No me abandonarás nunca

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El hombre despierta aturdido. No sabe donde está y no puede apenas moverse. Se siente aprisionado y asfixiado. Hay poca luz en la habitación y cuesta ver con nitidez. Apenas puede divisar el techo que es de un color blanco grisáceo. Mueve los ojos y advierte que incontables tubos están conectados a sus extremidades. Repara que tiene una máscara para respirar que cubre su nariz y boca. Siente un profundo dolor pectoral. Desearía toser, pero no puede. Desearía gritar, pero algo se lo impide. De alguna manera deduce que se encuentra tendido en una especie de cama, pero eso también es una sensación borrosa.
Al poco, descubre como un murmullo, como una letanía recurrente y monótona. En breve, ese siseo se va transformando en una voz familiar. Le cuesta discernir si es realidad o si está soñando o quizá viva una pesadilla. Presta atención y la voz templada y cálida parece decir:
—¡Hijito!, ¡Hay!, ¡Hijito! ¿Quién iba a estar aquí si no es tu madre? ¿Eh? Lo ves. Tu madre y sólo tu madre es la que está siempre a tu lado. ¡No sabes tú cuánto te quiere tu madre!, ¡No hay nada más importante en el mundo que la madre!, ¡Yo no la tuve sabes!, ¡Los jóvenes de ahora no sabéis nada!, Si una madre es lo más importante que hay en el mundo. Para mí siempre serás mi niño chiquito. ¿Te acuerdas cuando yo te arrullaba en la cuna? ¿No sé por qué los niños tienen que crecer? Deberían ser siempre niños. Con lo que yo me preocupo por mi niño chiquito y lo díscolo que es. Pero una madre lo perdona todo. Y ahora ya sé que no te vas a ir nunca más. Me lo dice Dios que está allí arriba y todo lo ve. Si no fuera por Dios yo no habría tenido fuerzas para vivir ni para sacarte adelante. Es a él que tenemos que dar gracias. ¡Hijito mío yo te daré de comer como antes! También te vestiré y te peinaré. ¡Ah si es lo más hermoso, tener un hijo que te da Dios! Y una siempre ha sido decente. Arriba está quien lo todo lo ve.
Nuestro hombre intenta una vez más moverse, pero es inútil. También intenta emitir algún sonido, pero el resultado es baldío. La voz prosigue con su letanía:
—¡No sé qué le veis los hombres para buscar otras mujeres y apartaros de nosotras! Si las madres tenemos todo, absolutamente todo lo que un hijo puede necesitar. Un hijo no debería apartarse nunca de su madre. Si una madre es lo más hermoso para el hijo y un hijo es lo más hermoso para la madre. ¡Hijo! ¡Hijito! ¡Corazón mío! ¡Chiquitín! ¡Cuánto te quiere tu madre! ¡Hay hijito mío! ¡Ya no me abandonarás nunca!
La escena es contemplada por dos individuos a través de una ventana en forma de rombo que existe en la puerta de la habitación.
—¿Nos la llevamos ya? —pregunta con cierta sequedad uno de los individuos, trajeado en un almacén de marca económica.
—No, todavía no, tenemos que esperar refuerzos. —responde su compañero vestido de igual manera, pero del que sabemos que tiene un status superior.
—¡Pero si es una viejecita inofensiva!
—¿No lo sabes? Pues la viejecita "inofensiva" que tú dices está acusada de intento de homicidio.
—¿Cómo?
—Como lo oyes. Tú la ves ahí toda solícita recitándole tantas zalamerías al desgraciado ese. Pues fue ella la que cortó el cable de los frenos del automóvil de su hijo. La cámara del aparcamiento lo registró todo. ¡Es increíble con lo vieja que es y se metió debajo del carro! Seguramente la internarán en un psiquiátrico, pero él está condenado para toda la vida. Tetrapléjico y con respiración asistida.
—¡Joder!
—¡Y eso no es todo!
—¿No?
—Además, según he leído en el informe, probablemente fue ella la que propició los dos divorcios de su "hijito" que tiene ya cincuenta años.
—¡Jodeer! —Exclama mientras busca su paquete de tabaco y su mechero—. Bueno, pues mejor esperamos abajo y los médicos nos la bajan. ¿Te parece?
—Exacto. Vamos a hablar con los médicos de guardia y mientras los enfermeros la convencen, la reducen y nos la entregan, nosotros esperamos a la entrada con una patrulla.
Los dos agentes abandonan el lugar. Desde la habitación y a través de la ventanilla romboide de la puerta, la madraza les observa sin perderlos de vista.

© Manel Aljama, 2005
© Imagen, LexicArt

Este texto fue finalista en el II Certámen de Poesía y relato de GrupoBúho en 2005. Fue posteriormente publicado en la antología de cuentos del mismo título.




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