Capítulo 14

4 4 0
                                    

La oscuridad se había esfumado dando paso a una claridad rosada llena de blancas nubes e imperceptibles destellos de las estrellas que aun luchaban por mantenerse visibles, al igual que la brillante luna llena que estaba a nada de desaparecer para darle permiso al sol de brillar.

La frescura de la primavera estaba helando su cuerpo descubierto por aquel delgado camisón de finas telas, mismo que cubría las memorias de una noche de ensueño junto a su adorado Damian.

Pero aun así sentía algo de melancolía por haber sido separada del lado de Damian tan pronto, lamentablemente para ella , ese era el precio que debía pagar por amarlo y realmente, estaba dispuesta a seguir sufriendo con tal de tener aquellos preciados momentos que convertian a su monotona vida en algo brillante y precioso, lleno de felicidad momentanea.

Con temor se adentró de la misma forma en la que salió en aquella propiedad vigilando con atención si algún empleado andaba por los jardines. Para su suerte, nadie rondaba por allí y pudo adentrase sin ningún problema.

Aquella mansión era un poco más pequeña que la de su padre, al igual que sus jardienes, por lo que no fue mucho el recorrido que tuvo desde su entrada hasta la puerta trasera, adentrándose con sigilo en la lujosa cocina que ya era iluminada por la claridad del amanecer.

Suspiró con tranquilidad cuando finalmente pudo cerrar la puerta sin hacer ningún tipo ruido que llamase la atención, buscando adentrarse en la casa de puntillas y sin ser notada.

Un carraspeo bajó su presión hasta el suelo y aceleró su corazón de forma insana.

— ¿Dónde estabas, Daisy Taylor? — lo voz de la madre de Lester, resonó en sus oídos, aturdiendo su mente ya lo suficientemente alterada por la adrenalina del momento.

— ¿Daisy Taylor? — preguntó burlona, ocultando la ansiedad que carcomía su interior por ser descubierta.

— Te has casado con mi hijo y lamentablemente ahora eres una Taylor — dijo la posesiva mujer, que evidentemente seguía viendo a su hijo único como un pequeño niñito.

— Lamentablemente para mí también, señora — rodó los ojos —. Pero esto paso por la insistencia de su hijo, no porque yo rogase por casarme con él, realmente... fui obligada a hacerlo.

— Aquí no vengas con tus altanerías — regañó, notándose frustrada —, en esta casa se siguen ordenes y si Benjamin no te domó, nosotros....

— ¿Ustedes? — se burló en su cara — Si usted esta aquí solo para procrear al igual que yo, señora. No me domó ni mi propia madre, no creo que usted lo vaya a hacer sólo por ser la madre de Lester.

— Eres una irrespetuosa — la mujer mayor elevó su brazo en busca de propinarle una cachetada a la joven. Mas, no esperó que su mueñaca hubiese sido fuertemente sujetada por esta misma.

— A mi no me levante la mano — la empujó con notable fuerza —. Se lo he dicho ya, ni mi propia madre se atrevio a tocarme, no voy a permitir que lo haga usted. He peleado con hombres injustos toda mi vida, no crea que no me voy a enfrentar a usted sólo porque es mayor que yo.

La mujer le miró con evidente odio en sus ojos, desmotrando que estaba furiosa y a la vez un poco asustada, pues aquella joven parecía estar a punto de lanzarse sobre ella y arrancarle los pelos uno por uno.

— Responde a mi pregunta — ordenó, cambiando de tema rotundamente.

— Es evidente que únicamente fui al jardín por un momento, ¿que no ve como estoy vestida? — rodó los ojos, haciéndose pasar por tranquila cuando nuevamente la ansiedad la empezó a invadir.

— Estabas tratando de seducir a algún guardia para escapar, ¿no es así? — preguntó molesta — Típico de mujeres como tú, es para lo único que son buenas.

— Señora — se carcajeo con evidencia y sin vergüenza —, vaya novela que se ha hecho con una visita al jardín, debería venderle sus ideas a los teatros, le pagarían bien.

— Deja de ser tan irrespetuosa — ordenó apunto de arracarse las canas por la frustración.

— Para evitar que se le reviente la vena en su frente — nuevamente se burló —. Salí al jardín para tomar aire, estar con su hijo durante tanto tiempo me tenía asqueada. ¿Contenta?

— Tus me das asco a mí — buscó defenderlo y ella sólo rio con sarcasmo, pasando de lado para regresar a la habitación con su esposo.

Cuando finalmente llego a la larga escalinata, suspiró agotada, tanto retener emociones ya le estaba cansado y alterando en demasía.

Se apoyó en el barandal de madera, subiendo con lentitud cada una de las escaleras, buscando atrasar la llegada a aquella habitación lo más que pudiera.
Y de repente, cayó en cuenta de que estaba casada con Lester Taylor, que dentro de la que ahora era su habitación no estaba solo su cómoda cama, sino que la estaba esperando su marido, un hombre tan desagradable que solo la idea de verlo le causaba nauseas.

— Dios, por favor... — suplico piedad al cielo mientras se acercaba a aquella puerta que tanto terror le causaba.

Había estado tan feliz que aun no podía entender como esa alegría se había esfumado con sólo poner un pie en aquella casa.

Debía acostumbrarse, realmente.

Con lentitud abrió la puerta y lo primero que pudo ver fue el cuerpo de Lester enredado en las sábanas blancas, removiéndose mientras se quejaba entre sueños.

Su estomago se revolvio de solo verlo, y de repente todos los recuerdos empezaron a invadirla, y lo odiaba. Odiaba que el simple hecho de ver a Lester le haya arruinado su mañana, una que había sido tan linda a causa de Damian.

Sin poder contenerse, corrió hasta el baño y vomitó, sintiendo un fuerte dolor en su garganta y estómago, llorando por la intensidad de este.
Todo le dolía, sus ojos se llenaron de lágrimas y su cabeza parecía dar vueltas mareandola en el proceso.

Extrañaba a Damian.

— ¿Me vas a decir que ya te embarace? — la voz ronca de un Lester recién levantado llamo su atención mientras expulsava bilis por su garganta.

— Supuse ibas a seguir durmiendo hasta medio día — dijo limpiandose con brusquedad su boca manchada de vomito, ignorando su dolor interno.

— Es culpa tuya — regañó adentrándose en el baño, buscando entre los cajones alguna píldora para el dolor en su cabeza —, hace demasiado ruido y ahora tengo dolor de cabeza. ¿No puedes ser más silenciosa?

Daisy quiso reír. Ese hombre de verdad era un estúpido y no sabía notar un dolor de cabeza de resaca, buscando culparla a ella por ser demasiado ruidosa.

Y nuevamente, volvió a vomitar.

— Ah, que asco me das — Lester se sobó la cabeza —, deja de sentirte mal, Daisy, eres insoportable.

— Tomate la estúpida pastilla y vete a dormir otra vez — le gritó con enojo —. ¡Todo esto es tu culpa!

Entre lágrimas dejo el baño y también la habitación.
El hombre totalmente confundido sólo sobó su cabeza con desesperación, ignorando que aquel dolor de cabeza era por el alcohol ingerido la noche anterior y no por ella como tal.

Nuevamente, Daisy se había salido con la suya, pagando el precio de sus acciones con aquellos dolores y llantos repentinos. Viviendo con el remordimiento de estar lastimando a su amado sin querer hacerlo.

Butterfly Garden ²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora