Capítulo 14

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Segundo mes del año 124 d.C

La sala del consejo siempre me resultaba sofocante, no solo por el calor que emanaba de las antorchas y los cuerpos reunidos, sino por la tensión que flotaba en el aire. Ser la copera del rey, como lo había sido mi madre, me permitía estar presente en todas las discusiones importantes. Llevaba casi dos años desempeñando este papel, y aunque los lores casi no me dirigían la palabra, yo estaba siempre atenta.

El encuentro con Aegon en el Callejón de la Seda aún pesaba en mi mente. Habían pasado dos meses desde esa noche, y el rumor había corrido como el fuego entre las paredes de la Fortaleza Roja. Se decía que Aegon se había quedado inmovilizado por casi una hora, hasta que su guardia personal lo encontró y lo desató. Desde entonces, no se le había visto más por esos lugares.

Una voz grave y autoritaria me sacó de mi ensoñación. Lord Celtigar, con su usual tono despectivo, hablaba de un problema que afectaba a las rutas comerciales hacia el norte. Los piratas estaban saqueando los barcos que llevaban suministros a la Costa Pedregosa, y las propuestas para solucionar el problema no parecían tener mucho sentido.

- Podríamos enviar más barcos de guerra - dijo Lord Beesbury - Pero eso debilitaría nuestra defensa en las costas del oeste.

Mi abuelo, sentado en su gran trono, se frotaba las sienes, claramente exasperado por la falta de una solución concreta.

No pude evitarlo. A pesar de estar en silencio, escuchando, una idea había estado gestándose en mi mente todo el tiempo. Di un paso hacia adelante, sujetando la jarra de vino con firmeza, pero con la voz clara.

- Si me permiten interrumpir, ¿por qué no negociar con las Islas del Hierro? - dije, captando la atención de todos los presentes - Ofrecerles una alianza comercial a cambio de su ayuda para patrullar las aguas del norte. Ellos conocen mejor que nadie esas rutas y, además, su participación podría disuadir a los piratas.

Las miradas se clavaron en mí. Algunos lores murmuraron entre ellos, sorprendidos por mi atrevimiento. No era mi lugar hablar en el consejo, o al menos, no lo había sido hasta ese momento. Viserys levantó una mano, silenciando la sala.

Me observó durante un largo momento, sus ojos cansados pero curiosos. Luego, asintió despacio, una pequeña sonrisa asomando en sus labios.

- Es una buena idea - dijo, rompiendo el silencio - Consideradlo, lores.

La sala se llenó de murmullos de aprobación. El rey se levantó de su asiento, con esfuerzo, señalando con una mano que la reunión había concluido. Los lores se levantaron de inmediato, inclinando la cabeza mientras él se retiraba.

Yo me quedé de pie, inmóvil, observando cómo el resto de los consejeros salía uno a uno de la sala. Mi corazón latía con fuerza. Había sido solo una pequeña intervención, pero, por primera vez, sentí que mi voz había sido escuchada.

Entre dragones y lobos - (Aegon Targaryen & Cregan Stark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora