo. Claro, esto implicaba que ya no tendría que enfrentarme a esa incomodidad cada vez que coincidíamos en clase, pero... también significaba que la vería menos. Poco a poco, íbamos perdiendo cualquier lazo que nos uniera. Solo faltaría que la expulsaran de la escuela por alguna falta imprudente, como taclear a alguien inocente, y desaparecería por completo de mi vida.
Con el corazón algo apesadumbrado, me despedí de madame Claire y salí del estudio de danza.
Caminaba por la calle, sumergida en mis pensamientos, tanto que no noté el sonido del auto que se acercaba rápidamente. Estaba a punto de cruzar, cuando una mano me tomó de golpe y me arrastró a la acera. Sentí el viento del auto rozando al pasar, demasiado cerca.
Al mirar a mi “salvador”, me encontré con el rostro familiar de Alex, el amigo de mi hermana, Aurora. Su expresión reflejaba una mezcla de preocupación e incredulidad.
—¿Estás bien? —preguntó, soltando mi brazo poco a poco.
—Sí… sí, estoy bien. —La adrenalina aún recorría mi cuerpo, y mi voz tembló un poco—. Gracias, Alex.
Él miró hacia la calle, frunciendo el ceño.
—Deberías tener más cuidado, linda. La gente parece que maneja sin control por aquí.
