Capítulo 7

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Advertencia
Este capítulo consta de escenas sexuales y mencion a temas extremadamente delicados, por lo que se solicita discreción.
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Aquella noche, a Daisy York se le permitió dormir en su alcoba, su padre pareció compadecerse de su sufrimiento por la muerte de su hermana y el próximo matrimonio con el viudo Lester Taylor, que simplemente le permitió quedarse allí.

La joven suspiraba en gozo al finalmente poder recostarse una noche sobre el comodo colchón de su cama, con sus diez almohadas y calientitas mantas.

— Ah... — dejo salir un gemido cargado de satisfacción y comodidad —. Extrañaba mi camita.

— Muchas veces le dije que podía dormir en mi cama y yo dormiría en el suelo, pero usted siempre se negaba — se quejó Damian, sentado en un pequeño sofá en una esquina del inmeso cuarto.

— Estás arriesgandolo todo por mi, no voy a quitarte el privilegio de dormir cómodamente sólo por mis caprichos — dijo en un tono de obviedad —. Tampoco soy tan mala.

— Usted no es mala — se alzó de hombros —, me parece que es muy dulce... a su manera.

— Creo que el amor te hace ciego — se burlo, palmeando un costado del colchón, invitandolo a acostarse a su lado. Damian no tardo en obedecer.

— Los sentimientos no pueden verse, señorita — mencionó burlón, acobijandose con las mantas de la cama de su mayor —. No importa que tan ciego me haga el amor, los sentimientos... se sienten.

— Eso es tan tonto y cursi — rio, abrazando el torso cubierto del menor, embriagada totalmente por aquella esencia tan característica y tranquilizante para ella —. Mm, quiero que te quedes a dormir conmigo.

— Si su padre me encuentra en su cama mañana me va a matar y no figurativamente, señorita.

— Entonces vete cuando me duerma — pidió, cerrando los ojos con cansancio —, ya no puedo dormir sin abrazarte.

— ¿Qué hará cuando se case? — cuestionó un poco más serio, rodenandola con sus brazos.

— Escaparé por las noches e iré a dormir a tu lado, como hacía antes del invierno — confesó aun en modo de broma, pero el silencio de Damian le hizo saber que aquella pregunta era totalmente en serio —. Sabes bien que casarme con él no es algo que yo quiera, Dan.

— Lo sé...

— Si por mí fuera, viviría contigo en tu casita, igual de felices que la familia del señor Robinson — recordó a aquellos tres niños sonrientes y juguetones —. No quiero estar con nadie más que no seas tú y lo sabes.

— Lo sé, señorita.

— Pero esto es algo que debo hacer, por mi hermana.

— Lo entiendo — aseguró —, y no pienso pedirle que no lo haga, prometí estar a su lado.

— Entonces besame y deja de hacer preguntas ridículas, Damian — apoyó su barbilla en su pecho, admirando el sonrojo en las mejillas de su menor gracias a la luz de las velas.

Daisy amaba esas reacciones tan inocentes y tiernas, amaba que Damian aun con el pasar del tiempo se mantuviera tan dulce y timido como lo era en un principio, pues este apesar de haber conseguido más confianza en la relación y con ella en general, seguía guardando su timidez y dulzura, mismas que Daisy amaba a tal punto de querer apreciarlas siempre.

Claramente, no le diría aquello.

Descaradamente, se impulso con su torso hasta alcanzar los labios del menor, mismos que no dudaron en corresponder aquel beso que le estaba dando, convirtiendose lentamente en un beso más necesitado, lleno de amor y deseo, mismo que ambos llevaban guardando desde hace ya un tiempo.

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