24: Te amo

88 26 0
                                    

Juliana

Durante los días siguientes, Valentina y yo no dejamos de hacer el amor a todas horas... Al volver de clases, antes de dormir, mientras nos duchábamos, incluso, algunas veces no salimos a trotar, por supuesto, no dejamos de ejercitarnos, tan solo usamos... métodos diferentes.

Era de esperarse, somos dos chicas de 21 años, con las hormonas a millón, llenas de pasión, de deseos acumulados, impacientes por descubrir nuevas formas de dar y recibir placer. Aunque sin intención de parecer cursi, debo admitirlo: de un modo casi imperceptible, a medida que han transcurrido estos días maravillosos a su lado, la pasión y el deseo le están abriendo paso a algo mucho más profundo, algo que no es solamente físico. No sé cómo expresarlo con exactitud, lo único que sé es que ya no sólo tenemos sexo, creo que en algún momento comenzamos a hacer el amor.

Los besos impacientes, las caricias ardientes, las miradas seductoras siguen allí, provocando una explosión de sensaciones en todo mi cuerpo que me hacen sentir viva, pero ahora, también hay miradas llenas de ternura, abrazos que no quiero que terminen, caricias impregnadas de sentimientos, besos colmados de paciencia que logran estremecer algo muy dentro de mí, que me hacen feliz, como nunca antes lo fui.

Hasta el momento no he me atrevido a descubrir si Valentina ha experimentado lo mismo que yo, no quiero presionarla o hacerla sentir que no estamos en la misma página, supongo que en parte me acostumbré a no revelar mis sentimientos, o quizás temo que no sean correspondidos del mismo modo.

Lo que no me imaginé es que ella, esa misma noche, haría desaparecer todas y cada una de mis dudas...

Después de regalarme uno de los orgasmos más apoteósicos que recuerdo, Valentina se acercó a mi rostro sonriendo. Mientras jugueteaba, besando y acariciando mis labios con los suyos, me vió a los ojos con una mirada traviesa y dijo:

—Creo que mi madre tenía razón, soy lesbiana por tu culpa.

— ¿Por mi culpa? ¿Y eso por qué?

— ¿Acaso no te has visto frente a un espejo?... Juliana Valdés, eres hermosa... demasiado. Me vuelves loca; un poquito más, cada día.

—¿O sea, que sólo soy un pedazo de carne para ti? —pregunté bromeando.

—Tú sabes que no.

—No, no lo sé.

—Claro que sí, lo sabes, tonta.

Negué con la cabeza sin dejar de sonreír.

Ella acercó su boca a mi oído y me dijo en voz baja, como si se tratara de un secreto:

—Me vuelves loca Juls, pero no sólo porque eres demasiado hermosa, la verdad es que me vuelves loca porque te amo, como nunca creí que podría ser capaz de enamorarme de otro ser humano.

Sentí como se alborotaba algo dentro de mí al tiempo que mi corazón hacía lo que mejor sabe hacer, latir como un loco.

Quería verla a los ojos, y cuando lo hice, lo que ví en su mirada me terminó de estremecer, era una especie de "te amo" silencioso que confirmaba cada una de las palabras que ella acababa de decir.

Para coronar ese momento único y maravilloso, Valentina acercó sus labios a los míos con una lentitud alucinante. Nos besamos con tal grado de ternura que percibí por segunda vez las mismas sensaciones que habían provocado sus palabras y la hermosa mirada que ella me había dedicado.

Fue en ese instante cuando supe que ella estaba sintiendo lo mismo que yo, que mis sentimientos eran correspondidos, que no tenía razones para temer lo contrario. Y por si fuera poco, lo que ella me dijo a continuación, me reafirmó todo eso por tercera vez esa noche.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: a day ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Clásico VI JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora