7: Esto es demasiado

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Valentina

Juliana me condujo con delicadeza a través de la amplia sala de estar de su casa. Es cierto que no me gustan las sorpresas pero tengo que reconocer que me sentía muy emocionada con ésta y esa emoción se incrementó cuando ella separó sus manos de mis ojos y se reveló ante mí la hermosa decoración que había preparado para celebrar conmigo mi cumpleaños número veintiuno.

El jardín trasero de su casa estaba iluminado por múltiples antorchas de bambú que habían sido enterradas, equidistantes, alrededor de la piscina; bajo un techo de seda había una mesa decorada con una sofisticada vajilla y copas de cristal, además de un recipiente de metal que contenía hielo y una botella de champagne.

Juliana cumplió su promesa, sólo éramos ella, yo y un par de meseros que deduje, habían sido contratados por mi amiga para atendernos durante la cena.

Sonreí conmovida por cada uno de los detalles que conformaban la hermosa sorpresa que Juliana había preparado para mí, di media vuelta para verla a los ojos; ella me miraba expectante, atenta a mi reacción. No dije una palabra, sólo me acerqué y la abracé. Entonces, apreté el abrazo, esa fue mi forma de agradecerle por todas sus atenciones, todo lo que había hecho para estar a mi lado en este preciso momento: viajar desde Nueva York, el maravilloso fin de semana que estábamos compartiendo y... no sólo eso, había algo más que no era capaz de procesar todavía, la misma sensación de felicidad, de alegría, que me había invadido en la mañana cuando amanecí a su lado.

La pregunta que me hice en ese instante volvió a mi mente otra vez: "¿qué me está pasando contigo Juls?".

La propia Juliana me sacó de mis pensamientos, en el momento en que ella, con su mirada centellante y su fabulosa sonrisa, se separó un poco de mí, lo suficiente para verme a los ojos y preguntarme entusiasmada:

— ¿Y bien? Dime, ¿te gusta?

Con toda la sinceridad que fui capaz de filtrar en ese momento, por encima de las sensaciones que me invadían, le respondí:

—Si Juls, ¡me encanta!... ¡Gracias!... ¡Gracias... por todo!

Ella sonrió, tomó mi mano y me condujo hacia la mesa. Nos sentamos frente a frente y me dijo:

—Contraté a un chef quien ha preparado para nosotras una suculenta cena, ya deben estar a punto de servirla, pero antes me gustaría brindar, ¿estás de acuerdo?

—Sí Juls... —respondí.

Juliana llamó a uno de los meseros para que procediera a descorchar la botella de champagne, él sirvió el burbujeante líquido en dos copas de cristal y nos dejó a solas. Levantamos nuestras copas y brindamos, en el momento en que Juliana exclamó sonriendo:

— ¡Feliz Cumpleaños Val!

Yo le respondí con una enorme sonrisa y ambas bebimos nuestra primera copa de la noche; en mi caso, también era la primera copa legalmente permitida.

Instantes después, siguiendo las instrucciones de Juliana, el par de meseros se acercaron a la mesa para servir la cena, la cual presentaron en los platos con la clase y elegancia propia de cualquier restaurante de lujo.

Yo suspiré al inhalar el divino aroma de la comida y sonreí de nuevo al percatarme que se trataba de nuestros platos preferidos, un jugoso y apetitoso T-bone steak para mí y unas deliciosas e inmensas costillas de cerdo para Juliana, acompañados con ensalada verde y papas fritas. En el momento en que los meseros se alejaron de la mesa, antes de comenzar a comer, le dije a Juliana:

—Esto se ve exquisito, no sé dónde me cabrá tanta comida.

—Come lo que gustes Val, no deseo que explotes el día de tu cumpleaños.

Clásico VI JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora