VI

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PERFUME

~Alessandro~

¿Donde estas?

¿Porque no te puedo encontrar?

¿Quien eres?

¿Existes?

Tome aire tratando de salir se mis pensamientos absurdos. Claro que existe. Y se que esta en algún sitio.

No se que demonios estará haciendo, pero se que existe y la voy a encontrar.

No se que es lo que haré con ella. Supongo que... ¿hablar? Tal vez. No se de que.

Primero tengo que encontrarla. Y cumpliré mi propósito en esta vida. Cuando yo la encuentre tal vez podré liberarme de tanto peso. Un peso que cargo desde que salimos de ese lugar.

No se quien eres. Pero se que podrás liberarme.

La tarde se me hizo más larga de lo normal. Aún no logro digerir la pesadilla. Y así seguiré durante los próximos días. Ni siquiera los guardias se han atrevido a dirigirme la palabra. Les tengo prohibido hacerlo cuando me encuentro en este estado. La verdad es que les tengo prohibido que se me acerquen, esté o no en este estado. A menos que Franchessco se esté muriendo. De otra manera, no quiero que me hablen ni me miren.

Todo corre más lento, siento el cuerpo más pesado, nada me causa el mínimo interés. Todo me parece tan común. Tan negro. Nada tiene color.

Al único color que siempre estoy atento es al maldito color verde. Como si en algún punto fuera a encontrar esos ojos.

Y ni me gusta el verde.

Pero aun así, fuera de eso, no me importa nada.

Ni siquiera me importo que el desgraciado de mi padre llegará antes de lo previsto. No le dirigí la palabra. Toda mi maldita existencia es su culpa.

Ansío el día en que Franchessco pueda completar sus movimientos para al fin matarlo. Voy a disfrutar haciéndolo sufrir. Quiero ver la sangre fluir de su cuerpo. Yo mismo quiero atravesar una daga desde su cuello hasta la quijada, abriendo su mandíbula.

Sueño con eso desde que soy un niño.

Desde el día en que vi cómo mataba a mis dos madres.

Cuando supe la razón de porque nació Franchessco, lo odie más.

He pasado mi vida odiándolo. Y eso no cambiará con nada del mundo.

—Estamos a veinte minutos de aterrizar —anunció la azafata con amabilidad.

—Sírveme un trago —le ordenó con brusquedad Tomasso.

Me puse de mal humor solo de escuchar su voz. Había olvidado que estamos respirando el mismo aire reciclado.

Como me gustaría lanzarlo ahora mismo del jet. A esta altura quedaría hecho mierda al chocar contra el piso. Sería una obra maestra. Contrataría a los mejores fotógrafos del mundo para capturar su cuerpo muerto, colgarlo en mi habitación y verlo día a día.

—Ya lo traigo yo, señor Lombardo.

Una chica de vestido negro pasó por mi lado con una pequeña bandeja de plata. En el centro se encontraba el trago de Tomasso. Con agilidad se colocó frente a él, extendió sus brazos largos y, cuando su objeto tuvo el trago entre sus manos, volvió a la postura inicial. Con una sonrisa resplandeciente esperó con paciencia a que Tomasso terminara el trago y volviera con el vaso de vidrio a la parte trasera del jet.

—Tú sí sabes atender a un hombre como yo, querida Génesis.

Génesis le regaló una sonrisa agradecida por sus palabras. Dio la vuelta para retirarse, me guiñó un ojo cuando se dio cuenta de que la estaba mirando. Me lanzó un beso y se fue a su lado del jet.

El Magnate -[Si No Puedes Vencer El Mal, Vuélvete El Mal]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora