𝘁𝗿𝗲𝗰𝗲

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Seguía pensando, después de terminar mis tareas, qué pasaba entre Shay y yo

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Seguía pensando, después de terminar mis tareas, qué pasaba entre Shay y yo. La había visto en la cafetería mirando hacia Niah y a mí varias veces, como si estuviera vigilando.

Si pensaba que iba a robarle a su novio por competir contra él en el concurso de escritura, estaba equivocada. Para nada estaba yendo por ahí. Charlie solía meterse en cualquier actividad en la que yo me ofreciera a participar, y lo mismo ocurría de mi parte. Para nadie era una novedad, éramos competitivos y todo el mundo lo sabía. Pero ahora se sentía diferente.

Incluso mirarlo a los ojos, sabiendo que su "novia" (los rumores decían que solo se estaban conociendo) podría estar observándonos, era incómodo. No quería causar inseguridades a nadie, aunque sabía muy bien que nadie me miraría dos veces. Había aprendido, viendo realities sobre citas, las inseguridades que una mujer puede provocarle a otra. Solo quería que Shay supiera, de manera silenciosa, que no estaba pasando nada extraño o fuera de lugar.

Charlie no era mi amigo. Apenas sabía la dirección de su casa, y conocía a su hermana solo a medias. Eso no nos hacía amigos. Compartir salones, calificaciones y primeros lugares no nos convertía en amigos en absoluto. Y, a veces, eso era triste, porque quería hablar con él sobre algo más que nuestras notas. Quería saber si para él esto era igual de complicado que para mí, quería saber si las expectativas que tenían sus padres sobre él eran tan altas como las mías. A veces, solo quería hablar con él.

Tenía a Isaac, pero era diferente. Los ojos de sus padres no estaban puestos en él con esa presión constante, esperando que cumpliera algo. Isaac no se esforzaba por ser el mejor, más bien, se conformaba con lo que lograba. Pero yo quería más, y esa ambición solo la veía reflejada en los ojos de Charlie. Sus ojos marrones me decían millones de cosas que hacían que mirarlo se sintiera como verme frente a un espejo.

Pero a veces había alguien en el espejo a quien no conocía.

Odiaba los problemas, especialmente con las mujeres. Lo sabía muy bien. La terapeuta escolar me había dicho que se debía a mis problemas con mi madre, que tenía la necesidad de complacer a los demás. Todas esas palabras habían hecho de mi vida un caos mental. Así que, claro, era mi culpa que mis pensamientos se fueran en esa dirección, tratando de encontrar una solución para algo que, probablemente, estaba exagerando. Quizá no era un gran problema, y mi maldición de sobrepensar todo me estaba consumiendo. Apestaba.

Así que, al día siguiente, un martes de limpieza, decidí no pensar en ello. Las instrucciones habían sido claras: "No usen su mejor ropa". Es decir, el día donde todos los estudiantes se reunían para colaborar y limpiar. ¡Qué alegría! Solo esperaba que me cayera un rayo y me dejara tuerta. No era para nada sospechoso que llegaran muchos menos alumnos que un día normal de clases; todos sabíamos que no solían pasar lista y que daba igual quién fuera. Pero, aun así, no quise arriesgarme. El año pasado, el Sr. Allen nos hizo firmar una lista con el número del salón que limpiamos, lo que me sumaba al menos un punto extra, así que no iba a perder esa oportunidad.

𝗜 𝗖𝗔𝗡 𝗦𝗘𝗘 𝗬𝗢𝗨 | 𝗖𝗛𝗔𝗥𝗟𝗜𝗘 𝗕𝗨𝗦𝗛𝗡𝗘𝗟𝗟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora