Capítulo 12

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Me dejo caer en la cama, el colchón cede como si estuviera flotando. Todo en esta habitación grita lujo, desde la suave textura de las sábanas hasta el diseño minimalista de cada rincón. Yumi se ha encargado personalmente de todo. No sé si debería sentirme tan agradecido, pero lo estoy. Hace días que no tengo un descanso decente, y este lugar parece un maldito oasis en medio del caos. Aunque, claro, no puedo dejar de pensar en lo que ha ocurrido con Naoki.

Desde que su padre me sacó de la misión, no lo he visto más. Me pregunto si es por mi culpa, si me está evitando. No es la primera vez que algo así pasa, y a decir verdad, no sé si quiero enfrentarme a eso ahora. Quizá simplemente estaba buscando una excusa para salir de la esta estación y yo era su vía de escape. Si eso fuera así, creo que ambos buscábamos una libertad y la mía era la más egoísta de las dos.

Pero estoy demasiado agotado para pensar más sobre ello. Me levanto, me quito el traje y lo doblo lo mejor que puedo sobre una mesa de diseño que parece costar más que lo que gano en un año. Todo en esta habitación está tan perfectamente cuidado que casi me siento incómodo. Incluso el "ventanal" en la pared no es real, solo un panel que simula unas increíbles vistas a una arboleda y, aún así, es impresionante.

Desnudo, me dirijo al baño, que es casi tan grande como los camarotes donde he pasado los últimos años. Me meto en la ducha, dejando que el agua caliente me relaje. La sensación de estar limpio, de poder relajarme por completo, es extraña, pero necesaria. Por un momento, dejo de pensar en Naoki, en la misión, en todo. Solo estoy aquí, bajo el agua, permitiendo que mi mente se vacíe.

De pronto, escucho un ruido en la habitación.

Mi instinto se activa al instante. Visualizo dónde está mi mochila y recuerdo que la he dejado al lado de la cama, y dentro está mi arma reducida. Pienso en ir por ella, pero me detengo. No debería malpensar... es probable que alguien se haya equivocado. He aparecido de imprevisto, quizá pensaran que la habitación seguía libre. Aún así, el entrenamiento está grabado en mis huesos.

Apago la ducha, me enrollo una toalla en la cintura y camino hacia el pasillo. El agua gotea de mi pelo, pero no me importa. Cuando llego al dormitorio, veo a un hombre semidesnudo, de rasgos orientales, frente a la cama.

Es... atractivo. Y aquí uno no es de piedra y capto rápidamente lo que significa todo eso. Por un momento lo miro y me doy cuenta que llevo demasiado tiempo sin estar con nadie. Por un segundo, me quedo mirándolo, el pensamiento sucio cruza mi mente antes de que pueda detenerlo.

—Hola —dice, su voz es suave, casi seductora—. Soy tuyo esta noche.

Lo miro, confundido.

—¿Qué? —respondo torpemente—. ¿Cómo has entrado?

—Por la puerta, claro —dice él, sonriendo como si fuera lo más obvio del mundo. Me mira los pectorales y me sigue recorriendo el cuerpo hasta detenerse en el precipicio de la toalla.

—Sí, bueno... me refería a quién te dio acceso.

—Oh, esto es un regalo. Por las molestias.

—¿Molestias? —repito en mi cabeza, intentando entender de qué demonios está hablando.

Me quedo quieto, observando cómo el tipo se acerca, moviéndose con una confianza calculada. Su sonrisa parece ensayada, pero hay algo en su mirada que no me cuadra. No sé si es el agotamiento que llevo encima o simplemente estoy paranoico, pero mi instinto me grita que no me relaje del todo.

—Un regalo, ¿eh? —respondo, intentando sonar más relajado de lo que realmente estoy.

Me cruzo de brazos, manteniendo la toalla ajustada a mi cintura. Aún puedo sentir las gotas de agua cayendo y resbalando por mi espalda. Él se detiene a medio metro de mí, evaluándome como si esperara que me lanzara sobre él. Me tenso sin querer, y su sonrisa se amplía.

Cyberboyd - SIEMPRE JUNTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora