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A Samantha le toca ayudar a su compañero Raul a subir sus calificaciones en la universidad, pero ¿quién diría que terminaría enamorándose de él? Lo que comenzó como una simple tutoría se convierte en noches de estudio llenas de risas.
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Raúl y Samantha caminaban hacia el coche de Raúl. Él abrió la puerta del copiloto para Samantha, intentando ser caballeroso, mientras ella sonreía tímidamente.
Samantha se acomodó en el asiento y esperó a que él entrara. El auto estaba en silencio, solo se escuchaba el motor encendiéndose y el suave susurro de la ventilación.
—¿Crees que soy un caso perdido? —preguntó Raúl, sonriendo de medio lado mientras giraba hacia la calle principal.
—Mmm, tal vez sí... —bromeó ella—. No te creas, apenas es la primera tutoría y no vas mal, pero eres distraído. Será todo un reto.
—¿Entonces soy un reto, eh? —Raúl la miró de reojo, con una sonrisa divertida—. A ver si no te arrepientes.
Samantha lo miró, levantando una ceja con diversión.
—No lo creo. Si pude con Pablo, ¿cómo no voy a poder contigo?
—Pero Pablo es tu novio, claro que te hacía caso —replicó Raúl.
—¿Qué? —Samantha lo miró sorprendida.
—Sí, o eso dicen en la universidad, que por eso siempre andan juntos.
—¿Qué pedo? Pablo y yo solo somos amigos. No me gusta y yo tampoco le gusto a él —rió.
—¿Entonces no tienes novio? —Raúl arqueó las cejas.
—No, ya te conté las razones en tu casa.
—Ah, sí. Pero quién sabe, a lo mejor le gustas a alguien. Puede que hasta sea un maestro. Pero de que le gustas a alguien, seguro le gustas a alguien —reímos mientras él giraba en una esquina, bajando un poco las ventanas del coche.
—No me esperaba que fueras así —dijo Raúl.
—¿Así cómo? —preguntó Samantha, curiosa.
—Tan directa. La mayoría se queda callada o se pone nerviosa. Tú no te dejas.
—Bueno, alguien tiene que ponerte en tu lugar, ¿no? —respondió Samantha con una sonrisa satisfecha, cruzándose de brazos.
Raúl rió un poco más alto esta vez.
—Tal vez por eso te escogieron como mi tutora. Sabían que no me ibas a dejar salirme con la mía.
El silencio cayó por un momento, pero no era incómodo. Ambos miraban hacia el frente, inmersos en sus propios pensamientos. Raúl redujo la velocidad al acercarse a un semáforo. Aprovechó la pausa para mirarla de nuevo, esta vez más serio.
—Hablando en serio, gracias por ayudarme.
Samantha lo miró sorprendida. No era el tipo de comentario que esperaba de Raúl. Se lo imaginaba más haciendo bromas que agradeciendo en serio.