João
La rodeé con mis brazos, sintiendo su calidez, el suave ritmo de su respiración, y cómo se amoldaba perfectamente a mí. Había algo en tenerla allí, en mi casa, en mi ciudad, en mi vida, que hacía que todo pareciera encajar, como si el lugar de Amelia siempre hubiera sido este, conmigo.
Deslicé mis labios hasta su cuello y dejé un beso suave, disfrutando de la suavidad de su piel y de cómo, incluso en los momentos más tranquilos, lograba hacer que mi corazón se acelerara.
— Gracias por estar aquí — susurré, casi más para mí mismo que para ella.
Ella entrelazó sus dedos con los míos, apretándolos suavemente en respuesta, y entonces sentí una certeza abrumadora: tenía suerte, la mejor suerte del mundo, y por nada pensaba soltarla
Escuchamos a alguien picar a la puerta y mi padre la abrió con una sonrisa enorme, viva la privacidad.
— Espero no estar interrumpiendo nada — se rio
— No finjas que te importa — le devolví riendo
— Me manda tu madre para despertaros, dice que bajéis que quiere que desayunemos todo juntos. — rodé los ojos, típico de mi madre — Te ha hecho su receta especial de pasteles de nata — le dijo a Amelia guiñándole un ojo
— Me muero de ganas de probarlos — dijo ella levantándose de la cama y agarrando una de mis sudaderas antes de bajar corriendo al salón, no pude evitar esbozar una sonrisa de tonto'
— Se te ve enamorado chico — soltó mi padre con una sonrisa — Me gusta para ti, es una buena chica
— Sí, lo estoy, papá — admití, con una sonrisa que no pude ni quise ocultar.
Mi padre asintió, dándome una palmada en el hombro. — Es un buen sentimiento, ¿verdad? Saber que tienes a alguien que no solo está ahí, sino que te impulsa, que te hace mejor.
Asentí en silencio, y sin decir nada más, bajamos juntos al salón, donde Amelia y mi madre ya charlaban, riéndose de algo.
Verla allí, encajando perfectamente con mi familia, me llenó de una tranquilidad que no recordaba haber sentido antes. Amelia me miró al entrar, su sonrisa iluminando toda la habitación, y supe en ese momento que, pase lo que pase, la necesitaba a mi lado.
Nos sentamos a desayunar todos juntos mientras hablábamos de como llevábamos la vida en Barcelona.
— Ay casi se me olvida — dijo mi madre dejando caer el tenedor de su mano en el plato — He reservado para que comamos todos juntos por el centro, luego os acompañaremos todos al aeropuerto
Amelia y yo intercambiamos una mirada cómplice, ambos sorprendidos pero encantados con el plan de mi madre. No habíamos esperado tanto entusiasmo por parte de ellos, y menos aún que quisieran pasar hasta el último momento con nosotros.
— ¡Perfecto! — respondió Amelia con una sonrisa. — Me encanta la idea, así aprovechamos para ver un poco más de la ciudad antes de irnos.
— Claro, además, será nuestra manera de despedirnos como se debe — dijo mi padre, dándonos a ambos una sonrisa cálida.
Terminamos el desayuno entre risas y anécdotas de nuestros viajes y rutinas en Barcelona. Estar todos juntos, entre el cariño y las bromas de mi familia, hizo que la despedida se sintiera menos pesada y más como un hasta pronto.
Amelia encajaba perfectamente, como si siempre hubiera sido parte de todo esto, y no podía evitar sentirme agradecido de tenerla aquí, compartiendo cada momento
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Destinados - João Félix
Любовные романы- Estábamos destinados João Félix, la estrella en ascenso del FC Barcelona, está en el ojo del huracán tras una ruptura muy publicitada con su novia. Acostumbrado a ser el centro de atención, su vida se ha convertido en un desfile de escándalos medi...