19: Poco a poco

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Juliana

Si esto es un sueño juro que no quiero despertar.

Decidí ignorar mis propias dudas, entregarme por completo a los besos y caricias que durante tanto tiempo había deseado en secreto. Quería esto más que ninguna otra cosa en el mundo y ahora era real.

A pesar de su seguridad inicial, noté que esta vez era Valentina quien comenzaba a dudar. Tal vez estaba pensando si podía hacerlo bien, si existía alguna regla que ella no conocía, al fin y al cabo ésta era su primera vez... con una mujer.

Acaricié su rostro para encontrarme con sus ojos y le dije, entre jadeos:

—No tienes que hacer nada que no quieras hacer...

Ella me respondió:

—Ese es el punto, lo quiero, como nunca antes pensé que querría hacerlo...

Sonreí y le dije:

—Entonces, permite que fluya tu instinto, sólo eso, relájate...

Un poco insegura y nerviosa de cómo y dónde tocarme al principio, poco a poco sus manos y sus labios encontraron el camino por mi piel, y allí estaba yo, rendida, convertida en un manojo de terminaciones nerviosas que luchaban entre sí para estremecer y sacudir mi cuerpo sin que yo pudiera ejercer control alguno sobre él.

Hubiera querido eternizar este momento pero mis deseos, acumulados durante tanto tiempo, y sus caricias, torpes en un principio pero certeras y precisas al final, me llevaron a un punto de no retorno en cuestión de minutos.

Sintiéndome en la cúspide del placer más exquisito, cuando sus dedos entraron en mi, mi cuerpo claudicó en la única batalla que siempre quiso perder, sacudido por espasmos que no era capaz de controlar, la sensación de ser llenada por ella, mientras besaba apasionadamente mis pechos, fue la mejor experiencia de placer, la fricción de nuestros cuerpos deslizándose piel con piel, calor con calor, fue el principio de mi fin. Todavía jadeando busqué con desesperación su boca, quería devorar sus labios, hacerla sentir tan bien como ella me había hecho sentir a mí. Pero a diferencia de la pasión con la que Valentina me había sorprendido, yo quería disfrutar su piel despacio, sin prisas.

Me puse encima de ella, la miré a los ojos y con toda la lentitud de la que fui capaz, acerqué mis labios para comenzar a besar cada pedacito de ella, sus labios, su cuello, sus pechos, su abdomen, su sexo, dulce y húmedo.

Y así, con cada caricia, con cada beso, escuchando sus gemidos, percibiendo la rigidez de su cuerpo intuí que el final estaba cerca... pero no llegaba a él, algo lo impedía. Mis dudas, las que tuve al principio, fueron confirmadas cuando Valentina colocó su mano sobre mi cabeza en un intento por frenarme.

Con la mirada confusa, matizada con temor y cierta dosis de preocupación, ella me dijo:

—Lo siento Juls... No lo entiendo... Te-te juro que jamás en mi vida había estado tan excitada, he estado a punto de acabar dos veces, pero... —Me acerqué a su rostro de nuevo, quería tranquilizarla, decirle que todo estaba bien. Mientras lo hacía, ella agregó, casi sollozando: — ¡Mierda! ¿Alguna vez podré saber lo que es un orgasmo?

— ¿Nunca has tenido un...?

—Nunca Juls, pensé que esta vez sería diferente; antes solía fingirlo pero contigo no quiero hacer eso. No sé, quizás no sirvo ni como hetero ni como gay. Tal vez soy una de esas mujeres que... Creo que soy un fiasco.

Me acosté a su lado, la invité con un gesto a que apoyara su cabeza sobre mi hombro, la abracé y le dije en el tono más dulce que pude:

—Calma pequeña, no es para tanto; de hecho, suele pasar...

Clásico VI JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora