𝗱𝗶𝗲𝘇

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Isaac había sido persistente, como siempre

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Isaac había sido persistente, como siempre. El día antes del baile, me había convencido de salir a dar un paseo con él, prometiendo que no sería nada formal, solo dos amigos relajándose antes del evento. Caminamos por las calles de Santa Mónica, hasta que terminamos frente a un puesto de hot dogs.

Después de que ambos pedimos nuestras órdenes, nos sentamos en un banco cercano, con el atardecer sobre nuestras cabezas. Isaac era fácil de llevar, siempre había algo que decir, alguna broma o comentario que suavizaba cualquier momento incómodo. Pero mientras mordía mi hot dog, él se inclinó un poco hacia adelante, con ese brillo en los ojos que significaba que estaba por decir algo.

—Oye, Maisie… estaba pensando en pasarte a recoger mañana, ¿te parece?

Me congelé por un momento, masticando lentamente para ganar tiempo. Sabía que esto llegaría, pero aún así, no tenía las palabras listas. Apreté un poco más el papel que envolvía mi hot dog, el frío del metal del banco traspasando mis jeans.

—Isaac…— comencé, tratando de sonar casual—, quizás sea mejor que nos encontremos en la escuela. Puedo mandarte fotos de mi vestido para que podamos combinar nuestros atuendos.

Isaac me miró en silencio, su expresión suavizándose en comprensión. No necesitaba decirle más, ya había notado hace mucho cómo eran las cosas en mi casa. Aún así, me sentí obligada a darle una razón más sólida, una que no fuera solo un vago "nos encontramos allá".

—Es que… bueno, en casa no es como en las películas, ¿sabes? Mi mamá no está muy interesada en ese tipo de cosas, como las fotos de antes del baile… Y no quiero que te sientas raro o… decepcionado.

Isaac dejó su hot dog a un lado, girándose hacia mí con una sonrisa suave.

—Maisie, no tienes que preocuparte por eso. Lo entiendo, de verdad. No necesito fotos ni nada de eso, solo quiero que la pasemos bien mañana. Y si prefieres que nos encontremos allá, me parece perfecto.

—Gracias, Isaac. Lo aprecio mucho.

Seguimos comiendo en silencio, un silencio cómodo, como siempre lo era con él.

Pero a veces extrañaba el estrés que otro chico me causaba.

***

La tarde del gran día había llegado. Niah y yo nos vestimos juntas por medio de videollamada.

El vestido, hecho de tul y cubierto de diminutas estrellas doradas, brillaba a la luz. Las cintas que ataban los tirantes en los hombros caían suavemente. El corpiño ajustado acentuaba mi figura, mientras que la falda larga caía en suaves pliegues, dándole un aire etéreo. Cada paso que daba parecía hacer que las estrellas en el vestido parpadearan.

Era hermoso y lo había conseguido con un gran descuento.

Niah me lanzó una sonrisa alentadora.

—Te ves fabulosa, Maisie. ¡Disfruta del baile! Y no olvides que tenemos que tomarnos muchas fotos.

𝗜 𝗖𝗔𝗡 𝗦𝗘𝗘 𝗬𝗢𝗨 | 𝗖𝗛𝗔𝗥𝗟𝗜𝗘 𝗕𝗨𝗦𝗛𝗡𝗘𝗟𝗟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora