Su temperatura corporal había aumentado gracias a las brillantes llamas que iluminaban con su esplendor la pequeña sala, opacando el frío que crecía de manera bestial en el exterior.
Sus corazones, en cambio, se veían atacados por causa de la ternura de un par de niños, jugueteando con pequeños juguetes de madera, idealizando un mundo de mentiras creado por su enorme imaginación e inocencia genuina.
En esos momentos, la niña reposaba en el suelo fingiendo haber sido asesinada, mientras su hermano simulaba estar sufriendo por aquello. Una escena suficientemente trágica a vista de cualquiera, endulzandose por la inocencia de los niños.
— Princesa, Charlotte Robinson — fingió agonía el pequeño niño, hablando en un tono solemne —, lamento no haberla protegido de él.
— ¿Quién se ha atrevido a asesinar a su alteza? — curoseo Daisy, inclinándose un poco en la silla, acercándose al pequeño.
— Ha sido el malvado hechicero — con su pequeño dedo índice, señalo al bebé que era cargado por su padre, buscando mantenerlo calmado mientra su esposa preparaba la cena.
— ¿Y qué piensa hacer el valiente caballero? — jugueteo con el pequeño, notándose interesada por aquel jueguillo inventado.
— Yo, el caballero Louis Robinson, voy a vengar a la princesa Charlotte — con emoción, elevó la espada de madera con la que jugaba —. Pero primero, debo encargarme del gigante guardian, el impide que pueda llegar hacia el hechicero.
Daisy se rio al ver como el pequeño corría en dirección a su padre, dándole golpes en las pantorrillas con su espada, jugando vengar a su hermana, la princesa, queriendo llegar hacia el pequeño bebé
— ¡Margaret, mira a tu hijo! — el chófer se quejo al no poder contra los golpes ligeros de pequeño — ¡No deja de golpearme!
— Claro, cuando se ponen juguetones son sólo mis hijos — se quejó la mujer, dándole un golpe con el cucharon a su marido, justo en su cabeza, provocando más quejas en este.
— ¡Sí, mami, acaba con el gigante! — gritó el pequeño niño, saltando en su lugar elevando su arma de juguete.
La pequeña niña se levantó de su eterno sueño, mirando como su hermano luchaba contra el gigante que aparentemente era su padre.
— Yo también quiero pelear con el gigante — la niña se pusó en pie, yendo hacia su familia.
— ¡No! Charlotte, tú estás muerta — regaño el pequeño Louis —. Yo debo salvarte.
— Pero yo también quiero jugar a matar al gigante, no es divertido estar acostada todo el tiempo.
— Los muertos y las princesas no pueden luchar, Charlotte.
— Entonces no quiero ser una princesa muerta — la niña se cruzó de brazos, mirando a su hermano con reproche.
— Charlotte, tu puedes ser princesa y luchar contra el gigante — interrumpió Daisy —. Que Damian sea el muerto.
— ¿Que yo qué? — el joven que se regocijaba con el espectáculo que crearon los pequeños borró la sonrisa de su rostro y miró a su mayor con grandes ojos.
— Ve al suelo y haste el muerto — ordenó ella —, así Charlotte puede ser una princesa guerrera, ve.
— ¡Sí, princesa guerrera! — la niña saltó emocionada, esperando porque el pelirrojo se hiciera el muerto para que ella y su hermano pudieran vengar su muerte.
Damian no pudo negarse a la petición de su amada y mucho menos después de ver el entusiasmo en la pequeña niña. Por eso, se tumbo en el suelo, colocando sus manos sobre su pecho y cerrando sus ojos, oyendo como los niños decían en tono solemne que vengarían su muerte, iniciando una golpiza a las pantorrillas su padre, mismo que se unió al juego también, dejando al pequeño bebé en brazos de su esposa.
Las risas de los pequeños y los sonidos que hacía su padre fingiendo ser un gigante hacían de aquel juego un divertido espectáculo.
Margaret cargaba a su bebé y le hacía caras divertidas, incluyendolo también al juego, mientras su marido correteaba a los pequeños niños por toda la casa y Damian esperaba inmóvil en el suelo.
— Princesa, señorita York — llamó la pequeña Charlotte—, necesitamos de su ayuda para la lucha.
— ¿Soy acaso una princesa tambien, alteza? — preguntó enternecida, poniéndose en pie para jugar mano a mano con la pequeña.
— Sí, una princesa bonita como yo.
— De acuerdo, princesa Robinson, le ayudaré en su batalla.
Y apesar de que en el exterios había una fuerte tormenta de nieve, en el interior de aquella humilda casita la calidez había cubierto el ambiente, llenando de risas y emoción los corazones vacíos de aqulla pareja de almas solitarias en el mundo, anhelando que algún día, aquella felicidad y dulzura fuese parte de cada uno de sus días hasta su muerte.
Nuevamente, aferrándose a aquella promesa vacía que los hacía creer. Creer que el destino podría estar preparandoles algo increíble y que su sufrimiento por fin acabaría.
Entrada la madrugada, los pequeños niños ya dormían en su pequeña habitación, mientras el bebé era arrullado por su madre, sentada en una mesedora, buscando calamarlo.
La nieve había dejado de caer, mientras la luna iluminaba el cielo nocturno con su espléndido brillo, siendo acompañada de las bellas estrellas que brillaban en armonía.
— Señorita York, puedo dejarles en su casa si así lo desean — sugirió el hombre mayor, tomando su abrigo del perchero.
— Si no es mucha molestia, sería ideal — aceptó ella, levantándose de su lugar —. Mi familia debe estar pensando que nuevamente me escapé.
— Yo me encargaré de eso, señorita— aseguró Damian, sonriéndole con cariño. Daisy asintió con una bella sonrisa también, dejándose vencer por el cariño que sentía.
En conjunto, se despidieron de la mujer que calmaba a su bebé, dejando la calidez de aquel hogar tan feliz.
El chófer sacó del establo a los caballos y los sujeto al carruaje, preparando todo para finalmente partir hacia la mansión de los York, ubicada en el sector más fino de la villa primavera.
Durante el camino, Daisy sonreía radiante mientras admiraba el paisaje que la hermosa nieve había creado para sus ojos, reluciendo en escarcha bajo la luz de la hermosa luna.
— Lo niños son lindos — comentó aun perdiendo su vista en el exterior —, lastima que al momento de crecer todo termina cambiando.
— Supongo que es el ciclo de la vida — dijo Damian con cierta nostalgia.
— Fue divertido — confesó —. Nunca me sentí tan alegre como hoy, la felicidad e inocencia de los niños puede cambiarlo todo.
— Estoy de acuerdo...
Daisy continuó admirando como las rusticas casitas se convertían en casonas lujosas, con jardines inmesos, apagadas y tristes como sus habitantes vacíos.
— Al final, nunca comprendí porque el gigante mato a la princesa — bromeó él, buscando mantener la magia de aquel juego presente, al menos un poco más.
— Supongo lo hizo porque es malvado — respondió Daisy —, y como mató a su hermana, el cabellero real tomó venganza contra él.
Damian rio con buen humor, ignorando como aquello había creado una pequeña espinita en la mente de la mayor, dándole ideas alocadas, convinandose con el odio y rencor que lleveba sintiendo desde el fatídico día.
— Es curioso como los niños romantizan una realidad tan cruel — comentó Damian entre risas —. Pienso que todo sería mejor si el mundo fuese tan inocente como la mente de los niños.
Ante el silencio, miró como la jovdn nuevamente se perdía en sus pensamientos como una reacción en cadena ante aquella conversación tranquila que estaban teniendo.
— Señorita...
— Vengar a su hermana.. — perdida en sus pensamientos, dijo en voz alta.
— ¿Vengar? — aquella frase no hizo más que activar una alerta en su mente ante lo que suponía estaba pensando la joven — Señorita, por favor no...
— Al fin de cuentas, las historias de los niños siempre terminan basandose en una realidad vivida.
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Butterfly Garden ²
Roman d'amour"El día en el que todas las mariposas se fueron del jardín, y volaron libres en busca de un nuevo horizonte, en busca de su propia felicidad" •En proceso •Primera Parte: Butterfly •Inciada: 26 de octubre del 2024 •Terminada: ...