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A Samantha le toca ayudar a su compañero Raul a subir sus calificaciones en la universidad, pero ¿quién diría que terminaría enamorándose de él? Lo que comenzó como una simple tutoría se convierte en noches de estudio llenas de risas.
...
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Martes 8:00 a.m.
Samantha:
Iba corriendo directo a mi salón; según yo, mi primera clase era a las 12, pero me equivoqué: era a las 8:30. Como que no era mi día. Me desperté toda modorra y me metí a bañar sin pensarlo. Según yo, el agua iba a estar calientita, pero estaba heladísima. Normalmente me tardo como media hora porque hago conciertos (no me juzguen, ahorita ando en uno en Brasil), pero hoy, como estaba helada, me salí en cinco minutos. Ni sé si me tallé bien.
Me vestí rápido, pero me puse la camisa al revés. Bajé y mi papá ya no estaba, así que me puse a hacer mi desayuno con pan tostado, pero se me quemó. Mi café quedó tibio; siempre lo tomo frío. El día estaba nublado, y después de la lluvia de anoche, parecía que hoy también llovería.
Ven, ¡TODO MAL!
Corría y el pasillo parecía eterno, hasta que llegué.
Toqué la puerta.
-Señorita Medina -me recibió el profe Luis- llega tarde. Pensamos que se había enfermado y por eso no vino.
-Hoy no fue mi mañana, pero todo bien, ¿puedo pasar? -pregunté.
-Adelante. Llega justo a tiempo... estoy a punto de dar las calificaciones.
-Ok... -Me senté en mi lugar.
-¿Medina? -me susurró Raúl.
-Es mi apellido.
-¿Samantha Medina? Cómo es que no lo sabía...
-Yo qué sé. Tú nunca me preguntaste mi nombre -repliqué indignada.
-Cierto. Si quiero que seas mi novia, necesito saber tu nombre.
-¡Raúl, guarde silencio! -le pidió el maestro.
-Uy, perdón...
¿Escucharon lo que dijo? Quise protestar, pero el profe comenzó a dar las calificaciones, y ni tiempo me dio.
-Samantha Medina -me miró el profe- Diez. Qué raro, tu calificación más baja -mintió- ¿Qué le pasó?
-No, profe, es que ya no di para más. Pido perdón -dije con cara de disculpa.
Era puro pedo; o sea, el diez era la mejor calificación.
-El diez es excelente... Sigamos. Pablo Oropeza -miró a mi amigo.
-¿Sí?
-Ocho.
-¿Cerrado? -lo miró el profe.
-Sí, me sorprende. Liam -miró a otro compañero- tienes seis.
-Pasar es pasar -dijo él.
-Raúl Rangel -miró a Raúl y sonrió- Felicidades, sacaste ocho punto cinco.
