Segunda oportunidad (Hermione Granger)

CAPÍTULO 11

Pov. Axel

La clase de pociones, tal y como lo pensé desde que supe quién era mi pareja, no estaba siendo productiva al lado de Weasley. Llevaba ya varias clases ayudándole, enseñándole y trabajando juntos para completar el trabajo que Slughorn nos había puesto, pero no había manera de que una sola poción saliera bien.

Acabamos siempre discutiendo en mitad de la clase, pero al menos el profesor no nos había descontado puntos a ninguno de los dos, al menos de momento. Si ya eso llegara a suceder en alguna clase... tal vez me hacía un felpudo de comadreja aunque fuera el hermano de una de mis mejores amigas, pero con los puntos de Slytherin no se metía ni Merlín.

Estaba sacándome de quicio con su inutilidad para la asignatura y su negativa a hacerme caso cuando le daba indicaciones para mejorar. Mi mejor amiga Pansy me había dicho que le tuviera paciencia, pero si no se dejaba ayudar tampoco hacíamos nada porque caía él pero también caía yo. Ahora que me estaba contradiciendo en un paso solo quería arrancarle la lengua para que se callara de una vez. 

No tenía ni puñetera idea de pociones pero no dejaba de llevarme la contraria solo porque era yo quién le corregía. Era un maldito orgulloso y un cabezón, que yo también lo era, pero sabía la diferencia cuando sabía que estaba haciendo algo bien o mal y sabía rectificar.

Cuando el profesor pasaba por nuestra mesa nos intentaba dar ánimos o algunas indicaciones que yo llevaba diciendo media hora pero que Ron no había creído hasta que Slughorn me dio la razón. Todavía no sabía por qué nos había tenido que juntar precisamente a nosotros que nunca nos habíamos llevado bien y que prácticamente nos matábamos con la mirada siempre. ¿Acaso quería que quemáramos el aula de pociones?

Sin duda alguna, a Slughorn le gustaba ver el mundo arder

La mayoría de veces, cuando me sacaba de mis casillas, acababa mirando a la única fuente de calma que tenía a mano, Hermione, la cual me miraba con una sonrisa empática junto a Daphne, quien era su compañera. Sin embargo, ambas se acababan riendo entre ellas de mi desgracia... odiaba a veces que se llevaran tan bien como para reírse de mí.

A su lado en otra mesa, también estaban Astoria y Ginny, las cuales también estaban más centradas en nosotros dos que en sus propias pociones. Estaba mal querer esto, pero dentro de mí deseaba que sus pociones salieran mal por andar de chismosas y por andar burlándose de lo malo que me pasaba.

Las cuatro eran tal para cual, no me extrañaba que se llevaran tan bien entre ellas a pesar de los estatus sociales que se suponía que mi hermanas y yo seguíamos. Probablemente mis antepasados se hubieran llevado las manos a la cabeza porque dos mujeres Greengrass estaban hablando y llevándose bien con una hija de muggles y una traidora a la sangre. Por no decir que yo había estado saliendo con Hermione y siendo mejor amigo de Ginny. Nosotros tres habíamos llegado a Hogwarts para cambiar ese modo de pensar, al menos de nuestra familia, porque ya ni siquiera mi madre pensaba así.

En mitad de una bronca que le estaba echando a Weasley por un paso que hizo mal en la elaboración de la poción, la profesora Macgonagall entró a la clase con una expresión preocupada que, al instante, hizo que todos dejáramos los trabajos y nos centráramos en ella y lo que tenía que decir. Intercambió un par de palabras con el profesor Slughorn que nadie alcanzó a escuchar y luego se dirigió a mí.

–Necesito hablar con usted, señor Greengrass–mencionó en un tono bajo.

Pude notar como todos empezaban a murmurar cosas sobre lo que podía querer decirme mientras que mis hermanas y Hermione me miraban entre confusas y hasta preocupadas. Yo no había hecho nada... al menos que yo supiera o de manera intencionada, así que no había motivos por los que la directora de Hogwarts quisiera hablar conmigo en privado y que tuviera esa cara tan seria... ¿y si era algo malo?