Capítulo 9 - Solo hago mi trabajo

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Amelia

- Meli ¿Estás segura de que es buena idea seguir con esto? - me preguntó Irene ofreciéndome una taza con la infusión que acababa de prepararme - No quiero que esto te perjudique

La miré con una sonrisa agradecida, daba igual lo complicadas que se pusieran las cosas, sabía que ella siempre estaría a mi lado.

- Tengo que hacerlo, mi padre depende de que yo cumpla ese contrato, le están pagando la residencia al completo - les dije

- Tu padre lo entendería - me reconfortó Lucía apretándome el brazo con cariño

- Ya, pero mi padre ya no es el mismo de siempre - le respondí

Me quedé en silencio, el peso de mis palabras cayendo sobre nosotras. Lucía e Irene siempre estaban ahí, escuchándome y apoyándome, pero ni siquiera ellas podían entender del todo lo que estaba pasando. Aunque me lo dijeran, sabía que no abandonarían a sus padres si estuvieran en mi lugar.

— Si pudiera pagarle la residencia por mi cuenta, sin depender de este contrato, lo haría sin pensarlo — continué, apretando la taza entre mis manos. — Pero la realidad es que no puedo. Necesito este trabajo, aunque sea un desastre.

Irene asintió, aunque en su expresión se leía la preocupación.

— Solo no quiero verte sufriendo, Meli. João no es precisamente la persona más fácil del mundo, y todo esto parece... demasiado. Me preocupa que te haga daño, más allá de lo profesional.

Le devolví la mirada, queriendo responder con la misma seguridad, pero me sentía agotada.

— No va a hacerme daño — murmuré, intentando sonar firme. — Es arrogante, sí, y no soporta que alguien le lleve la contraria, pero yo puedo con él. Tengo que poder con él.

Lucía y Irene intercambiaron una mirada, y supe que tampoco ellas estaban convencidas. Era imposible que supieran cuánto me costaba cada día fingir una relación con alguien a quien apenas soportaba, y encima seguir adelante como si todo fuera normal en mi vida.

— Y si en algún momento ya no puedes más... ¿nos lo dirás? — preguntó Lucía suavemente, su mirada fija en la mía.

Les dediqué una sonrisa que intenté hacer veraz, aunque en el fondo no estaba tan segura de poder cumplir con esa promesa.

— Claro, Lucía. Si en algún momento siento que no puedo seguir, seréis las primeras en saberlo.

Irene y Lucía intercambiaron otra mirada, como si quisieran decir algo más pero no supieran cómo. El silencio se instaló entre nosotras, cómodo pero pesado.

— Bien, pues — dijo finalmente Irene, rompiendo la pausa —, entonces nosotras vamos a estar aquí, apoyándote. Y si ese João se pasa de listo, ya sabes dónde encontrarnos. — Me guiñó un ojo, intentando aligerar el ambiente.

— Gracias, chicas, en serio. No sé qué haría sin vosotras — respondí con una sonrisa sincera, aunque cansada.

Lucía sonrió y, sin decir nada, me pasó el brazo por los hombros en un gesto de consuelo. La sensación de su abrazo me hizo relajarme por primera vez en lo que parecían días. Por un momento, dejé que la calidez de mis amigas fuera suficiente para acallar el peso de todo.

— ¿Y qué tal si hacemos algo para distraernos? — sugirió Lucía, rompiendo el silencio. — No sé, ¿una película? ¿Algo que no sea hablar de João?

Irene asintió, ya sacando el móvil para buscar algo que ver, y yo sentí una oleada de alivio. Sí, un descanso era justo lo que necesitaba.

— Película suena perfecto — asentí, dejándome caer en el sofá. — Que sea algo ligero, por favor. Comedia romántica, animada, lo que sea, pero algo sin complicaciones.

Destinados - João FélixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora