10: El departamento

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Juliana

En verdad fui sincera cuando le dije a Valentina que el departamento tenía espacio suficiente para albergar todo lo que ella deseara mudar, pero en ese momento caí en cuenta que no estaba acondicionado para ello.

El departamento que yo ocupo en Nueva York era de mi madre, el lugar donde ella vivió con sus padres antes de casarse. Se trata de un dúplex de casi 200 metros cuadrados ubicado en Morningside Heights, en la esquina entre la calle 116 y Riverside Drive, apenas a dos manzanas de la Universidad de Columbia. Esta ubicación tan particular fue un factor muy importante para mi madre cuando eligió una casa de estudios para iniciar su carrera universitaria, que culminó con una maestría en Leyes, pasos que yo decidí seguir mucho antes de graduarme de la preparatoria.

La planta principal del departamento cuenta con un vestíbulo rectangular que da acceso a una habitación sin ventanas que sirve de estudio, al baño y a la amplia escalera descendente de tres peldaños desde la cual se ingresa a un gran salón abierto tipo loft que alberga, además de la sala de estar de dos ambientes y el comedor de seis puestos, una enorme cocina tipo kitchenette ubicada a la izquierda.

A la derecha de los tres peldaños del vestíbulo se encuentra el acceso a otra escalera, tan amplia como la primera pero con siete peldaños descendentes, que conduce al piso inferior ocupado por tres habitaciones y tres baños. La habitación principal y la segunda habitación, ambas con vista a la calle 116, cuentan con un enorme clóset y baño privado; la tercera habitación, un poco más pequeña que las otras dos, es la única con vista hacia Riverside Drive y el rio Hudson.

Yo ocupo la habitación principal y cuando le ofrecí a Valentina la posibilidad de mudarse conmigo, pensé en darle la segunda habitación para que ella también pudiera disponer de un espacio con clóset y baño propio. Originalmente este cuarto era el de huéspedes, de modo que decidí mudarlo a la tercera habitación, sin embargo, cuando ella me comentó acerca de la necesidad de traer sus libros cambié de opinión.

Yo poseo varios libros que suelo guardar en algunas de las estanterías de la sala y acostumbro a estudiar en el mismo salón o en mi habitación, pero el caso de Valentina es distinto. Creo haber leído en alguna parte que los escritores necesitan un espacio propio, cómodo y bien iluminado, pero sobre todo, debe ser un lugar privado donde puedan concentrarse sin ser interrumpidos. Al hacer un repaso del departamento, tal como está ahora, me percaté que no dispongo de un lugar acondicionado para ello.

El estudio ubicado en la planta de acceso no posee ventanas, por lo tanto no me parece el lugar apropiado, el único espacio que cumple con esos requisitos es la tercera habitación, ya que es la mejor iluminada, la más silenciosa y la única con vista al rio Hudson.

Por eso, justo cuando terminé de hablar con ella por teléfono, supe de inmediato cómo destinaría los fondos que pensaba usar para su mudanza, quizás costaría algo más que eso, pero no me importó. Y por supuesto, dada su reciente negativa a aceptar mi pequeño aporte para pagar la mudanza, decidí guardar el secreto.

Ella conocía este departamento, me había visitado varias veces, por tanto, yo sabía que se daría cuenta del cambio, pero me acababa de prometer que no discutiríamos por temas como ese, por eso estaba segura que ella se alegraría al saber que dispondría de su propio espacio, tanto como a mí me emocionaba la idea de dárselo; sin embargo, mi reciente idea incluía un detalle adicional, no sólo era una cuestión de asignación de espacio, sino de equipamiento...

No pude evitarlo, sonreí como una niña pequeña a quien se le acaba de ocurrir una travesura...

En verdad muero por ver tu expresión cuando te des cuenta de los cambios; ¿me vas a regañar?, seguro que lo harás, pero también veré tu sonrisa. Lo que más deseo es que te sientas en casa desde el mismo instante en que pises este departamento y juro que haré todo lo que esté a mi alcance para lograrlo. Quizás tu madre no me entiende... o tal vez me entiende más que nadie, eso no lo sé, pero tampoco me importa; no voy a desperdiciar este único aquí y ahora que tendré contigo Val... ni de broma. Eso puedes jurarlo.


Clásico VI JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora