Capítulo 1

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Lo supo desde el primer momento en el que sus ojos se cruzaron aquella primera vez; no fue normal la forma en la que su corazón se aceleró con aquel primer acercamiento, tampoco la forma en la que quiso seguir en contacto con aquella joven.

Nada que implicara a Anne Barton en su vida se sentía correcto, y aún así decidió ignorarlo.

Se rehusó a perder ese algo que sólo esa mujer podía causar en ella, y es que Anne la hacía sentir tan viva y especial, tanto que incluso olvidó cual era el destino que ya tenía escrito por ser parte de la poderosa familia York.

Después de casarse con Lester pensó que se acostumbraría fácilmente a vivir sin aquello que tan feliz la hacía. Jamás imagino que la fuente de su felicidad se encontraría presente también en aquella casa en la que la esperaba una nueva familia poderosa.

Encontrarse con la joven fue descolocante y la vez emocionante. El deseo de mantenerla a su lado la invadió tanto que no supo como controlarlo u ocultarlo, descubriendo que Anne sentía lo mismo.
Por esto, sus encuentros secretos se volvieron constantes durante meses, mismos en los que su perdida felicidad fue reavivada como una llamarada intensa y calida.

Pero, como dice el dicho: "las mentiras tienen patas cortos" y no pasó mucho tiempo para que su secreto fuese descubierto desenmantelando todo el teatro que había montando junto a sus amada, llegando con rapidez a oídos de su marido su más grande pecado.

Claramente, ningún alfa iba a aceptar una traición tan semejante por parte de una mujer y menos si está ya se encontraba bajo su posesión, por lo que el desastre que causó su infidelidad la llevo hacia aquella triste mañana del juicio.

Las aves cantaban con evidente tristeza, mientras su cuerpo era cubierto por un fino vestido blanco, digno de una mujer de su calibre. Sus brazos se encontraban amarrados tras su torso y en su rostro se reflejaba la agonía que estaba viviendo en ese preciso instante

En la otra esquina de la fría habitación en la que había sido puesta sin cuidado, descansaba el cuerpo de su amada Anne. Evidentes hematomas decoraban su pálida piel, mientras las heridas de su rostro apenas y estaba sanando, algunas luciendo infectadas por la suciedad en la que se encontraban. Ella por su parte estaba intacta, simplemente adolorida del corazón por lo que había presenciado con anterioridad.

Fue tan doloroso para ella ver en primera fila como su marido maltrataba a su amada con brutalidad, descargando toda su rabia en la pobre joven de cabellos rubios, golpeandola hasta que sus nudillos se cansaron, procediendo a utilizar un tubo de metal para continuar con su descarga de ira y decepción.

— Lo siento... — fue lo único que pudo decirle a la chica que se quejaba del dolor que sentía en su cuerpo.

Sorprendentemente, lo único que recibió a cambio fue una risa suave por parte de ella, quejándose seguidamente por el dolor en sus costillas que causaba el simple hecho de reír.

— No te rías, Anne — pidió entre lágrimas —. En serio lo siento muchísimo, lo siento tanto...

— No tienes porque disculparte, Agnes — contestó ella en un hilo de voz —. No es tu culpa todo ésto.

— Sí lo es — sollozó adolorida —, yo nos metí en esto, Anne, yo...

— Lo dices como si me hubieras obligado a estar contigo — renegó debilmente —. Yo quería estar contigo y estoy pagando las consecuencias por amarte.

— No quería que terminara así...

— Yo tampoco, mi amor — desde su esquina, le dedicó una dulce sonrisa y apesar de tener su rostro prácticamente desfigurado por la golpiza recibida, Agnes sintió calidez en su pecho por ver aquel bello gesto.

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