Capítulo 13

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A la mañana siguiente, Damian despertó sobre el cuerpo cálido de su amada, aun con su miembro dentro de su anatomía, totalmente flacido debido a la falta de exitacion.

Envuelto en pánico, se separó de la mayor, obligandola a despertar debido al dolor que causo la brusca salida de su cavidad.

Cuando ella se quejó ruidosamente Damian casi se desmaya por la preocupación, saltando sobre la cama preguntando por su estado y disculpandose mil veces por haberla lastimado y también por haberse dejado llevar por su deseo insaciable por ella y su cuerpo.

— Calma, calma — Daisy se carcajeo por lo tierno que era cada que se alteraba tan de repente —. Yo te pedí que lo hicieras, no te preocupes.

— Pero, señorita — con las mejillas coloradas y las orejas calientes, se arrodillo en el colchón para estar más cómodo, ignorando que aun se encontraba desnudo —. Nosotros... ¿y si Lester se da cuenta que no estuvo en la casa? ¿O si se da cuenta de lo que pasó?

— Bueno, no pensé mucho en eso — chasqueo la lengua —. Como sea, no creo que se entere. Voy a ducharme para sacarle el olor a sexo y...

— Señorita.

— Tu no te preocupes, yo lo resuelvo — se impuslo con sus brazos y se lavanto de la cama, dándole a Damian la maravillosa vista de su cuerpo totalmente desnudos y lleno de marcas de su noche de pasión —. Ahora, ve a prepar la bañera para mí, tengo que irme antes de que todos se despierten en esa casa.

El menor no tardó en obedecerle a su chica, corriendo desnudo hasta el baño de su hogar, dispuesto a preparar todo para que ella pudiese bañarse y sacarse el aroma a sexo y quizá tambien su propio olor del cuerpo.

Después de un par de minutos corriendo de allá para acá, él se encontraba en la cocina preparando algo de comer, mientras la pelinegra tomaba un baño de agua tibia, misma que él mismo se dispuso a calentar con aterioridad.

Damian no podía negar que amaba esos pequeños momentos tan domésticos, y se le era prácticamente imposible no imaginar una vida así, él y Daisy viviendo juntos en alguna pequeña casita cerca de algún prado verde con suficiente espacio para plantar cualquier tipo de flores y permitirles poder cuidar de ellas así como de su amada.

Soñaba con una vida sencilla, tranquila y llena de felicidad junto a la mujer que amaba.

Le gustaba permanecer en su imaginación aveces, era bonito como todo se alejaba tanto de la realidad que incluso podía decirse que era totalmente perfecto.

No supo cuanto tiempo estuvo envuelto en sus propios pensamientos, pero fue lo suficiente para que Daisy dejara el baño, ya vestida y peinada, desprendiendo aroma a jabon.

— ¿En qué piensas? — preguntó con una suave y dulce voz, abrazándolo por la cintura, apoyando su mentón en su hombro derecho.

— ¿Eh? — totalmente desorientado, giro un poco su cabeza hasta dar con los pequeños y brillantes ojos de ella, sonriéndole con dulzura y cariño — En nada, sólo me perdí un poco en la nada. ¿Quiere comer algo, señorita?

— Me encantaría — puchereo inconscientemente —, pero el sol está por salir y realmente prefiero saber bien los horarios de esa casa antes de iniciar mis escapadas...

— Es cierto, debe irse — apagó el fuego y tapo la comida que estaba preparando con tanto cariño para su amada —. Supongo que ya no será tan simple.

— No lo será — contestó algo desanimada —, por eso debes esforzarte también, para que podamos irnos.

— ¿Por qué le importa tanto que me gradue, señorita? ¿Por qué no irnos ahora?

— Sé lo importante que es para ti — le explicó —, sé que te gusta aprender cosas nuevas y también sé que deseas que tus padres estén orgullosos de ti — se separo para colocarse frente a él y acariciar sus mejillas pálidas —. No quiero arrebatarte algo que deseas tanto, no cuando sé que puedo esperar por ti así como tu lo has hecho todo este tiempo por mi.

— Señorita...

— Aunque no lo diga en voz alta — le sonrió —, sabes lo que siento por ti y... quiero que seas feliz, solo eso.

Damian asintió eufórico, encorvadose un poco para besar a su chica en los labios. Una ligera y dulce presión que los hacía delirar en gozo, elevando la dopamina al máximo nivel, despertando a las mariposas que aleteaban con fuerza en su interior, invadiendo cada uno de sus sistemas.

— Gracias, señorita — susurró sobre sus labios, con sus ojos cerrados y una sonrisa enamorada. Daisy también sonrió.

— Es lo menos que puedo hacer por ti, Dan — dijo esta vez —, después de todo lo que has hecho por mí.

Y es que en realidad sí eran preciosos aquellos momentos en los que se olvidaban del mundo y se convertian en sólo ellos dos y sus latentes corazones llenos de amor, llenando ambos el vacío intenso que había en su interior, encontrando en el otro eso que nunca pudieron hallar en ellos mismos.

Porque se amaban, se amaban tanto que aquel amor podía catalogarse como un pecado capital.

Daisy partio de la acogedora casita antes de que el sol saliera, causando un vacío insoportable en él, sintiendose enfermo y solo, después de aquella noche y de esa conversación, no podía evitar querer pasar más tiempo con ella, abrazarla y demostrarle su amor.
Y sabía que era imposible cumplir los deseos de sus subconsciente, porque ellos eran únicamente amantes, de esos que sólo podían encontrarse durante la noche y amarse en secreto, sin que nadie los viera o supiera.

Y avaces Damian odiaba aquello.

Cuando el enorme reloj en su pared marcó las cinco en punto de la mañana, causando un resonar de la campana que sólo indicaba el cambio de hora, se levantó de su lugar en la silla del comedor, yendo hacia su habitación donde no tardo en sacar sus peores prendas antes de ir a bañarse para dirgirse al trabajo como cada mañana desde que inició la primavera.

La emoción no se sentía igual como hace un año, ya no tenía a sus padres durmiendo en su habitación, tampoco tenía la misma relación con sus amigos y mucho menos tenía a Daisy para alegrar sus días con su personalidad peculiar y confusa.

Nada se sentía como antes, incluso su entusiasmo se había ido, y es que su vida había cambiado tan drasticamente y tan rápido que aun no creía que ya había pasado un año desde que inició su trabajo de jardinero y desde que conoció a la señorita Daisy.

Un pequeño Damian de diecisiete años jamás habría pensado que perdería a su familia, que se alejaría de sus amistades de toda la vids, que se arriesgaría a engañar a tantas personas y que a sus dieciocho años recién cumplidos ya tendría a una mujer que lo amaba tan intensamente como él lo hacía.
Ese pequeño Damian tan tímido y rodeado de flores jamás se imaginaría el futuro que ya era su presente y el Damian del presente no se esperaba el futuro que estaba por venir.

Pues nadie es dueño de su vida, mucho menos de su futuro, y aun si tenía que recibir las consecuencias que venían con este, lo quería todo.

Butterfly Garden ²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora