Capítulo 15

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Fue sencillo engañarlos a todos.

El plan había salido de maravilla, Lester era lo suficientemente estúpido y desinteresado que ni siquiera sospecho si se había acostado con ella realmente, ni tampoco dudaron de la sangre en las sábanas, ya que el hombre nunca se quejo. Él tipo se había embriagado a tal punto que ni siquiera recordaba cuando se había quedado dormido y tampoco parecía importarle el no recordar nada después si cuarto trago.

Mas sin embargo, no podía embriagarlo todos los días y ese hombre era insistente con el tema y cada vez que Daisy ponía resistencia y de alguna forma evitaba los encuentros sexuales, recurría a golpearla para segun él domar a la fiera y convertirla en una mujer tan sumisa como su difunta hermana.

Y cuando los golpes parecían no ser suficientes para detenerlo de lanzarse sobre ella, Daisy recurría a una artimaña más baja todavía y era el mencionar a su hijo, un hijo que aun no sabía si coexistía en si vientre, uno que claramente no sería de Lester.

Aun no sabía sí estaba en embarazada o no, todavía no tenía ningún síntoma de embarazo que le hiciera saber que efectivamente iba a tener un bebé. Claro que, aun sí no lo estaba, aprovecharía aquello para evitar ser tocada por ese desagradable hombre que tanto repudio le causaba.

Para aumentar su pesar, llevaba un tiempo prolongado sin ver a su verdadero amor, cosa que tampoco le causaba mucha alegría a su miserable vida, pues realmente lo necesitaba, su corazón y alma lo necesitaban.

A causa de ello, esa noche tenía planeado escapar de aquella gran casa. Luego de analizar cada horario, supo que allí eran aun más madrugadores que en casa de su padre, por lo que tuvo que estudiar bien aquellos horarios para así poder armar un cronograma en su mente de la hora de salida y de llegada.

A la media noche, cuando sólo los guardias vigilaban la entrada, dejó aquella propiedad con total sigilo, cubriendo su cuerpo con un delicado abrigo de seda rosa, que combinaba perfectamente con su camisón blanco.

Con sus zapatillas más cómodas, corrió lo más rápido que pudo hasta la zona de clase baja en la villa, conociendo de sobra esas calles, siendo iluminadas por la luz de la hermosa luna.

Miró el cielo con admiración, sonriendo cuando las brillantes estrellitas titilaban, acompañando a la luna en su soledad nocturna.

El cielo nocturno le parecía hermoso, con su simpleza y brillantez, pero había algo que disfrutaba más que ver el cielo y era ver la galaxia entera reflejarse en aquellos brillantes ojos azules que tanto la habían enamorado.

La puerta de la pequeña casa se abrió de golpe, mucho antes de que ella pudiera tocar la madera para anunciar su llegada. Damian la estaba esperando.

Y justo en ese instante, vio el más hermoso cielo estrellado, justamente en los orbes de su amado, brillando sus estrellas de solo verla a ella
Aquella mirada tan dulce y encantadora era suya, única y especialmente suya, no podía negar que amaba aquello, le encantaba.

— ¿Cómo supiste que había llegado? — preguntó con gracia luego de saludarlo con un esperado abrazo y un beso gustosamente correpondido.

— Escuché como sus zapatillas resonaban desde lejos, nadie en este lado de la villa tiene dinero suficiente para tener esa clase de calzado tan ruidoso — bromeo, con una suave voz.

— Eres definitivamente un tonto — regañó, aun manteniéndose entre sus brazos —. Pero supongo si son un poco ruidosos. ¿Debería pedirle algunos a una de las empleadas de la casa? — bromeo también.

— Siento que no la veo hace mucho... — Damian se puso serio, dejando percibir la melancolía en su tono de voz.

— Lo siento — interrumpio, antes de que él continuara —. Me ha costado calcular el tiempo y... — tampoco quería que viera sus golpes —. Bueno, es complicado.

— Lo entiendo — le sonrió, dejandole ver la más adorable sonrisa dentada, con sus dientes frontales resaltando entre sus labios, luciendo tan tierno que sintió una punzada en su pecho.

— Que linda — no se abstuvo a comentar. Se acercó y tomó sus mejillas para que esa sonrisa no desaparezca —. Me siento un poco celosa, cuando tengamos hijos les vas a sonreír así y esa sonrisa es sólo mía.

Damian quiso reír por lo extrañamente adorable que le pareció eso, pero con la sola mención de los hijos se sintió nervioso.

— Eso quiere decir que...

— Aun no estoy segura — lo soltó antes de alzarse de hombros —, no siento algún dolor o náuseas, aunque si estoy teniendo uno que otro antojo, pero no sé si sea por eso o porque me siento estresada todo el tiempo.

— Señorita — con evidente temor, tomo las manos de la mayor —, ¿qué pasaría si... estuviera embarazada?

— Tendría que rezar porque el bebé se parezca a mí mi y no a ti — bromeó, buscando evadir la evidente preocupación que también la invadía a ella.

¿Qué harían ellos si tienen un bebé? Daisy está casada, Damian aun no termina el colegio y lo más importante de todo es, como se complicarían las cosas con un bebé de ambos, uno que el menor no podría conocer, uno que les haría más difícil su escape.

— Señorita — regañó Damian, sintiendose bastante preocupado por aquello —, hablo en serio.

— Vaya, tienes la suficiente confianza para regañarme, pero no para tutearme — el menor se sonrojó —. Que tierno.

— Por favor, señorita — rogó —, en serio me preocupa que podría pasar.

Con una sonrisa comprensiva, Daisy se acercó a abrazarlo por los hombros, obligandolo a encorvarse y esconder su rostro consternado en su pecho, embrigando al más joven con su aroma a lavanda, mismo que lograba relajar cada musculo de su cuerpo, así como a su corazón acelerado.

— A mi también me preocupa, Dan — susurró con voz suave —, pero no hay mucho que se pueda hacer más que esperar que el bebé nazca sano.

— Yo querría conocerlo — confesó él, un poco consternado —, pero no podría y...

— Lo siento — se disculpó de repente —, siento que tengas que vivir todo esto por... mi.

— Señorita, no hay forma de que yo me arrepienta de estar con usted — se separo, conectando su brillante mirada con la de su chica—. La amo y amo lo nuestro, no importa si es a escondidas o lo mucho que aveces duela. Amo esto.

Daisy quería confesarle que ella también amaba su relación y que lo amaba a él, quería sacar aquello de su pecho y dejarlo fluir así como Damian lo hacía todo el tiempo. Pero no podía, simplemente las palabras no dejaban su garganta y se atoraban ahí aumentando el tamaño del nudo en ella.

No se supone que el amor duela de esa forma.

— Que lindo eres — se limitó a decir. Cerró sus ojos y unió sus frentes, sosteniéndo el cuello de su amante, mientras él se aferraba a su cintura. Amaba esos momentos intimos con él —. Prometo que, si tenemos un bebé, lo conocerás y te llamara papá a ti.

— ¿Cómo hará eso, señorita?

— Aun no lo sé, pero sabes que siempre logró lo que me propongo, pequeño Dan.

Y así era, Daisy siempre conseguía lo que quería, pero ciertas veces confiarse demasiado puede llegar a ser la causa de un fracaso sin retorno.

Butterfly Garden ²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora