Soplaba una leve brisa y hacía un sol radiante. Apenas movía un músculo. Unos treinta metros más abajo los transeúntes se empezaban a detener curiosos ante el espectáculo que estaba ofreciendo. Allí, de pie sobre la estrecha cornisa y arrimado todo lo que podía a la pared. A unos escasos metros, asomados a la ventana, había dos individuos. Uno de ellos vestía traje y corbata; el otro, que parecía muchísimo más joven que el primero, llevaba una bata blanca. El más viejo se dirigió al que estaba de pie en el arimez.
—¡Peláez! ¡Vuelva de una vez! —le ordenó— ¡Se va a buscar la ruina!
Peláez no contestó, quizá por reafirmarse en su postura o tal vez por no perder el equilibrio y caer al vacío. Aquello era muy estrecho y ya se estaba empezando a arrepentir de la aventura. La ventana le quedaba a unos cuatro metros. Una distancia que le parecía ahora mucho más larga de recorrer que cuando inició su protesta.
Abajo se habían aglomerado ya casi un centenar de personas. Algunos señalaban con el dedo índice mientras se ponían la otra mano a modo de visera para poder observar mejor. Nadie había llamado todavía a la policía o las ambulancias.
—¡Están hablando! —dijo un espectador.
—Por favor, ¡callen! ¡Que no nos enteramos!
Se hizo un silencio forzado y se pudo escuchar el otro fragmento de la conversación.
—¡No y no! —Decía tajante en su papel de jefe el que llevaba traje—. Vamos a implantar el departamento de mecanización de datos. Le guste o no. ¡Métase sus libros de cuentas por donde le quepa! ¡Tírese si quiere!
Dio media vuelta y cerró ventana. Peláez se quedó solo. Muy solo. Sonaban las sirenas aproximándose.© Manel Aljama
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Los Relatos del Búho
Cerita Pendek¿La vida es cuento? No lo sé, pero con estos relatos puede que se abra una nueva dimensión y empieces a escribir el guión del relato de tu propia vida. Después de autopublicar tres antologías de cuentos: Relatos por un tubo y Cuentos de Barbería y T...