Capítulo 2

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La mañana del veintinueve de diciembre fue fría y agonizante, no había logrado descansar adecuadamente debido a la cantidad inhumana de pesadillas que ha estado teniendo consecutivamente, causadas nada más y nada menos que por haber presenciado sin censura alguna como degollaban a su pobre hermana mayor.

Y es que ver su cabeza rodar por aquel altar de piedra le obligó a vomitar la poca comida que había ingerido en la mañana, sintiendose enferma enseguida, razón por la que Damian tuvo que llevarla cargada hasta su habitación para que pudiera descansar y se recuperarse de aquel traumatico momento.

Sorpresivamente, nadie le molesto durante el día, todos muy ocupados con sus propias sentimientos y pensamientos por aquella catastrófica situación en la que una de la familia York había sido humillada públicamente antes de ser ejecutada.

Lamentablemente, la secuelas de ese día se presentaban en su mente, recordándole día y noche que su hermana fue ejecutada por orden de Lester Taylor, creando así un rencor absoluto hacia ese hombre que no hizo más que destruir desde que se apareció.

Odiaba a ese sujeto con todo su ser.

— Señorita Daisy — la suave voz de Damian resonó en aquel cuarto helado por su tristeza —, ¿se encuentra bien?

Su adorado Damian solía dormir en una habitación continua a la que ella era obligado a utilizar como castigo por sus actitudes, claramente Archer teniendo las comodidades de una habitación de un empleado de la casa, siendo incluso mejores sus condiciones que las que ella tenía en ese momento.

— Tuve otra pesadilla — comentó con confianza, sintiéndose aliviada de tenerlo cerca.

Algo que habían aprendido ambos en esa estadía juntos era a confiar más en el otro, pues aparte de Levi, no tenían a nadie más que a ellos mismos y la confianza era lo único que podía mantener aquel secreto en pie y mantenerlos a ambos a salvo de un destino similar a el de Agnes y Anne.

— Oh... — preocupado, se adentró en aquella habitación, cerrando la puerta con llave destrás de él. Acercándose en medio de la oscuridad hacia la mayor —. ¿Otra vez sueña con Agnes?

— Realmente sueño con ver la cabeza de Lester rodar como lo hizo la de mi hermana — recalcó con rencor —. No entiendo para que se la llevó si iba a matarla, ella estaría bien aquí. Estaría viva.

— Señorita...

— Si te atreves a decir algo sobre su relación con Anne, te cortaré la lengua en pedacitos — amenazó, completamente volátil.

— No voy a juzgarlas jamás, señorita— aclaró él con voz suave, sentandose en el suelo, al lado de ella —. Al fin y al cabo, ¿cómo podría hacerlo si ambos vivimos una situación impropia también?

Daisy tragó grueso de sólo pensar que aquel destino fatal también les esperaba a ellos. Ella no quería ver a su amado morir por culpa de aquel amor tan intenso que se tenían.

— Los odio a todos — se limitó a decir, ocultando su más reciente temor.

Con buen humor, Damian rio un poco, trayendo calidez al ambiente.

— Sería lindo vivir en un mundo donde... podamos amarnos sin escondernos o peligrar por nuestras vidas — dijo con tristeza y voz soñadora.

— Sí, lo sería...

El joven se acercó más a su pareja, recostando su cabeza en el hombro cubierto por el delgado tirande de vuelos que llevaba el camisón rosado que tapaba su desnudez.

— Hoy es veintinueve de diciembre...

— Lo sé.

— Feliz cumpleaños, señorita Daisy.

Extrañamente, no pudo evitar sonreír por aquello.

— No sé si sea el espíritu cumpleañero, pero creo que dadas las circunstancias, deberías dejar de llamarme "señorita" cada vez que te diriges a mí en soledad.

— ¿Por qué?

— Me haces sentir como tu superior o algo, como si estuviera vieja — molesto —. Además, no me llamarás "señorita" cuando sea tu esposa, ¿o sí?

La oscuridad le impedía el ver como las mejillas del menor se enronjecían por las palabras dichas, pero aun así, percibió el calor de éstas sobre su hombro.
Largando una carcajada, encendió más el color y calor de aquellos monfletes que delataban su vergüenza.

Amaba eso de Damian. Él podía aparecer y simplemente existir, y aun así tener el poder de convertir sus inviernos en primaveras y despertar las mariposas que creía muertas en su barriga, revoloteando tan hermosas y brillantes como el amor que sentía.

— ¿Qué vamos a hacer, señorita?

Rio al notar que Damian no dejaría de tratarla como a su mayor, con ese respeto y esa suavidad que sólo él tenía con su persona.

— Te prometí algo, ¿no?

— ¿Qué pasa si no puede cumplirlo?

— Damian... — tanteando el suelo, encontró la mano del menor, enlazando sus delgados dedos con esta, dándole un fuerte apretón antes de continuar —. Yo nunca rompo mis promesas. No importa cómo, yo voy a estar contigo siempre.

Aferrándose a aquella promesa, Damia nuevamente se llenó de ilusión. Una tan invisible y lejana que parecía imposible y quizá... así era, pero ella no podía decírselo, no podía decirle en la cara el miedo que sentía por no poder cumplir aquella promesa, la ansiedad que le causaba el tener ya veinte años y que su matrimonio no pueda ser atrasado por más tiempo.

Y es que ella quería estar con Damian, huir con él y hacer una nueva vida donde nadie los conociera, pero con sólo querer no bastaba y ella lo sabía bien.

Y así pasaron los días, diciembre se apagó y un nevado enero dió la bienvenida a una nueva cita de la menor de los York con un hombre de clase alta.

Con precisión, Daisy analizaba al hombre frente a ella, parecía querer devorarla con su mirada y ver más allá de su vestido rosa pastel. Siendo el tipico hombre mayor, deseando conseguir a una joven para su colección.

Ambos se encontraban sentados en una pequeña mesita de una fina cafetería, tomando el té en un silencio preocupante, mientras detrás de ella había un joven de traje y cabello rojizo, observando cada uno de los movimientos que hacía el pretendiente de Daisy.

— Oí que una de tus hermanas falleció — comentó el tipo —, quiero creer que ver como la ejecutaron te hizo darte cuenta que debes acceder o si no terminarás igual.

— Realmente lo que ha crecido en mí en lugar del miedo es el desprecio a los de tu clase — aclaró con odio —. Los hombres no pueden sentir que pierden el control porque atacan sin pensar, ocasionando ese tipo de estupideces.

Damian se alarmó cuando notó al hombre ponerse en pie y apoyarse sobre la mesa para acercarse a Daisy como señal de reto.

— Eres buena utilizando la boca — dijo con un doble sentido que simplemente le erizó la piel —, realmente sería interesante saber que más puede hacer...

Lo miró con asco, levantándose con rapidez de aquella silla, dejando al tipo con la palabra en la boca al dejar el lugar. Damiam la siguió sin pensar, ignorando el verdadero trasfondo del actuar de la chica por aquella insinuación tan repugnante.

— Señorita...

— No lo quiero volver a ver en mi vida — ordenó, caminando con pasos firmes hacia el carruje.

— Señorita, si no desea ca...

— ¡Dile a Lewis que no quier verlo jamás! — gritó antes de subir al vehículo, luciendo tan desconcentrada como perdida.

— ¿Lewis? — Damian se detuvo en seco — Ese hombre no es Lewis, señorita, su nombre es George Slater.

Luciendo aturdida, volteó hacia él con expresión consternada.
Daisy York estaba totalmente rota, pero ni siquiera el mismísimo Damian podía verlo.

— Sólo llevame a casa, Damian.

Butterfly Garden ²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora