Parte 4

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CAPÍTULO 3

Había sido el propio Kenneth Midelton el que había informado al resto de la comunidad licántropa que una convertida marchaba a las Nuevas Tierras.

Fue una noche de luna, justo después del ocaso, cuando la luz semi dorada del sol se escondía detrás de la colina más alta del Hide Park y el olor a hierba recién cortada se extendía por todo Londres desde su jardín más espléndido. Las fulgurantes luces azules titilaban desde sus respectivas estrellas poniendo un hermoso techo sobre el firmamento londinense.

-¿Deberíamos obligarla a regresar? – Preguntó Kenneth.

-Yo la reclamaré.

Una docena de licántropos se giró para ver quién se atrevía a semejante misión.

-Liam Kavanang – dijo Kenneth – me consta tu reputación como custodio de las recién convertidas pero esta hembra no es representativa de su especie.

Un murmullo llenó los ecos de la fina lluvia sobre la tierra mojada.

-No es una virgen, es una viuda sin virtud – dijo Kenneth con pesar. – Supongo que siendo así no desearás reclamarla.

-Creí que era una mujer joven puesto que fue tu amante durante un año – respondió Liam dejando sorprendida a la concurrencia.

Kenneth apretó los labios con disgusto.

-Así es , Kavanang, no puedo negar mi pasado. Lady Elizabeth Gregory fue mi acompañante durante doce meses. Dejó de serlo el día que conocí a mi esposa, Lady Katherine Briton. No es algo de lo que me sienta orgulloso, sin embargo, debo confesar que realmente siento afecto por lady Gregory. A pesar de llevar una vida desacostumbrada para una mujer de su tiempo debo señalar que tiene mi admiración en lo que respecta a su inteligencia y determinación. No deseo que nadie le haga daño.

-¿Qué te hace pensar que le haría daño? – preguntó Liam . – Los licántropos jamás lastimamos a las hembras. Trato con recién convertidas que entran en celo sin saber dominar sus instintos. ¿Alguien puede dudar de mi capacidad de contención?

Un rumor de carcajadas se extendió entre la congregación de licántropos, sin embargo, la alegre ligereza del momento fue interrumpida por otra vez.

-Midelton, todos sabemos que la mujer ha huido a Nueva York para dejar de verte a ti y a tu esposa desparramando amor por todos los rincones de Londres – había un cierto desprecio en sus palabras. – Si Kavanang va a reclamarla debería saber todos los pormenores. – El rudo licántropo se giró hacia Liam. – Esa mujer sigue enamorada de Midelton. Me parece justo que lo sepas.

La espalda de Liam se tensó y tuvo que contener la contracción de sus mandíbulas.

-¿Es cierto eso, Kenneth?

Sir Kenneth Midelton trató de apaciguar la situación.

-No me consta que sea así. Lady Elizabeth Gregory administra con mano de hierro los negocios de su difunto esposo. Su viaje a Nueva York responde a un nuevo proyecto. Está interesada en llevar a América los cilindros metálicos que empezamos a usar en Europa para nuestros barcos de vapor. Era algo de lo que ya me hablaba cuando... - se detuvo para buscar una palabra que resultara ligera - ... cuando éramos buenos amigos.

El murmullo general se suavizó para dar paso a un silencio expectante en el que todos deseaban saber si Liam Kavanagh traería a la mujer de vuelta.

-¿Y bien? – Preguntó Kenneth. - ¿Sigues pensando lo mismo, Kavanang?

-¿Por qué es tan importante hacerla regresar? – Liam hablaba con voz inflexible. Su tono manifestaba la exigencia de saber.

-Es una recién convertida que en su etapa humana no se regía por las normas establecidas – Kenneth trataba de responder en un tono desapasionado. – Nada nos hace pensar que ahora se someterá a las nuestras. Cada noche de luna llena tratará de buscar un macho que la fecunde. Todos sabemos que las recién convertidas no tienen voluntad sobre sus instintos. Podría incluso aparearse con humanos sin dominar su fuerza animal. Podría quedar embarazada de un humano y poner en peligro nuestra comunidad. Necesita ser protegida.

-Yo la protegeré – interrumpió Liam.

-No es una mujer acostumbrada a obedecer.

-Mejor aún, no me gustan las hembras sumisas –. Su determinación terminó de convencer a Kenneth.

Solo quería asegurarse de algo más...

-¿Me das tu palabra de que no le harás daño?

-Tienes mi palabra. La traeré de vuelta a casa y aceptará su nueva condición disfrutando de una vida licántropa.

Kenneth se dio por satisfecho.

Elizabeth no era una mujer fácil, bien lo sabía él, pero Liam Kavanang era un licántropo irresistible para la mayoría de las hembras. Contaba con una sobrada experiencia cuidando de las recién convertidas y tenía una voluntad de hierro. Si había alguien que pudiera doblegar a lady Gregory era él.

Inspiró el aire fresco de la noche. Deseó de veras que Elizabeth aceptara a Liam Kavanang y que fuera feliz.

Miró la luna...admiró su belleza silenciosa, testigo muda de tantas historias de amor...inaccesible, misteriosa...

Encaminó sus pasos hacia Square Garden donde le esperaba su amada esposa.

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