4: La mejor mamá

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Juliana

Cuando entré a la casa me dirigí hacia el estudio. Aunque era sábado supuse que encontraría a mi madre allí, repasando alguno de sus casos. En efecto, así fue, una vez que toqué la puerta y ella me dió permiso de pasar, la encontré sentada detrás de su escritorio; sobre éste se encontraban esparcidos decenas de documentos y libros, algunos estaban abiertos, otros cerrados pero marcados en muchas de sus páginas con pequeñas tiras de papel de diferentes colores.

Ella levantó la vista para mirarme, me sonrió y se levantó de su asiento para acercarse a mí y abrazarme.

Guadalupe Valdés se parece muchísimo a mí, o quizás lo correcto sea decir que soy yo quién se parece a ella; a pesar de la obvia diferencia de edad, nuestros rostros y la silueta de nuestros cuerpos son muy similares, ambas con los mismos ojos, ambas con el cabello negro, aunque el de ella apenas roza sus hombros mientras que él mío lo llevo un poco más largo, casi hasta la mitad de la espalda.

Sin dejar de abrazarnos, ella me preguntó con una sonrisa en sus labios:

— ¿Cómo estuvo el viaje?

—Todo bien mamá.

—Me alegro; te esperaba un poco antes... —me dijo, mientras soltaba un poco el abrazo para verme a los ojos.

—Es que fui a desayunar con Valentina, lo cual me recuerda que debo ir al baño, creo que comí demasiado.

—En ese caso ve primero y después hablaremos, ¿quieres?

—Sí mamá, ya vuelvo.

—Okay, anda.

Cuando regresé al estudio mi madre ya estaba sentada en su lugar, ojeando uno de sus libros, yo me senté en una silla frente a ella y le pregunté:

— ¿Está todo listo para la sorpresa de cumpleaños que quiero darle a Val mañana?

—Sí hija, te contaré los detalles, pero antes quiero hacerte una pregunta.

—Dime.

— ¿Estás segura de este paso que vas a dar? Yo respeto tu decisión pero no lo voy a negar, estoy un poco preocupada por ti...

— ¿Por qué? —le pregunté, aunque en el fondo yo sabía la respuesta.

—Hija, debo confesarte que cuando te mudaste a Nueva York sentí cierto alivio, pensé que esa sería una buena oportunidad para tratar de olvidar a Valentina y que pudieras encontrar a alguna chica a quien amar y a quien tu amaras también, pero ahora con esto que quieras hacer, no sé...

—Lo sé mamá, sé a qué te refieres, me imagino que esto no será fácil para mí pero, a pesar de mis dudas, lo he decidido. Estoy segura que más pronto que tarde la perderé de verdad, ella se casará con algún hombre, iniciará su propia familia y yo... Bueno, eso sellará la derrota de una batalla que nunca inicié.

—Tal vez en eso tienes razón —dijo mi madre.

—Además —agregué—, independientemente de mis sentimientos por Valentina, ella sigue siendo mi mejor amiga... y yo quiero ayudarla.

—Lo sé mi amor, sé que tus intenciones son las mejores, aunque eso no sea suficiente para dejar de preocuparme por ti.

—Sé que no será fácil, y no te lo niego, pensé mucho en esto antes de decidirlo, pero creo que es lo correcto y por eso lo haré.

—De acuerdo, espero que todo salga bien... para ambas. Y respondiendo a tu pregunta, sí, ya todo está listo para la sorpresa, contraté a un chef quien se ocupará de preparar la comida, la preferida de ambas, un par de meseros y algunos decoradores para encargarse de los arreglos en el jardín, quienes llegaron hoy bastante temprano para ocuparse del trabajo que les encomendé, tal como me lo pediste.

Clásico VI JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora