Benedict se encontraba de pie en las afueras del salón de baile, con la mirada fija en el papel pintado francamente poco interesante de las paredes de Lady Danbury, tomando un trago de su oporto, tratando desesperadamente de evitar las miradas de halcón de las mamás de la alta sociedad que obviamente y decididamente estaban tratando de atrapar su mirada, de tentarlo a bailar con sus hijas solteras.
No, solo había una mujer en su mente en ese momento, y deseaba bailar con ella, abrazarla, y desafortunadamente para él, ella estaba a kilómetros de distancia en lugar de a su lado, como tanto deseaba.
Benedict suspiró profundamente, maldiciendo los buenos modales que su madre le había inculcado casi desde su infancia, sobre todo porque llevaba pantalones cortos, sabiendo que no podría abandonar el baile durante horas, y definitivamente no antes de que la medianoche marcara el Año Nuevo. No sin insultar a Lady Danbury, y no lo haría, no a una amiga tan querida de la familia y a alguien que había hecho tanto por su hermano y su cuñada.
Casi deseaba no haber asistido, haber encontrado alguna excusa, pero sabía lo nervioso y aterrorizado que había estado Colin por esa noche, por enfrentarse a Portia Featherington y el riesgo que él y Penélope estaban corriendo, y sabía que nunca se perdonaría a sí mismo si hubiera abandonado a su hermano durante su momento de necesidad y hubiera ido a apoyarlo. Pero ahora que todo estaba resuelto, no deseaba nada más que regresar a Aubrey Hall donde estaba Sophie. Deseaba poder estar con ella en lugar de estar atrapado en ese salón de baile con los interminables miembros de la alta sociedad, cuya charla insulsa e insulsa le estaba haciendo rechinar los dientes, hablando de las mismas cosas monótonas de siempre.
Dios, cómo la echaba de menos. No había podido verla durante días, porque las celebraciones navideñas habían hecho imposible escaparse a las dependencias de servicio, y sentía su ausencia como un dolor físico. No quería nada más que estar con ella, disfrutar de su calor silencioso, contando juntos las horas que faltaban para Año Nuevo. Un año en el que esperaba que Sophie finalmente se convenciera y creyera que sus sentimientos por ella eran verdaderos y firmes, y que hiciera de este año el más feliz de su vida y aceptara ser suya. Comenzar una vida juntos. Ser su esposa.
Ella todavía dudaba de él y de sus verdaderas intenciones, y no podía culparla por ello. Por eso, durante las últimas semanas, se había abstenido de decirle su deseo más ferviente, de decirle cuánto anhelaba su presencia, cuán apasionadamente la deseaba, de decirle cuán serias eran realmente sus intenciones. Tenía miedo de asustarla, pero no sabía cuánto tiempo más podría vivir en esta semivida congelada, en este intermedio. Cuánto tiempo más podría soportar estar sin ella en su brazo, en su abrazo, sin poder mostrarle al mundo entero cuánto la amaba y la adoraba. Declarárselo a todo el mundo. Porque ella era su vida ahora, ahora y para siempre.
No se avergonzaba de ella, como sabía que ella pensaba, aunque nunca había dicho esas palabras en voz alta, una cicatriz que le quedaba de haber crecido en secreto, la vergüenza oculta de un conde. Nunca podría avergonzarse ni sentirse incómodo por ella. Y se negaba a ocultarla. Ella lo era todo para él, mucho más de lo que jamás había soñado que podría encontrar. Ciertamente más de lo que sabía que merecía. Ella le había robado el corazón con tanta habilidad y dulzura y ni siquiera lo sabía. Pero él era un hombre paciente. Esperaría. Esperaría la eternidad si eso era lo que hacía falta porque Sophie valía la pena. Valía la pena cada segundo agonizante si eso significaba que algún día sería suya.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por Colin y Penélope, que de repente salieron de una habitación detrás de él, riendo, con una expresión sospechosamente desaliñada, con la boca hinchada y muy satisfechos de sí mismos. Estaba muy claro lo que habían estado haciendo. Benedict sonrió, levantando las cejas en falso regaño cuando se quedaron congelados en el lugar, con las mejillas de ambos enrojecidas al darse cuenta de que los habían descubierto.
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Te perdí. Te encontré. ✔️
Fanfiction...Colin, Penélope ha muerto. Murió de gripe hace dos meses. Cuando Colin Bridgerton recibe una carta en la que se le informa de la muerte de Penélope, siente que todo su mundo se derrumba a su alrededor cuando finalmente se da cuenta, demasiado tar...