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A Samantha le toca ayudar a su compañero Raul a subir sus calificaciones en la universidad, pero ¿quién diría que terminaría enamorándose de él? Lo que comenzó como una simple tutoría se convierte en noches de estudio llenas de risas.
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Martes 5 de Marzo / 9:00 A.M.
Raúl:
—¿Es puro pedo? —me preguntó Marín mientras hacíamos estiramientos.
—No, al parecer voy a reprobar y me asignaron a una "tutora" —saqué mi teléfono—Es ella —le mostré una foto que saqué de su Instagram.
—Uy, a ver —me quitó el teléfono—Es linda —empezó a sacar su teléfono—Samant.Macias—empezó a escribir en su teléfono— Cuenta privada, eh, como me gustan —me miró y sonrió— Pues ya la seguí.
—Dudo que te acepte —le dije.
—Ya me aceptó —me mostró su teléfono.
—Ah...
—No parece mala onda. Se ve como el tipo de chica tranquila, que sabe lo que quiere.
—No lo parece, es de esas chicas pasivo-agresivas que adoran estudiar.
—Ahí está, entonces será fácil.
—No sé, creo que no le caigo muy bien.
—Quizás también es tu culpa —me dijo.
—¿Cómo?
—Yo digo...
—¡Hey! ¡Sigan entrenando! —escuchamos que nos gritaba Gago—. Divídanse.
Seguimos con el entrenamiento, y al terminar, salí corriendo para llegar a la universidad. Hoy solo tenía dos clases, así que todo bien.
Samantha:
Estaba pensando cómo exactamente iba a darle tutorías a Raúl. Yo soy una estudiante más, no una maestra. Mientras lo hacía, mi teléfono sonó. Lo tomé y lo prendí; era una notificación de Instagram:
@ricardomarin11 quería seguirme. Cuenta verificada, famoso, guapo. Entré y, claro, era un jugador de Chivas, el "4K", como le decía mi papá. Le acepté la solicitud y seguí con mi vida.
Pasó el rato y me preparé para ir a mi clase de atletismo. Terminaba de hacer mis estiramientos cuando vi a Raúl, parado junto a la cerca, observándome.
"¿Qué hace aquí?", pensé mientras me acercaba, un poco curiosa y algo desconcertada. Me quité los audífonos y le hice una señal con la mano para que me esperara unos segundos. Caminé hacia él con el corazón acelerado, pero no por el entrenamiento, sino porque su presencia me sorprendía.
—¿Qué andas haciendo por acá? —le pregunté, intentando sonar casual—El entrenamiento de las porristas es en media hora.
—No vine por las porristas, vine a verte a ti. No te emociones. Venía a ponernos para lo estudiar,¿Si? —respondió con esa calma que siempre lo caracterizaba, como si no estuviera en un lugar donde todo es rápido y frenético.