Sombras y latidos

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Los besos de tu boca,
me saben a puro deseo,
qué éxtasis tan glorioso,
cuando los tengo,
y cuando los muerdo.

Muero en conquistarte,
tomarte a cuerpo entero,
de tu ropa desterrarte,
y amarte sobre el fuego.

Eres pura luna,
tienes los ojos más bellos,
cómo iluminan con su luz,
todo lo oscuro,
y todo lo siniestro.


Tsuki tomaba jarra de cerveza tras jarra, el líquido dorado brillando bajo la tenue luz de la taberna. A su lado, varios marineros ya habían caído redondos sobre la mesa, sus cuerpos desplomados en un mar de risas y ronquidos.

Su última contrincante era la capitana de la flota Crux, Beidou . Ella lo miraba con una mezcla de desafío y diversión, su cabello negro como la noche cayendo en desordenado y desaliño. La risa de Beidou era contagiosa, y la energía a su alrededor era palpable.

—¿Listo para rendirte, pequeño? —preguntó Beidou, levantando su jarra y vaciándola de un trago. Su mirada era intensa, pero había un destello de respeto en sus ojos, como si se diera cuenta de que Tsuki no era un oponente común.

La emoción centelleaba en los ojos de los marineros, quienes hacía años que no veían una competencia tan igualada y a su capitana tan contra las cuerdas.

—¿Rendirme? Más quisieras—respondió, levantando su propia jarra con firmeza. 

Se tomó dos más seguidas sin ni siquiera titubear, el líquido dorado deslizándose por su garganta como si fuera agua fresca. La multitud a su alrededor estalló en vítores y aplausos.

Tsuki llevaba veintinueve jarras de cerveza encima y estaba fresco como una rosa; su sombrero seguía en su sitio y no tenía rastro alguno de ebriedad en su rostro. Era como si el alcohol no tuviera efecto sobre él...

Beidou, por su parte, había llegado a veintisiete jarras. Su rostro estaba rojo como un tomate, y su cabello castaño desordenado caía sobre su frente sudorosa. Aunque intentaba mantenerse erguida, podía sentir que sus piernas comenzaban a tambalearse, y un ligero mareo comenzaba a acecharla.

—Tienes estómago de acero, lo reconozco —dijo Beidou, forzando una sonrisa mientras se pasaba una mano por el cabello desordenado.

Le hacían falta tres más para ponerse por delante de Tsuki, así que, sin dudar ni un segundo, agarró una de las jarras y la levantó con determinación.

Mientras Beidou bebía, Tsuki buscó a Kazuha con la mirada. Su amigo estaba a un lado, hablando y riendo con otros marineros, completamente absorto en el espectáculo. Al darse cuenta de que Tsuki lo miraba, Kazuha se giró hacia él y sus miradas coincidieron, una chispa de cariño danzando entre sus ojos.

El albino sonrió, y Tsuki le devolvió la sonrisa, sintiendo una oleada de energía renovada. De fondo, los gritos de los marineros resonaban como un trueno en la taberna, llenando el ambiente.

—Veintiocho...

—¡Veintinueve!

—¡Treinta! —gritó el grupo al unísono, celebrando cada trago como si fuera un triunfo.—¡La capitana lleva treinta jarras! 

—¿Qué harás al respecto, niño? —retó Beidou, apoyándose en la mesa para no caer, con la mirada desafiante y el aliento mezclado con el aroma de la cerveza. Su voz era fuerte, pero había un leve temblor que delataba su estado.

Podría ganarla, perfectamente. Para colapsar su sistema necesitaría... ni siquiera lo sabía. Pero una humana no podría hacerle frente.Tsuki sonrió para sí mismo. Por otro lado, no le gustaría mellar el orgullo de tan tenaz mujer.

Bajo la luna (Kazuha x Scaramouche)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora