Parte 11

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CAPÍTULO 10

Lady Elizabeth Gregory movió su cabeza orgullosa para mostrarle su rostro a sir Kavanangh y la sangre se heló en su cuerpo.

Tenía ante sí al hombre más guapo que había visto en su vida. Y ella que en algún momento había creído que con Kenneth habían roto el molde...

¡Cuánto se había equivocado!

Sir Kavanangh era más alto, más corpulento, el cabello castaño como el tronco de un nogal relucía bajo las lámparas de araña destellando a las luz de las velas, los ojos oscuros, insondables y de un brillo implacable estudiaban con interés las líneas de su cara, la nariz recta encima de unos labios gruesos y una sonrisa que hacía asomar hoyuelos en sus mejillas rasuradas. Era tan apuesto que dolía. Solo había un defecto en el rostro lleno de virilidad; una cicatriz bajaba desde el exterior de su ojo derecho y se difuminaba al llegar a su mejilla, justo encima de donde se le hacía el hoyuelo.

-Puede tocarla si quiere – dijo Liam con la sonrisa torcida. – Me refiero a la cicatriz.

-Muy gracioso – respondió ella a su doble sentido. – Su rostro en tan ... me resulta conocido...sus ojos... - por primera vez desde que tenía dieciséis años Elizabeth se quedó sin palabras. Alargó su mano y recorrió con la yema de su dedo índice la cicatriz. – Debió de resultar doloroso.

Él puso su mano sobre la de ella.

-No se imagina cuánto.

De nuevo eran el centro de las miradas.

¡Dios, aquello era peor que Inglaterra!

Elizabeth retiró la mano con rapidez.

-Disculpe, no pretendía ser grosera.

-Puedes ser grosera conmigo cada vez que lo desees, Elizabeth – dijo él olvidando que estaban rodeados de gente que los observaba. Aquel toque lento y suave de ella le había quemado la piel. Liam podía oler la confusión en la mente de Elizabeth, podía sentir como los pensamientos se movían en su cabeza desordenados, podía reconocer como los recuerdos acudían a la mente de la mujer pujando por salir aún sin forma.

Elizabeth dejó escapar una bocanada de aire.

-Me sobrecoge su trato tan familiar, sir Kavanangh.

-Discúlpeme pues – respondió Liam haciendo una reverencia.

-No, en absoluto, me gustó – dijo ella con espontaneidad provocando una risa ronca en Liam. – Parece que finalmente fui yo la que perdí el corazón al contemplar su rostro.

Liam se inclinó hacia ella acortando su espacio vital.

-Es solo el decoro lo que mantiene mi boca en silencio, Elizabeth, pero si lo deseas puedo hablarte de lo enloquecedor que resultan tus rizos oscuros moviéndose sobre tus hombros desnudos, o tal vez de los labios rojos incrustados sobre una piel blanca incitando al beso, puedo contarte cuanto me gusta la forma en que esos velos vaporosos sugieren la línea de tus pechos – Elizabeth contuvo la respiración al efecto de sus palabras. Liam acercó la boca al oído de Elizabeth. - Mucho antes de que tú perdieras tu corazón por mí, el mío ya estaba roto.

Elizabeth estuvo a punto de preguntar de nuevo si se conocían pero la voz de Eleonora interrumpió su pregunta.

-Elizabeth – escuchó decir antes de girarse hacia el comandante Sergeon acompañado del matrimonio Hamilton.

-Mi querida lady Gregory – dijo Sergeon – tiene usted la cara más fascinante que vi en mi vida.

-Eso mismo le estaba diciendo yo – apuntó Liam irguiendo su cuerpo para mantener a Sergeon a distancia de Elizabeth.

-Entonces estamos de acuerdo, mi estimado amigo – respondió Sergeon pasando por alto el gesto posesivo de Liam. Sonrió a Elizabeth y añadió: - Mis buenos amigos, los Hamilton, me han dicho que debe descansar para asumir sus compromisos de mañana. Me ofrezco a llevarla en mi carruaje.

-Voy justo en dirección a Whasintong Square – dijo Liam. – Con gusto la dejaré donde usted desee.

-Le recuerdo, querida Elizabeth, - añadió Sergeon – que viajo acompañado de mi hermana menor. Sir Kavanangh ¿usted vino solo, no es así?

-Es así – respondió Liam con la voz impostada de amabilidad – lo que no supondría un inconveniente ya que lady Gregory viene acompañada de su doncella.

-Señores, no hagamos de esto un problema. Yo mismo llevaré a lady Gregory a su casa – dijo lord Hamilton.

-De ninguna manera, esposo mío – todos miraron sorprendidos a lady Hamilton – ella es una joven viuda y tu un fiel esposo. Tu lugar está aquí y será el comandante Sergeon el que acompañe a lady Elizabeth.

Fue en aquel momento cuando Elizabeth comprendió que lady Eleonora no confiaba en ella.

Miró a Sergeon. Parecía un buen tipo que tenía toda la intención de cortejarla como a una dama...algo que lady Eleonora acababa de poner en tela de juicio con su comportamiento. La cara opuesta era la de sir Kavanangh...¿no había en su rostro la sombra de una sonrisa? Probablemente resultaba cómico ver como alguien tan pendiente del protocolo como lady Eleonora acababa de cometer el desliz de llamar la atención a su esposo...

-Su esposa tiene razón, lord Hamilton, a fin de cuentas una viuda inglesa sin una reputación demostrable podría echar a perder un hermoso matrimonio – Elizabeth imprimió una sonrisa en sus palabras pero Liam pudo oler la acidez de su comentario. – Sir Kavanangh, puesto que usted es un libertino sin reputación y yo una joven viuda sin virtud que perder, creo que aceptaré su propuesta.

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